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martes, 18 de abril de 2023

¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? Parásitos o figurantes



¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? He leído una serie de frases interesantes de un Obispo estadounidense. Un obispo que tuvo un fuerte impacto evangelizador en su tiempo. Mons Fulton Sheen:


Un católico que no se esfuerza de difundir su Fe es un parásito en la vida de la Iglesia. Quien no da fruto es como un árbol derribado en el camino, que impide la marcha del ejército de Dios. Quien no es un espíritu conquistador es un renegado (Mons. Fulton J. Sheen. "The Cries of Jesus from the Cross: A Fulton Sheen Anthology", p. 239)

Parásito es un animal que se alimenta de las sustancias que elabora otro ser vivo de distinta especie, viviendo en su interior o sobre su superficie, con lo que suele causarle algún daño o enfermedad. Yo no llamaría “parásito” a todos los católicos que no evangelizan. Muchos católicos no evangelizadores no se nutren de la Iglesia ni se aprovechan de ella. También es cierto que los católicos no evangelizadores sí generan daños o enfermedades eclesiales, empezando por el sobredimensionamiento de las estructuras humanas. Personalmente, me parece que los católicos no evangelizadores son más bien, figurantes o extras, de una gran obra. Estos figurantes forman parte del decorado, pero no resultan esenciales en la trama ni en el montaje de la obra. Tampoco tienen razones para conocer la obra, ya que sólo actúan haciendo lo que les dicen que hagan. Coincido con Mons Fulton en que un católico no evangelizador es como un árbol derribado en el camino, pero no veo que detengan al “ejercito de Dios”. Podemos generar problemas o enlentecer la marcha. Pero no podemos detener a la Voluntad de Dios.
Sigamos con el texto. ¿Quién no es un conquistador es un renegado? Creo que no es algo tan sencillo de enunciar. El evangelizador no es un conquistador, sino algo mucho más humilde. Se trata de lanzar las Semillas del Reino. El sembrador no necesita conquistar nada. Encontramos nuestro sentido en la propia difusión del Evangelio. Según cada tipo de suelo, las semillas darán lugar a frutos mejores, peores o ningún fruto. Pocas semillas germinan realmente. Cristo lo indico cuando dijo que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos (Mateo 22:14). Esto lo deja claro Mons Fulton J. Sheen en el siguiente párrafo de la cita:

La antorcha de la fe nos fue dada no para deleitar nuestros ojos, sino para encender las antorchas de nuestros semejantes. Si no nos quemamos y no estamos en llamas por la Causa Divina, una invasión glacial barrerá la tierra, entonces será el fin, porque: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18,8) (Mons. Fulton J. Sheen. "The Cries of Jesus from the Cross: A Fulton Sheen Anthology", p. 239)

Quien no se humilla ante Dios, nada puede. No está nada claro que Cristo encuentre fe en la tierra, cuando vuelva. ¿Por qué? Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos. Por muchas Semillas que lancemos no serán muchos los que se interesen realmente. Ir al Banquete requiere dejar lo que estamos haciendo para seguir al Señor. Esto es hoy en día muy complicado. La “invasión glacial” que Mons Fullton señala siempre ha existido. Incluso en los tiempos en que la cristiandad era una sólida realidad político-social y cultural. Entonces eran pocos los que pasaban del primer escalón de atrio de la sala de invitados al banquete. Allí se quedaban como los mercaderes del templo. Ocupados con sus negocios e indiferentes a la trascendencia que les espera en el Sancta Sanctorum. Hoy nos pasa lo mismo. Lo que nos diferencia es que ya no hace falta aparentar lo que no somos. Simplemente nos reímos de quienes llaman al Banquete, No nos hace falta aparentar en el Atrio. ¿Atrio? ¿Qué tiene que ver un atrio con esto? Atrio no es una palabra más dentro de este humilde texto que está leyendo. Tiene sentido llamarlo así. Veamos la razón: Atrio (del latín atrium) fue el patio de entrada a la típica casa romana. También existía en algunos templos romanos. Su utilización paso de la arquitectura romana a la paleocristiana y de esta a la medieval. Es el patio con cerramiento porticado, que precede a la entrada de un edificio. ¿Qué función tenía este espacio? Era una zona de espera para las personas interesadas en conocer la fe. Era un espacio especialmente dedicado la primera evangelización. Muchos católicos llegan al atrio siendo muy jóvenes, pero nadie les conduce dentro. Su conocimiento y entendimiento de la fe, no pasa de ser socio-cultural y nadie se preocupa de ello. Se podría llamar “cristianismo horizontal”. Un cristianismo centrado en lo puramente humano y social. ¿Qué pasaba cuando en el pasado una persona era evangelizada y quería entrar en el templo? En ese momento empezaban las catequesis pre-bautismales. No se realizaban en le atrio, sino en el nártex. ¿Nártex? Otra palabra nueve ¿Qué era el nártex? El nártex era una sala techada entre el atrio y la puerta del templo. Era un espacio que guarecía a los que estaban allí y que además, propiciaba el recogimiento y cierta discreción en los temas que se trataban. Una vez la persona había sido bautizada, ya podía entrar en el templo en las celebraciones sacramentales. Pero no era el final. Mientras no recibiera la comunión tenía que volver a salir una vez acababa la Liturgia de la Palabra. Para estar presente en la Eucaristía, era necesario haber recibido por primera vez este sacramento. Para recibirlo, se necesitaban catequesis mistagógicas y pruebas evidentes de compromiso. Hoy en día hay unos pocos cristianos en el Nártex. Esperan catequesis que les muestren los “Misterios” y les ayuden a ser conscientes de su Fe. Esperan que las puertas del templo se abran y el velo se rasgue. Como pueden ver, el acceso a la fe iba desarrollándose en etapas, de forma similar a lo que hacemos ahora, pero con objetivos muy diferentes. Nos pasa como en muchas cosas, nos quedamos en lo aparente y olvidamos lo esencial. Nos gusta poner por delante el “aggiornamento” en las formas y despreciamos lo sustancial del ser profundo. El marketing prioriza la propaganda sobre la propagación de la Fe. Este marketing no es algo inocuo. Nos distrae de lo sustancial. Hace que obviemos las “incómodas” bases de nuestra fe. Por ejemplo, eso de negarnos a nosotros mismos o que todo el que quiera salvar su vida, la perderá. No lo digo yo, está bien escrito en los Evangelios. Volvamos a la pregunta inicial ¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? Somos pobres criaturas, imperfectas, llenas de problemas, dudas, enfrentamientos, limitaciones y acosadas por la sociedad. Si algo sale bien, es porque Dios mueve las mareas. En nuestra soberbia, creemos que “lo podemos todo” sacando y echando agua con dedales de costura. Mientras, nos peleamos entre nosotros para ver quien mueve más agua. Así somos. Nos creemos protagonistas, pero no llegamos casi ni a figurantes. Lo importante es que no perdamos la esperanza. No nos insultemos ni nos menospreciemos. Si alguien nos pisa, retirémonos para pedir perdón a Dios, sin insultar ni menospreciar a quien lo ha hecho antes con nosotros. Ya se dará cuenta de su error. Tiempo al tiempo. Repasemos la parábola del Publicano y el Fariseo. Quien salió justificado no fue quien más soberbia mostraba. Dios es quien controla las mareas del mundo. Si permite que caigan las torres de Babel, es porque la esperanza no está en ellas sino en pentecostés. La esperanza no está en que construyamos elevadas torres para llegar a Dios y que las gestionemos entre nosotros. La esperanza está en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Pero no hemos vivido un pentecostés hace algunas décadas? Me remito a lo que esperábamos y los síntomas que padecemos actualmente. Llegará el nuevo Pentecostés, no tengamos duda en ello. Pronto veremos la Tierra Prometida desde lo alto del monte Nebo. Ya falta poco, pero todavía es necesario esperar.

