Divino-humano y sagrado-profano forman dos binomios compuestos por elementos antagónicos que nos encontramos constantemente al escudriñar las profundidades de nuestra religión.
No es raro encontrar que divino y sagrado se toman como sinónimos. Lo mismo sucede con humano y profano, que tienden a comprenderse como asimilables . Esta simple asignación de equivalencia, más que simplificarnos la vida, nos trae innumerables dolores de cabeza al intentar componer el puzzle que significa creer en Dios en la sociedad actual. Por lo tanto, es necesario delimitar qué es cada cosa y qué función tiene dentro de nuestro entendimiento.
Encontramos una referencia en la obra de Mircea Eliade. Gracias a ella es posible acercarse al significado de “lo sagrado” como una dimensión de nuestra humanidad y concebir que todo hombre tiene una importante dimensión religiosa. Gabriel Andrade, en su artículo sobre Eliade y Girald [1] hace una síntesis de gran claridad sobre la esencia de la obra de Eliade:
“[Para Eliade] Lo sagrado es una suerte de absoluto que abarca todo lo religioso y que se opone a su contraparte, lo profano”
Tomando como base el “homo religiosus” de Eliade, “lo sagrado” se contrapone constantemente a “lo profano” en todos los aspectos vivenciales y actos que realiza. Además, entiende la dimensión sagrada como algo absoluto y común a todas las religiones, aunque no compartan el mismo concepto de divinidad, práctica y trascendencia. Podemos hacer una primera crítica de esta visión indicando que el entendimiento que Eliade propone es, en muchos casos, poco sistematico [1].
También podemos criticar la reducción simplicista que lleva a considerar que la Divinidad, Dios, forma parte de lo sagrado. Es decir, trata a Dios como un objeto más dentro del universo religioso del ser humano; una idea más que se integra en “lo sagrado”. Aceptar la visión de la divinidad que Eliade nos propone significa aceptar que el “Sancta Sanctórum” está vacío y que lo único que poseemos es una apariencia que forma parte de la dimensión socio-cultural del ser humano. Pensando así aceptaríamos el agnosticismo leve imperante dentro del cristianismo contemporáneo. Para dilucidar el asunto es conveniente elaborar un estructura que sistematice esta serie de dimensiones y nos permita guiarnos entre el caos imperante.
Es necesario reflexionar sobre cómo separamos en nuestro entendimiento estas dos dimensiones: los sagrado y lo profano. Lo "profano” se presenta como la antítesis de lo "sagrado”, dando por sentado que no pueden convivir. Si aceptamos esto y aceptamos también que lo sagrado resulta imposible de vivir, es fácil preguntarse sobre la utilidad de lo sagrado. Hay tendencias cristianas que propugnan que lo sagrado es algo obsoleto que es necesario ver toda la realidad en igualdad. Dentro de esta línea de entendimiento podemos citar el agnosticismo cristiano que es típico de las corriente progresistas dentro de la Iglesia Católica y otras confesiones. Para ellos Dios existe, pero está an lejos y le importamos tan poco, que es como si no existiera.
Hay otro entendimiento que parte de premisas contrarias. Dios existe y está implicado de forma constante y cercana en nuestra vida cotidiana. Aceptando esta premisa la realidad que nos rodea se comprende una manifestación de Dios. Hay que tener cuidado, porque llevando esto al extremo nos encontramos con el pensamiento gnosticista, que propone que lo humano es imaginario, indiferente y despreciable.
No podemos olvidar que somos nosotros quienes valoramos lo que vemos, entendemos y optamos por dar un significado u otro a lo que se nos presenta delante de nosotros. Cada ser humano está llamado a tener un entendimiento de la realidad que nos rodea, un entendimiento es una hermenéutica que nos guiará a lo largo de nuestra vida. Ser consciente de esto y ser responsable, es imprescindible.
Desde el punto de vista judío y cristiano, “lo divino” es aquella dimensión que se asocia con Dios. Dios es perfección, totalidad, amplitud, belleza, amor, etc. ¿Qué tipo de relación podemos tener los humanos con la divinidad? ¿Hubo alguna relación directa? Mirando el problema desde el punto de vista de la hermenéutica bíblica, la divinidad es inaccesible al hombre desde el momento en que el hombre “es expulsado del paraíso“. Podemos aceptar que antes de la expulsión existía una relación directa Dios-ser humano y que esa relación fue rota por el ansia del hombre por ser como Dios. Entonces ¿Qué posibilidades tenemos de acceso a lo divino desde ese momento? Si aceptásemos que no es posible la existencia de ninguna relación entre Dios y el hombre, entraríamos en la esfera del agnosticismo cristiano actual. Si consideramos que el ser humano fue creado por Dios con un objetivo, es evidente que debe existir una nueva relación que nos permita seguir formando parte del plan Divino.