jueves, 31 de diciembre de 2020

2021, el año del "Great Reset"

 

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino como testigo, para testificar de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de Él. Él no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Existía la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su Nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Jn 1, 1-13)

El año 2020 ha sido el año de la pandemia de COVID 19. Una pandemia que nos ha llevado a una situación muy especial en todos los órdenes de la sociedad. Cristo, que es el Logos de Dios, ya no es el inspirador de la Vida, ni el Camino ni la Verdad. La Vida es tan sólo un accidente que hay que gestionar mientras dura. No existe camino para los seres humanos, sino una infinita diversidad de senderos. Senderos que cada cual escoge según sus gustos de ideología. ¿Y la Verdad? Pilatos se preguntaba frente a la Verdad, si esta existía. Hoy vivimos inundados en mentiras y falsedades, manipuladas para que la sociedad se ajuste a lo que el sistema socio político desea.

El año 2021 se nos ofrece como el año del "Gran Reinicio" (Great Reset). El año en que todo empezará a cambiar. La sociedad tendrá que cambiar por las circunstancias que desde la OMS nos indican: se producirán más pandemias y tendremos que vivir con normativas que nos impiden acercarnos unos a otros. La virtualización de las relaciones sociales se presenta como una realidad tanto en el mundo del trabajo, como en todo tipo de relaciones humanas. El teletrabajo nos permitirá trabajar desde nuestros domicilios, haciendo que las relaciones sociales se difuminen y las concentraciones urbanas tiendan a reducirse. Mientras, la Iglesia se adhiere a la agenda socio-económica que se propone desde la ONU. sin darse cuenta de lo que conlleva para la vivencia de nuestra Fe.

El Gran Reinicio no es la panacea que nos quieren vender, ya que conlleva control social a todos los niveles. Las enclenques comunidades cristianas actuales, tenderán a difuminarse debido a que las personas nos iremos dispersando y viviendo principalmente a nivel virtual. ¿Estamos preparados para afrontar este reto? Humildemente, pienso que las estructuras eclesiales no están preparadas, sobre todo porque se sostienen en modelos que eran arcaicos en el siglo XIX. En el siglo XXI, las estructuras eclesiales puede ir desapareciendo poco a poco. Ya nos dimos cuenta de esto cuando las vocaciones empezaron a desaparecer, pero pensamos que era sólo algo coyuntural que cambiaría con los años. El Gran Reinicio reducirá más las vocaciones, mientras que los sacerdotes y religiosos serán menos, más ancianos y cada vez más alejados de los laicos. Una de las metas del "Gran Reinicio" es la estandarización de la educación. La educación  confesional en escuelas y colegios desaparecerá lentamente porque no interesa que existan diferencias en la creación de los recursos humanos.

Joseph Ratzinger ya nos indicó que el futuro de la Iglesia sería perder su relevancia social:

Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. (J. Ratzinger Fe y Futuro)

¿Estamos preparando esta Iglesia irrelevante y al mismo tiempo más fiel a Cristo? Todavía no terminamos de darnos cuenta de este tsunami que tenemos a pocos metros de nosotros. Sin duda, el Espíritu Santo será quien provea de fuerza a quienes tengan que sostener las micro comunidades cristianas que irán emergiendo del caos que producirá el "Gran Reinicio" de la sociedad. En estos momentos los fieles parece que hemos perdido toda motivación religiosa.

La sacralidad tendrá que reconvertirse para permitir que los fieles tengamos acceso a los sacramentos. Quizás no sea tan fácil recibirlos en un futuro cercano. De hecho, la Confesión casi ha desaparecido, la Eucaristía se reduce por la falta de sacerdotes, las parejas ya casi no reciben el sacramento del matrimonio, los niños cada vez se bautizan menos, la unción de enfermos no abunda. Ya vivimos el inicio del "Gran Reinicio" y no terminamos de darnos cuenta de ello. Seguramente el 2021 sea un año en el que tendremos que luchar para generar un cambio de actitud dentro de la Iglesia. 

Que tengan un año 2021 lleno de bendiciones y no olviden que la santidad les espera en cada segundo de su vida.





domingo, 18 de julio de 2010

El mundo y el cristiano

En la sociedad de la tolerancia en que vivimos, reseñar que el cristiano y el mundo deberían estar enfrentados, suena especialmente mal. Suena mal, aunque este enfrentamiento no signifique odio alguno por parte del cristiano. Dios mismo amó y ama al mundo, en tal grado, que fue y es, capaz de manifestarse en su seno:

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Jn 3, 16)

El cristiano, a semejanza de Cristo, debe amar al mundo de manera que se compromete a si mismo (como la levadura) para transformarlo. Quien ama no puede tolerar ni vivir desafecto de sus hermanos. Quien ama se enfrenta al amado para que el objeto de su amor se convierta, se transforme.

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» (Mt 13, 33)

El mundo es semejante a la masa de harina que debe ser transformada en pan … que es el paradigma del Reino de Dios. El mundo no es más que la sociedad humana que vive de espaldas a Dios. El Reino es la comunidad cristiana que hace su vida en sintonía con Dios. El cristiano se gasta transformando el mundo en Reino de Dios.

Pero, evidentemente, el mundo no se deja transformar, ya que dejaría de ser lo que es para ser algo nuevo. Dejaría su antigua naturaleza para convertirse en algo diferente. Ante la conversión, el mundo se defiende y odia a quienes penetran en su seno, como levadura que le transforma.

Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió. (Jn 15-18-21)

Cuando el mundo odia a quienes siguen a Cristo y lo transforman en el Reino… aparece la discordia y la división. Aparecen los repudios, rechazos y condenas.

«No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. (Mt 10, 34-36)

Pero… ¿No había venido Cristo a traer la paz? Leamos lo que Eusebio de Cesarea nos indica sobre el tema. En este texto encontramos el hilo de la Tradición que soluciona de la aparente paradoja que se plantea el cristiano de hoy en día:

“Jesús es la paz y vino a reconciliar las cosas del cielo y las de la tierra”. Si esto es verdad, ¿cómo podemos comprender lo que el mismo Salvador dice en el Evangelio: “No crean que he venido a traer paz a la tierra?”. Pero qué. ¿Es que la nieve puede calentar o el fuego enfriar? ¿Es posible que la paz no procure la paz? ¿Cómo puede decir la paz en persona: “No crean que he venido a traer paz a la tierra”; cuando se dice de esa paz que es Cristo: “He venido a reconciliar las cosas del cielo y las de la tierra”, y además dice el Evangelio: “Ha venido no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por su medio”?

Si alguien desea instruirse sobre el Señor, que rechace los pensamientos de su propio corazón y mantenga despierta la mirada purificada de su espíritu. El propósito de Dios, al enviar a su Hijo, era salvar a los hombres. Y la misión que él debía cumplir era establecer la paz en el cielo y en la tierra. ¿Por qué desde entonces no hay paz? Por razón de la debilidad de los que no han podido aceptar el resplandor de la luz verdadera. Cristo proclama la paz; así lo afirma el apóstol Pablo cuando dice: “Él es nuestra paz”, es decir, la paz únicamente de aquellos que tienen una actitud de fe y de recepción.

Pero ¿cómo es posible que Cristo no haya traído la paz a la tierra? Una hija cree, y su padre continúa infiel. Puesto que la misma predicación de la paz obra la división, ¿qué asociación puede haber entre creyente e incrédulo? El hijo se convierte, el padre continúa en la incredulidad. La oposición es inevitable. Donde se proclama la paz, se instala la división. Y es una división salutífera, puesto que nos salvamos por la paz. Y no se trata de una interpretación puramente personal, es exactamente lo que hemos escuchado de labios del Señor: “No crean que he venido a traer paz a la tierra”. Y todavía más enérgicamente, añade: “No he venido a traer paz sino espada”. ¿Cómo? ¿No la paz sino la espada? He venido a enfrentar al hombre con su padre. Elijo al hijo y esto desagrada a su padre. Fíjate en el tono de las palabras. Porque se refiere al filo de la espada, dice: “No crean que he venido a traer paz a la tierra”... Proclamo la paz, sí, pero la tierra no la acepta. No era ese el propósito del sembrador, sino que esperaba el fruto de la tierra. (Eusebio de Cesarea, Sobre la palabra del Señor: [PG 24, 1176-1177])

La paz que nos trae Cristo no es la paz de la tolerancia y del desafecto que se vende hoy como sinónimo de amor. El amor no es indiferencia. El amor transforma, aunque duela y desgarre. No podemos quedarnos en la vacuidad de que todo es igual, todo es indiferente y que el amor es dejarnos vivir como queramos. Esto no es más que la estrategia del gran disgregador. El diablo nos canta al oído que no vale la pena padecer el odio del mundo. Nos dice que es mejor vivir en indiferente y vacía “armonía” con todo. Nos enseña que es mejor relativizar para no tener que comprometernos con nada hasta el fin.

Tras enunciar esto, rápidamente, los profetas de la tolerancia, nos dirán que nuestra actitud es troglodita y reaccionaria. Que vivimos en los tiempos de Constatino al querer tomar la espada contra quienes no piensan como nosotros. Nada de esto es cierto. Cristo no tomó la espada, no por ello dejó pasar la ocasión de transformar al mundo que se enfrentaba a El. Cristo ejerció el amor con firmeza y sin tolerancia.

Dijo a los que querían lapidar a la adultera… que el que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra y terminó indicando a la pecadora que dejara de pecar. Echó a los mercaderes del templo, aunque eso significara arruinar a las familias que vivían de esa actividad. No toleró ni a unos y ni otros… los transformó según el Reino de Dios. Según el Reino que pedimos que venga a nosotros, cada vez que rezamos el Padre Nuestro.

--oOo--

Señor, venga a nosotros tu Reino
Reino, que es lugar y tiempo donde Tu voluntad impera.
No nos dejes caer en la tentación de imponer
nuestra cómoda voluntad particular.
Líbranos de quien desea separarnos de Ti.
Amen

sábado, 21 de febrero de 2009

¿Qué es la Religión?

La etimología de la palabra religión ha sido estudiada a fondo por muchos autores y aunque no es posible dar una etimología precisa, es más que probable que provenga del verbo latino re-ligare: “volver a unir, relacionar, amarrar”. Pero ¿Qué necesita ser unido de nuevo?

Evidentemente solo se puede volver a unir algo que haya sido roto previamente. ¿Qué vuelve se vuelve a unir por medio de la religión? ¿Qué es lo que fue roto y debe reintegrarse?

La respuesta es la la relación entre Dios y el ser humano como individuo y como comunidad. Si el ser humano y Dios deben unirse, es necesario disponer de un camino o medio adecuado. Este camino que enlaza a Dios y el ser humano es lo sagrado. En el caso del judaísmo y el cristianismo, contamos con revelaciones que nos permiten establecer claramente la materia y el objeto de lo sagrado.