Podemos definir “lo humano”, como todo lo relacionado con la naturaleza falible, relativa y condicionada que llevamos en nuestro interior mujeres y hombres. Lo humano se podría considerar circunstancialmente antitético con lo divino, pero a su vez no es posible desligarlo de la creación divina y de los objetivos que Dios tiene para nosotros. Hay algo que liga, amarra, atrae a lo humano hacia lo divino. Un ansia que solo en los tiempos modernos se desprecia y se acalla mediante la ignorancia y el abuso de las sensaciones y placeres.
Entre divinidad y humanidad aparece un puente: lo sagrado. Lo sagrado está integrado por la revelación que Dios ha dado al hombre a través de los siglos. Es la nueva relación entre Dios y el hombre. Relación que cobra todo su sentido y esplendor tras la encarnación de Cristo.
[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35
No es raro encontrar que divino y sagrado se toman como sinónimos. Lo mismo sucede con humano y profano, que tienden a comprenderse como asimilables . Esta simple asignación de equivalencia, más que simplificarnos la vida, nos trae innumerables dolores de cabeza al intentar componer el puzzle que significa creer en Dios en la sociedad actual. Por lo tanto, es necesario delimitar qué es cada cosa y qué función tiene dentro de nuestro entendimiento.
Encontramos una referencia en la obra de Mircea Eliade. Gracias a ella es posible acercarse al significado de “lo sagrado” como una dimensión de nuestra humanidad y concebir que todo hombre tiene una importante dimensión religiosa. Gabriel Andrade, en su artículo sobre Eliade y Girald [1] hace una síntesis de gran claridad sobre la esencia de la obra de Eliade:
“[Para Eliade] Lo sagrado es una suerte de absoluto que abarca todo lo religioso y que se opone a su contraparte, lo profano”
Tomando como base el “homo religiosus” de Eliade, “lo sagrado” se contrapone constantemente a “lo profano” en todos los aspectos vivenciales y actos que realiza. Además, entiende la dimensión sagrada como algo absoluto y común a todas las religiones, aunque no compartan el mismo concepto de divinidad, práctica y trascendencia. Podemos hacer una primera crítica de esta visión indicando que el entendimiento que Eliade propone es, en muchos casos, poco sistematico [1].
También podemos criticar la reducción simplicista que lleva a considerar que la Divinidad, Dios, forma parte de lo sagrado. Es decir, trata a Dios como un objeto más dentro del universo religioso del ser humano; una idea más que se integra en “lo sagrado”. Aceptar la visión de la divinidad que Eliade nos propone significa aceptar que el “Sancta Sanctórum” está vacío y que lo único que poseemos es una apariencia que forma parte de la dimensión socio-cultural del ser humano. Pensando así aceptaríamos el agnosticismo leve imperante dentro del cristianismo contemporáneo. Para dilucidar el asunto es conveniente elaborar un estructura que sistematice esta serie de dimensiones y nos permita guiarnos entre el caos imperante.
Es necesario reflexionar sobre cómo separamos en nuestro entendimiento estas dos dimensiones: los sagrado y lo profano. Lo "profano” se presenta como la antítesis de lo "sagrado”, dando por sentado que no pueden convivir. Si aceptamos esto y aceptamos también que lo sagrado resulta imposible de vivir, es fácil preguntarse sobre la utilidad de lo sagrado. Hay tendencias cristianas que propugnan que lo sagrado es algo obsoleto que es necesario ver toda la realidad en igualdad. Dentro de esta línea de entendimiento podemos citar el agnosticismo cristiano que es típico de las corriente progresistas dentro de la Iglesia Católica y otras confesiones. Para ellos Dios existe, pero está an lejos y le importamos tan poco, que es como si no existiera.
Hay otro entendimiento que parte de premisas contrarias. Dios existe y está implicado de forma constante y cercana en nuestra vida cotidiana. Aceptando esta premisa la realidad que nos rodea se comprende una manifestación de Dios. Hay que tener cuidado, porque llevando esto al extremo nos encontramos con el pensamiento gnosticista, que propone que lo humano es imaginario, indiferente y despreciable.
No podemos olvidar que somos nosotros quienes valoramos lo que vemos, entendemos y optamos por dar un significado u otro a lo que se nos presenta delante de nosotros. Cada ser humano está llamado a tener un entendimiento de la realidad que nos rodea, un entendimiento es una hermenéutica que nos guiará a lo largo de nuestra vida. Ser consciente de esto y ser responsable, es imprescindible.
Desde el punto de vista judío y cristiano, “lo divino” es aquella dimensión que se asocia con Dios. Dios es perfección, totalidad, amplitud, belleza, amor, etc. ¿Qué tipo de relación podemos tener los humanos con la divinidad? ¿Hubo alguna relación directa? Mirando el problema desde el punto de vista de la hermenéutica bíblica, la divinidad es inaccesible al hombre desde el momento en que el hombre “es expulsado del paraíso“. Podemos aceptar que antes de la expulsión existía una relación directa Dios-ser humano y que esa relación fue rota por el ansia del hombre por ser como Dios. Entonces ¿Qué posibilidades tenemos de acceso a lo divino desde ese momento? Si aceptásemos que no es posible la existencia de ninguna relación entre Dios y el hombre, entraríamos en la esfera del agnosticismo cristiano actual. Si consideramos que el ser humano fue creado por Dios con un objetivo, es evidente que debe existir una nueva relación que nos permita seguir formando parte del plan Divino.
Podemos definir “lo humano”, como todo lo relacionado con la naturaleza falible, relativa y condicionada que llevamos en nuestro interior mujeres y hombres. Lo humano se podría considerar circunstancialmente antitético con lo divino, pero a su vez no es posible desligarlo de la creación divina y de los objetivos que Dios tiene para nosotros. Hay algo que liga, amarra, atrae a lo humano hacia lo divino. Un ansia que solo en los tiempos modernos se desprecia y se acalla mediante la ignorancia y el abuso de las sensaciones y placeres.
Entre divinidad y humanidad aparece un puente: lo sagrado. Lo sagrado está integrado por la revelación que Dios ha dado al hombre a través de los siglos. Es la nueva relación entre Dios y el hombre. Relación que cobra todo su sentido y esplendor tras la encarnación de Cristo.
[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35
4 comentarios:
yo estoy totalmente convencida de que lo humano se siente atraído por lo divino, porque entiendo que lo humano participa de alguna manera, de lo divino. Pero creo que es algo subjetivo, y no alcanzo a entender por qué no es universal.
Creo que por encima de la atracción por lo divino está la libertad individual que Dios nos dió al crearnos. Si repudias este ansia y la interpretas como erronea, terminas por creer que la haces desaparecer de ti. Pero no es así.
Como ejemplo tenemos a los ateos que en determinado momento volvieron su mirada hacia Dios y encontraron dentro suya ese ansia que durante tanto tiempo despreciaron.
El grado de "libertad" que El nos dio, se basa en mi modesta opinión, en el discernimiento y el libre albedrío que nos concedió;
herramientas que nos entregara, porque descendimos a una dimensión dual donde es manifiesto lo bueno y lo malo, y los mencionados instrumentos nos llevan a distinguir la diferencia entrambos y a decidirnos por cualesquiera de ellos y es nuestra la responsabilidad del resultado...Es mas largo...pero
Sobre el tema de la libertad, es interesante leer a San Gregorio de Niza, que aclara muchos aspectos que en la actualidad se nos pasan de largo sin darnos cuenta. Por ejemplo:
- Conocimiento: saber nos da libertad porque nos permite elegir según el criterio más adecuado. En el cado del cristiano, los criterios son los trascendentales: Bondad, Belleza y Verdad, a la que adjuntaríamos la unidad. Pero la naturaleza humana no es infinita ni omnisciente, por lo que la libertad está limitada a su capacidad de conocer. Ahora, la Gracia de Dios viene a nuestro auxilio, cuando es imposible que veamos más allá de lo que podemos humanamente entender.
- Naturaleza herida. Aparte de la limitación de nuestra naturaleza, tenemos un serio problema: nuestra naturaleza está sesgada por el pecado. Pecado que conlleva la tendencia a sesgar los trascendentales y adaptarlos a nuestro bien, nuestra estética, nuestra realidad y nuestra individualidad.
Desde el punto de vista humano ¿Qué nos queda del libre albedrío original? Básicamente nos queda la opcionalidad. Es decir, sentirnos libre porque podemos optar, aunque no sepamos realmente las consecuencias de nuestras opciones y además, que estas opciones sean cambiantes e intercambiables según nos parezca útil.
Consecuencia: tenemos que buscar la santidad. Santidad que nos permite acercarnos a la disposición primigenia de nuestra naturaleza. Recuerde que el paraiso Dios era accesible y podíamos dialogar dirtectamente con Él. Ahora, sólo podemos acceder de forma parcial mediante los sacramentos.
Alaiao: gracias comentar y sacar este tema tan interesante.
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