Desgraciadamente hay muchas personas que confunden “lo sagrado” con la Divinidad, Mircea Eliade fue uno de ellos [1]. Si seguimos sus indicaciones y unimos “lo divino”y “lo sagrado” dentro de un mismo concepto obtenemos un concepto erróneo de lo que significa la Fe y su desarrollo dentro del ámbito religioso. Si la divinidad es parte de lo sagrado, estaremos aceptando que la relación que podemos re-establecer es puramente fenomenología y que se produce dentro del una dimensión humana. Para Mircela Eliade y otras muchas personas, religión es una construcción puramente humana. De ahí que estas personas tiendan a pensar en la religión como algo contingente y hasta un medio de control social. No es raro, por lo tanto, que estas personas reclamen la desaparición de la religión formal y la absoluta relativización personal del camino hacia Dios.

También es posible pensar que lo divino contiene lo sagrado. Si pensamos de esta manera llegaremos a ver imposible el acceso a Dios. si Dios no es accesible, también se puede proponer que cada cual busque la forma de "contentarse" de manera únicamente subjetiva, emotiva y personal. Es evidente que entonces no podemos más que actuar de manera socio-cultural frente a El, con lo que nos quedaremos en el “disfrute” de la fenomenología humana, personal, que solo es relevante desde el punto de vista subjetivo-cultural-emotivo. Por lo tanto, la revelación no será más que una propuesta humana ajustada a nuestra capacidad para entender lo que "podría" ser Dios.

Volviendo al entendimiento de la religión como una construcción humana, es posible proclamar que las religiones actúan como grilletes espirituales, debido a todos los convencionalismos presentes en ellas. También se puede proclamar que las religiones buscan un espacio cultural-social particular y concreto donde desarrollarse y que esto las hace ser selectivas, en mayor o menor medida, con quienes se integran en ellas. El sentido de pertenencia a determinada religión actúa como factor de confianza y se condiciona a la aceptación de ciertas normas u obediencias, lo que frena el libre desarrollo de la espiritualidad personal. Estas y otras muchas objeciones se escuchan con frecuencia fuera y dentro de la Iglesia Católica. Dentro de la Iglesia Católica hay un grupo de personas que se alinean claramente con un planteamiento agnóstico del cristianismo.

Todas estas objeciones parten de una hermenéutica (entendimiento) que juzga y valora desde la superficialidad y apariencia el hecho religioso. Se entienden los actos y normas religiosas como convencionalismos limitativos de la espiritualidad personal. Estas razones sólo se pueden sustentar si nos fijamos en la capa externa de la religión. Si nos limitamos a las apariencias públicas o privadas, resueltamente toda religión limita en gran medida nuestra capacidad de crear formas nuevas adaptadas a cada uno de nosotros. Pero nos olvidamos que toda la profundidad que contiene en la dimensión interior a las religiones.

A modo de símil, si observamos una piscina podemos considerar los muros que la conforman como limitadores de la libertad de movimientos de quien decide bañarse. Pero es evidente que sin estos muros, no sería posible conservar el agua que nos permitirá nadar. Quienes proponen una religión personal sin limitaciones ni imposiciones, terminan por proponer un espacio de vivencia emotiva que es real ni transcendente.

Lo sagrado, entendido como camino de unión con Dios, se puede sentir ajeno a nosotros o sentirlo como necesario para la nuestra vida. También podemos pensar en lo sagrado como fin o como medio. Podemos decidir vivir la religión de manera comprometida o de manera superficial o incluso utilitaria-funcional. Pero en todo caso, la religión es un camino que nos une a otras personas y nos permite enfocar nuestra vida de forma comunitaria. Comunidad que necesita de confianza y por lo tanto de ciertas normas de convivencia y de desarrollo espiritual. Camino que es misterio, en cuanto no sabemos demasiado de él. Camino que normalmente se desprecia y se cambia por conveniencias ideológicas, dando lugar a la terrible pérdida de unidad que nos aflige. La unidad necesita de pervivencia de lo fundamental. Si lo fundamental se corrompe y se hace contingente, maleable, adecuado a la sociedad, la unidad queda rota por las desconfianzas que aparecen entre nosotros.

Desde mi punto de vista, el Misterio Cristiano (camino o religión) es la particularización de lo sagrado para todos los que nos consideramos cristianos. En un camino común que debemos vivir unidos en comunidad. Sin la comunidad perdemos el anclaje a lo sagrado, que es donde se manifiesta Dios «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,20).

Este Misterio Cristiano es hermenéutica [2] de todo lo revelado. Misterio que propone un camino que nos acerca a lo Dios por medio de la fe, esperanza y caridad.

En la espiritualidad cristiana oriental se ha conservado el sentido trascendente de la búsqueda de lo Divino asimilado a un camino por el que debemos transitar. Este camino está reflejado claramente por las tres fases de la mística cristiana oriental: Praxis, contemplatio naturalis y theosis [3] que forman parte medular del cristianismo desde el sus inicios. La religión es justamente este camino que nos acerca a Dios unidos en comunidad. Jean Hani dedica un capítulo de su libro “Mitos, ritos y símbolos” [3] a profundizar sobre el significado de esta contemplación y al carácter místico e intelectual de su naturaleza. Entiéndase intelectual en el sentido tradicional y de ninguna manera como el uso aséptico de la lógica de proposiciones, basadas únicamente los aspectos medibles y cuantizables de la realidad.

Revisando las tres fases del camino místico hacia Dios, podemos encontrar muchos elementos de reflexión:

Praxis o ascesis. Representa el dominio de lo contingente que tenemos en nosotros mismos. No se trata de destrozar lo que somos, como algunas escuelas gnósticas defienden, se trata de vencerse por medio de la recta práctica de lo que realmente somos. En un escrito sobre el método de la oración hesicasta según el padre Serafín del monte Athos [4], podemos leer como el camino empieza por dominar las incomodidades corporales, para trascender lo que nos ata a nuestro origen animal. Meditar sentado en un monte y dejando el frío o el hambre en segundo plano, es como se inicia camino. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga.”” (Mt. 16, 24).

Una vez dominadas las contingencias propias, entraríamos en la contemplátio naturalis. Contemplando la realidad, buscando analogías y esforzándose para ver detrás de ellas las razones que las sustentan, es posible entrever la divinidad oculta tras el velo interno del “sancta sanctórum”. Precisamente en este camino hacia la compresión de la realidad, se va reintegrando, 
en una espléndida unidad, todo lo que en el mundo moderno parece disgregado, caótico o sin sentido. Parece que caminamos de nuevo hacia el Edén. Estamos, por lo tanto, re-ligándonos con lo divino por medio de lo sagrado, que se hace vida real por medio de nuestra religión.

El siguiente paso es la theosis, la divinización. No se trata de hacernos Dios, como algunas sectas gnósticas interpretan el asunto. Se trata de unirnos con Dios reencontrando la relación primitiva que perdimos. En el escrito hesicasta [7], nos localizaríamos en la meditación como Jesús. ¿Qué podemos esperar de esta fase? El escrito hesicasta [4]nos da alguna pista

"
Eso sólo el Espíritu Santo te lo puede enseñar. "Quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Lc 10, 22). Tienes que hacerte hijo para rezar como el Hijo y tener con quién él llama su Padre, las mismas relaciones de intimidad que él y esto es obra del Espíritu Santo. El te recordar todo lo que Jesús ha dicho. El evangelio se hará vivo en ti y te enseñará a rezar como hay que hacerlo".

La revelación cristiana permite un acceso a Dios que excede la capa externa de apariencias, ceremonias y convencionalismos sociales que algunos creen que es la religión. Tras esa capa de apariencia se inicia el camino hacia la re-unión. La hermenéutica de la revelación entendida como camino hacia Dios, no es más ni menos el propio Misterio Cristiano en toda su extensión.

[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35
[2] Esoterismo Guenodiano y Misterio Cristiano. (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
[3] Mitos, ritos y símbolos (1999). Jean Hani. José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca.
[4]. Questions de: "Meditation" nº 67. Leloup,Jean-Yves. d. Albin Michel. http://www.terra.es/personal/javierou/con-athos.htm

martes, 3 de febrero de 2009

¿Qué es lo Divino y lo humano?

Divino-humano y sagrado-profano forman dos binomios compuestos por elementos antagónicos que nos encontramos constantemente al escudriñar las profundidades de nuestra religión.

No es raro encontrar que divino y sagrado 
se toman como sinónimos. Lo mismo sucede con humano y profano, que tienden a comprenderse como asimilables . Esta simple asignación de equivalencia, más que simplificarnos la vida, nos trae innumerables dolores de cabeza al intentar componer el puzzle que significa creer en Dios en la sociedad actual. Por lo tanto, es necesario delimitar qué es cada cosa y qué función tiene dentro de nuestro entendimiento.


Encontramos una referencia en la obra de Mircea Eliade. Gracias a ella es posible acercarse al significado de “lo sagrado” como una dimensión de nuestra humanidad y concebir que todo hombre tiene una importante dimensión religiosa. Gabriel Andrade, en su artículo sobre Eliade y Girald [1] hace una síntesis de gran claridad sobre la esencia de la obra de Eliade:

“[Para Eliade]
Lo sagrado es una suerte de absoluto que abarca todo lo religioso y que se opone a su contraparte, lo profano

Tomando como base el “homo religiosus” de Eliade, “lo sagrado” se contrapone constantemente a “lo profano” en todos los aspectos vivenciales y actos que realiza. Además, entiende la dimensión sagrada como algo absoluto y común a todas las religiones, aunque no compartan el mismo concepto de divinidad, práctica y trascendencia. Podemos hacer una primera crítica de esta visión indicando que el entendimiento que Eliade propone es, en muchos casos, poco sistematico [1].

También podemos criticar la reducción simplicista que lleva a considerar que la Divinidad, Dios, forma parte de lo sagrado. Es decir, trata a Dios como un objeto más dentro del universo religioso del ser humano; una idea más que se integra en “lo sagrado”. Aceptar la visión de la divinidad que Eliade nos propone significa aceptar que el “Sancta Sanctórum” está vacío y que lo único que poseemos es una apariencia que forma parte de la dimensión socio-cultural del ser humano. Pensando así aceptaríamos el agnosticismo leve imperante dentro del cristianismo contemporáneo. Para dilucidar el asunto es conveniente elaborar un estructura que sistematice esta serie de dimensiones y nos permita guiarnos entre el caos imperante.


Es necesario reflexionar sobre cómo separamos en nuestro entendimiento estas dos dimensiones: los sagrado y lo profano. 
Lo "profano” se presenta como la antítesis de lo "sagrado”, dando por sentado que no pueden convivir. Si aceptamos esto y aceptamos también que lo sagrado resulta imposible de vivir, es fácil preguntarse sobre la utilidad de lo sagrado. Hay tendencias cristianas que propugnan que lo sagrado es algo obsoleto que es necesario ver toda la realidad en igualdad. Dentro de esta línea de entendimiento podemos citar el agnosticismo cristiano que es típico de las corriente progresistas dentro de la Iglesia Católica y otras confesiones. Para ellos Dios existe, pero está an lejos y le importamos tan poco, que es como si no existiera. 


Hay otro entendimiento que parte de premisas contrarias. Dios existe y está implicado de forma constante y cercana en nuestra vida cotidiana. Aceptando esta premisa la realidad que nos rodea se comprende una manifestación de Dios. Hay que tener cuidado, porque llevando esto al extremo nos encontramos con el pensamiento gnosticista, que propone que lo humano es imaginario, indiferente y despreciable.


No podemos olvidar que somos nosotros quienes valoramos lo que vemos, entendemos y optamos por dar un significado u otro a lo que se nos presenta delante de nosotros. Cada ser humano está llamado a tener un entendimiento de la realidad que nos rodea, un entendimiento es una hermenéutica que nos guiará a lo largo de nuestra vida. Ser consciente de esto y ser responsable, es imprescindible. 


Desde el punto de vista judío y cristiano, “lo divino” es aquella dimensión que se asocia con Dios. Dios es perfección, totalidad, amplitud, belleza, amor, etc. ¿Qué tipo de relación podemos tener los humanos con la divinidad? ¿Hubo alguna relación directa? Mirando el problema desde el punto de vista de la hermenéutica bíblica, la divinidad es inaccesible al hombre desde el momento en que el hombre “es expulsado del paraíso“. Podemos aceptar que antes de la expulsión existía una relación directa Dios-ser humano y que esa relación fue rota por el ansia del hombre por ser como Dios. Entonces ¿Qué posibilidades tenemos de acceso a lo divino desde ese momento? Si aceptásemos que no es posible la existencia de ninguna relación entre Dios y el hombre, entraríamos en la esfera del agnosticismo cristiano actual. Si consideramos que el ser humano fue creado por Dios con un objetivo, es evidente que debe existir una nueva relación que nos permita seguir formando parte del plan Divino. 


Podemos definir “lo humano”, como todo lo relacionado con la naturaleza falible, relativa y condicionada que llevamos en nuestro interior mujeres y hombres. Lo humano se podría considerar circunstancialmente antitético con lo divino, pero a su vez no es posible desligarlo de la creación divina y de los objetivos que Dios tiene para nosotros. Hay algo que liga, amarra, atrae a lo humano hacia lo divino. Un ansia que solo en los tiempos modernos se desprecia y se acalla mediante la ignorancia y el abuso de las sensaciones y placeres.

Entre divinidad y humanidad aparece un puente: lo sagrado. Lo sagrado está integrado por la revelación que Dios ha dado al hombre a través de los siglos. Es la nueva relación entre Dios y el hombre. Relación que cobra todo su sentido y esplendor tras la encarnación de Cristo.


[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35

lunes, 19 de enero de 2009

¿Misterio?… ¿De qué misterio me hablas?



Hay tres peguntas que el hombre se plantea e intenta responderse a si mismo, en la medida que desea dar coherencia a su vida: ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? y ¿Hacia dónde vas? Se puede vivir sin responderlas e incluso desdeñando la utilidad de planteárselas, pero entonces la vida se vuelve algo contingente, inmediato y consumible. Nos encontramos con el modelo de ser humano que se "vende" por los medios de comunicación. Un ser humano sin sentido, en un universo sin hostil o indiferente a su existencia. Un modelo de persona que sólo puede ahogar su vacuidad en el placer, el consumismo y el poder temporal.

Plantearse estas preguntas no significa llegar a una solución única y válida para todos nosotros. Cada cual llega a sus propias respuestas que representan su camino vital. Después se puede ser coherente o incoherente con esta esencia, pero eso es otro tema. Lo cierto es que si nos detenemos con humildad ante estas preguntas nos encontramos con el misterio. Al dar respuestas estamos creando un puente entre nuestra ignorancia y lo que nos rodea. Algunos creemos necesaria una respuesta colectiva que nos une entre nosotros y nos inserta en el orden supremo que rige el universo. Estamos hablando de la religión. Religión, que es sólo un código socio-cultural de actos y creencias.

Ante los misterios del destino del hombre y del universo, el cristianismo propone respuestas que son un primer paso para satisfacer nuestra necesidad de conocer, sentir y actuar. Estas respuestas invocan a Dios, la Trinidad, el plan de Dios y a Cristo como Dios hecho carne y revelador de los misterios.

Dios se revela al hombre y se muestra por medio del cosmos, sus leyes, como una presencia constante. Dios se revela también por medio de su presencia constante. Comprender el plan de Dios es complicado, pero Cristo acerca esta revelación a todos quienes quieran escuchar sus palabras. Sus palabras son palabras de vida eterna. él se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida. san Juan dice que es Sentido universal: Logos y Amor incondicional: Caritas. Quedarnos en lo puramente intelectual es importante, pero nos detenemos en el primer escalón de acceso al Sancta Sanctorun. Desde este escalón no rasga más que el primer velo del templo. El segundo velo del Sancta Sanctorum queda intacto. El misterio sigue en pié delante nuestra, ya que las respuestas solo nos permiten intuir el plan de Dios de manera general.

¿Qué pasa si queremos dar otro paso hacia delante? ¿Qué podemos esperar encontrar? Debemos ser conscientes que no podemos más que entrever lo que se oculta dentro del Sancta Santorum gracias al carácter traslúcido del velo interno. Si pudiéramos ver claramente, nuestra naturaleza sería divina y además, el pecado no anidaría en nosotros. Pero somos humanos y tenemos que aceptar lo que somos.

En las catequesis es frecuente que se nos diga que ante el Misterio, la mejor opción es tomarlo como tal (olvidarlo) y no perder el tiempo en intentar comprender lo incomprensible. Actualmente se suele decir que lo importante es sentir y que entender no vale para nada. Vale, entonces podríamos preguntarnos ¿Por qué al morir Cristo se rasgó el primer velo? ¿Por qué olvidar lo revelado y vivir como si todo tuviera únicamente un sentido emotivista? Alejarnos del Templo pudo ser la única opción en otros tiempos en donde no se cuestionaba ningún aspecto de la religión y su conocimiento profundo quedaba reservado a unos pocos. Hoy en día todos los bautizados hemos sido llamados a dar un paso adelante de forma consciente y plena. 

En los primeros siglos los cristianos entendían el acceso al misterio como una gracia conferida por medio de los sacramentos. Las catequesis mistagógicas se impartían para  dar razones y entendimiento según el Espíritu de Dios se hacía presente en nosotros. San Ambrosio de Milán explica claramente sentido y objetivo del Misterio, en sus tratados sobre los Sacramentos y los Misterios. Orígenes y San Clemente de Alejandría dejan claro que es posible acercarse a comprender el Misterio. Las catequesis de los primeros siglos del cristianismo, se adentraban en aspectos que hoy en día yacen olvidados y, por lo tanto, accesibles solo a quienes no se conforman con la cáscara postmoderna de una creencia socio-cultural. Un simulacro que llamamos fe, pero que es tan sólo una excusa.

Decir que los misterios son totalmente inaccesibles equivale a aceptar que solo podemos volcarnos sobre los aspectos externos de la Fe. Pero el agnosticismo cristiano tiene las patas muy cortas. Tarde o temprano nos enfrentaremos a la necesidad de explicar las razones que sostienen “lo externo” y no sabremos dar ninguna. Decir que todo es por sentimiento es aceptar que actuamos por simple emotivismo. Sin razones, todo parece que se derrumba en un sinsentido de antigüedades obsoletas para el ser humano contemporáneo. Podemos optar por seguir sin preguntarnos nada y encogernos de hombros cuando otros nos pregunten. Podemos optar por decidir que todo es un entramado falso que no se sostiene y alejarnos de la Iglesia. ¿Qué hacer? No es fácil intentar acercarnos a la parte interna de nuestra Fe, ya que no se habla de ella y si nos han dicho algo, nos han dejado claro que es un camino tapiado.

Este es uno de los problemas fundamentales que presenta la Iglesia en la actualidad: el olvido de lo interno a la Fe y la focalización extrema en los aspectos externos y tangibles. Frente al misterio se opta por simplificar y hacerlo invisible, por lo que Dios también se vuelve invisible a los ojos inmanentes del hombre moderno. Aunque es cierto que la Fe sin obras es una Fe vacía, no lo es menos que las acciones sin Fe terminan por ser algo puramente rutinario. Nos desvincularmos del sentido trascendente del plan de Dios. ¿Plan de Dios? Casi nos hemos olvidado de qué significa y nuestra corresponsabilidad en él.

Uno de los pocos lugares donde el misterio permanece a duras pena visible es en la Liturgia. La Liturgia nos recuerda el Misterio de Cristo cada vez que celebramos una misa. Dice Odo Casel (3):

El Misterio de Cristo, que en Nuestro Señor se llevó a cabo en toda su realidad histórica y física, se realiza en nosotros simbólicamente, bajo formas representativas y figurativas. Sin embargo, éstas no son simples apariencias, signos puramente externos y vacíos, sino que contienen para nosotros y nos comunican la plena realidad de la vida nueva que nos ofrece Cristo, nuestro mediador.

Esta participación, de características absolutamente especiales, en la vida de Cristo, que por una parte se presenta bajo expresiones simbólicas y, por otra, se realiza realmente, fue llamada por los primeros cristianos con la denominación de participación mística


La mística era y es, la participación viva en el Misterio Cristiano. Es obvio que la Liturgia se constituye espacio y tiempo privilegiado para adentrarnos en el Misterio. Liturgia que es camino y resumen perfecto del Misterio Cristiano. Pero el Misterio va más allá de la liturgia. El Misterio se extiende a toda nuestra vida y a nuestras acciones. La liturgia da acceso al Misterio, pero el Misterio se nos presenta a cada minuto de nuestra existencia en forma de vivencias cotidianas que debemos comprender y encaminar. recordemos que en la misa tradicional se despide a los fieles con una frase muy clarificadora: "Ite missa est", que se traduce como: "esta es la misión". ¿Qué misión? La de llevar la Buena Noticia todos los pueblos. La Buena Noticia que hemos vivido en la Liturgia.

Llegado a este punto en necesario dejar claro que el Misterio Cristiano es una hermenéutica de vida que no debe ser propiedad de un grupo selecto de elegidos o una revelación encerrada. Tampoco puede ser herramienta exclusiva sino una realidad inclusiva. Es un libro abierto para quien desee leerlo, un camino para quien desee transitarlo junto a sus hermanos de Fe. No es aceptable plantear lugares cerrados para vivirlo. No es aceptable pensar en caminos alternativos a la total unión con la Iglesia, a la que pertenecemos desde nuestro bautismo. Tal como indica sabiamente Julio Peradejordi (2), de esta manera es como hay que entender que no existe salvación fuera de al Iglesia.


(1) "Esoterismo Güenodiano y Misterios Cristiano". (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
(2) "Esoterismo cristiano y Cristianismo esotérico". (1990). Julio Peradejordi. Obelisco.
http://www.lapuertaonline.es/ar146.html
(3) “El misterio del culto en el cristianismo” (2002). Odo Casel. Centro de Pastoral Litúrgica.

martes, 13 de enero de 2009

El sentido cristiano de la palabra Misterio

La palabra misterio tiene un especial sentido en el cristianismo. Para explicarlo tomo el siguiente texto de K.H. Neufeld (1):
"Bíblicamente, el concepto [misterio] tiene-un carácter absolutamente, peculiar, de tipo escatológico en relación con acontecimientos históricos. Pero estos remiten a un fondo común y unitario, de forma que el uso polifacético de la palabra, dentro de la relación interna de las realidades así designadas (nexos mysteriorum), apunta ante todo al origen y a la consumación de la realidad, a Dios, que es el que últimamente es designado como misterio. Más esto repercute en el sentido de la palabra, ya que aquí no designa simplemente lo desconocido, un enigma, un problema o algo similar. Aquí, en efecto, estas expresiones hablan siempre de algo que no debe ser y que es preciso superar, de una exigencia del hombre a conocer y resolver enigmas, sin la cual no puede alcanzar la plenitud de su vida. Hay que resolver el enigma: Mientras no sea así, le queda una insatisfacción y el sentimiento de una carga, de faltarle algo. El misterio en sentido cristiano es algo completamente distinto. Se aproxima al hombre de tal forma y manera que éste presiente y comprende que aquí no se trata de solucionar nada, sino que el misterio debe permanecer para él misterio, porque sólo así tiene significado y reviste importancia para él; porque sólo así constituye su felicidad. El misterio es bueno como misterio. Cualquier intento de solucionarlo tiene que terminar en desgracia para el hombre y pone en peligro su salvación. Por lo demás, semejante intento es siempre ineficaz en su propósito, porque es un intento sobre un objeto inapropiado. Dios y su misterio no son objeto del hombre.

Según esto, el concepto designa algo que simplemente rebasa al hombre, y por esta razón el hombre sencillamente no puede comprenderlo. Tiene que reconocerlo en su índole, que le trasciende. Justamente considerar algo como misterio significa renunciar por parte del hombre a disponer de ello porque es una expectativa indebida, y experimentarlo precisamente así como bueno y verdadero, y en consecuencia como capaz de hacer feliz. Aunque esta experiencia como tal es única, como el mismo Dios al que se refiere, se dan en la vida del hombre experiencias parecidas en el trato con otros hombres.
"

--oOo--

Las dos contradicciones que reseñaba en la entrada anterior del blog son inherentes al concepto cristiano de Misterio: La necesidad de aproximarse a él sin intentar resolverlo y la imposibilidad de ser comprendido en su totalidad.

Entonces ¿Por qué entrar en este ámbito oscuro, interno y tal como indica Jean Borella(2). ¿Cómo pevenir ser engañados por la similitud que tiene con el esoterismo (comprendido como hermenéutica de la revelación)?

La pregunta no tiene una respuesta general y solo podemos buscar respuestas personales, que en muchos casos son intransferibles. Seguramente se preguntará por mis respuestas personales, por lo que comparto algunas de ellas:
  • Tengo una profunda y sincera necesidad de comprender qué sustenta mi Fe y así cimentarla sobre la Roca, que es Cristo. Recordemos la parábola de la casa construida sobre roca.
  • Intentar romper la falsa contradicción que separa lo sagrado de lo profano. Creo que en la lucha por disolver estos contrarios, en la vida diaria, se esconde el camino hacia el Reino de Dios.
  • Recobrar mucho de lo perdido por el cristianismo en su tránsito por el camino de la modernidad. El cristianismo en general y la tradición latina en particular, olvida frecuentemente que la Fe sin fundamentos languidece o se enquista.
  • Intentar difundir lo que vaya encontrado con usted. Lo que es un placer.
    (1) Misterio/Misterios. Teología fundamental. K.H. Neufeld. http://www.mercaba.org/DicTF/TF_misterio_misterios.htm

    (2) "Esoterismo Guenodiano y Misterio Cristiano". (2005). Jean Borella . Sophia Perennis

viernes, 9 de enero de 2009

Misterio Cristiano

Los discípulos se acercaron y le preguntaron: ¿Por qué le hablas a la gente en parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los Misterios del Reino de los Cielos; mas a ellos no les es dado. Al que tiene, se le dará más y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará”. Mateo 13:10-12
Cristianismo y misterio. En el cristianismo (como en la mayoría de las religiones) es posible definir dos tipos de acercamientos a la Revelación. El primer acercamiento es externo, aparente, abierto a la sociedad. El otro acercamiento es interno, trascendente, profundizador en los misterios de la Divinidad y los objetivos del Creador.

Pero, ¿Cómo denominar a este acercamiento a interno? Tenemos que ser conscientes que no existe un consenso para denominar y definir esta cara interna de nuestra Fe cristiana. Algunos incluso niegan su existencia o la aceptan solo como una reliquia del pasado, inservible hoy en día.

Otros llaman a esta cara, 'esoterismo cristiano', como René Guénon. Hay que tener cuidado porque hablar de esoterismo conlleva un sentido cerrado y exclusivo que no se corresponde con el sentido abierto “ad gentes” del cristianismo. Cristo predica a las gentes, no en un lugar cerrado, aunque entenderlo requiera algo más que oídos y atención. Los esoterismos parten de un sentido mistérico, exclusivo del conocimiento. El esoterismo se transmite en grupos cerrados o semicerrados, que se dicen depositarios de conocimientos que solo revelan a quienes son dignos de ello. Es lo que Jean Borella (1) denomina esoterismo formal, que implica exclusión de los 'no iniciados'. El cristianismo interior, profundo y místico podría ser confundido con un esoterismo tradicional, pero es muy diferente. Es una hermenéutica abierta de la revelación divina.

También hay otras personas, como el Cardenal Martini (2), que se internan en este ámbito interior llamándole “Sentido oscuro de Dios”. Particularmente, creo que llamarle así predispone a pensar en la existencia de una dificultad inabordable para el acceso al Misterio, lo que solo es parcialmente cierto. Es interesante constatar que el Cardenal Martini considera la necesidad de reimplantar un tipo de disciplina del arcano para preservar y transmitir este “sentido oscuro” a los catecúmenos, lo que nos lleva a pensar que para él existe un esoterismo dentro del cristianismo.

El camino hacia esta zona interna es un camino místico, ya que la mística busca penetrar en el misterio de la Divinidad. Llamarle mística es atrayente, y certero, ya que la palabra mística define el carácter misterioso u oculto y la existencia de camino para el acceso a este Misterio. Pero actualmente esta palabra ha perdido su sentido original. La mística se considera hoy en día como un tipo de actitud desconcertante, misteriosa, irracional, que se expresa mediante experiencias sensoriales y emotivas. Se considera que la mística conlleva comportamientos extraños y hasta antisociales. Es complicado que hoy en día se acepte que la mística es un camino de vida equilibrado y plenificador. Un camino intelectual, emocional y volitivo. Por lo tanto, la palabra mística induce a olvidar que también hay conocimiento y compromiso en esta cara interior de la Fe.


Algunos Padres de la Iglesia, como Orígenes o Clemente de Alejandría, penetran en este ámbito llamándole 'gnosis cristiana'. Para ellos la 'gnosis' (conocimiento) es lo que nos permite acercarnos al Misterio. Podríamos adoptar la decisión de utilizar esta denominación, pero no nos parece adecuado debido a las innumerables sectas gnósticisctas pasadas y presente. Es difícil que se diferencie con facilidad los falsos gnosticismos heréticos de la verdadera gnosis cristiana. Para que vean que no me columpio al decir estas cosa, les invito a leer con detenimiento el texto de la Audiencia que el Papa Benedicto XVI dedicó a Clemente de Alejandría.

Uniéndome a la propuesta formulada por Jean Borella, creo interesante utilizar la denominación Misterio Cristiano, aunque soy consciente de que esta denominación también tiene sus problemas. Denominar a algo “misterio” parece implicar que es algo estático a la vez que disuade de abordarlo. Si aceptamos que este Misterio es accesible, tendríamos que clarificar el aparente contrasentido de seguir llamando misterio a algo que se puede conocer en parte. No podemos dejar de afirmar que conocerlo completamente es imposible ¿Qué sentido tiene ir en su búsqueda si no es posible conocerlo completamente? Esta pregunta merece ser tratada y lo haremos.


(1) "Esoterismo Guenodiano y Misterios Cristiano". (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
(2) "Reflexiones sobre el sentido oscuro de Dios". (1997). Card. Carlo María Martini
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_01031994_doc_i-1994-ple_en.html#8
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