domingo, 28 de septiembre de 2014

¿Por qué hay iniquidad en la Iglesia? Responde San Agustín


Muchos de nosotros nos preguntamos la razón que lleva al Señor a permitir la iniquidad dentro de la Iglesia. ¿No debería el Señor ocuparse que todo funcionara al 100%? La Iglesia tendría que estar compuesta por seres angélicos, perfectos y fieles, para que no existieran infidelidades y errores. La realidad nos demuestra que todos somos incoherentes, igual que los dos hermanos que aparecen en el Evangelio de hoy domingo (Mt 21,28-32).

No cabe duda que la Iglesia sufre constantemente por nuestros errores. Pero el mal tiene una función que solemos olvidar: evidenciar aquello que está caduco y necesita ser podado.

Tenemos nuestra incoherencia representada en los dos hermanos del Evangelio. Uno que le dice no al Padre, pero que termina haciendo su voluntad. El otro, que le dice que sí pero no hace lo que el Padre le ha indicado. Realmente nos quedan otras dos posibilidades que no se tratan en el Evangelio: el que dice que sí y hace lo que el Padre indica. La otra sería el que dice que no y no hace la voluntad del Padre.

Cristo no habla de las dos posturas incoherentes. Las dos que son coherentes no necesitan de demasiadas explicaciones. Ojala todos fuésemos capaces de decir sí y hacer lo que Dios desea de nosotros. Nos encontraríamos viviendo ya en el Reino de Dios. Pero, el Reino de Dios no es de este mundo. (seguir leyendo)

domingo, 21 de septiembre de 2014

Dios nos devuelve la imagen perdida. San Efrén de Siria

La parábola de los obreros de la hora undécima no es sencilla de comprender. Hace unos días, escuché en Radio María a varias personas que llamaron quejándose de lo poco justo que parece Dios con los obreros. Medimos la justicia y la misericordia de Dios con nuestros erróneos juicios y humanas medidas. En nosotros anida la envidia nos impide comprender la justicia y la misericordia que Dios nos ofrece.

Estos hombres querían trabajar pero «nadie les había contratado»; eran trabajadores, pero sin hacer nada por falta de trabajo y de amo. Seguidamente, una voz les ha contratado, una palabra los ha puesto en camino y, en su celo, no ajustaron el precio de su trabajo como lo habían hecho los primeros. El amo ha evaluado su trabajo con prudencia y les ha pagado tanto como a los demás. Nuestro Señor pronunció esta parábola para que nadie diga: «Puesto que no fui llamado cuando era joven, no puedo ser recibido». Enseñó que, sea cual sea el momento de su conversión, todo hombre es acogido. [...]


Lo que damos a Dios es muy poco digno de él y lo que nos da es muy superior a nosotros. Se nos contrata para un trabajo proporcionado a nuestras fuerzas, pero se nos propone un salario mucho mayor que el que merece nuestro trabajo. [...] Se trata de la misma manera a los primeros que a los últimos; «recibieron un denario cada uno» que llevaba la imagen del Rey. Todo esto significa el pan de vida (Jn 6, 35) que es el mismo para todos; es único el remedio de vida para los que lo comen. (Seguir leyendo)

domingo, 14 de septiembre de 2014

La Cruz no es simulación ni simulacro, es signo de la Verdad

Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Cruz. En plena postmodernidad esta fiesta parece una locura incomprensible. Muchas personas se sorprenden que demos tanto valor a un instrumento de tortura y muerte. Incluso ven en nuestro comportamiento un cierto disfrute sado-masoquista, avivado por los prejuicios que dispersan los medios y un entendimiento perverso del placer que parece que puede ser conseguido por medio del dolor. Pero la Cruz no es nada de esto. Es un signo que marca el camino de Cristo y también nuestro camino.

¿Cómo explicar a una persona actual qué es la Cruz y su importancia? No es sencillo, ya que antes de sentir dolor, estamos dispuestos a cualquier cosa. No nos importa tomar drogas o embotar nuestra mente de mil formas. El dolor es el gran enemigo que buscamos hacer desaparecer sin pensar en los medios que se nos ofrecen para ello.

Para escapar del dolor somos capaces de crear realidades alternativas que nos distraigan. Realidades que creamos para no pensar en nosotros mismos y quienes tenemos a nuestro lado. Nos han hecho creer que necesitamos una realidad personal que nos aísle convenientemente de aquello que nos hace sufrir. Para muchos es mejor dejar de sentir antes de que aceptar nuestra naturaleza humana. ¿Por qué vivimos cada vez más alejados los unos de los otros y de todo lo que nos rodea?

Quizás es porque la realidad en su sentido auténtico, ha dejado de existir para la gente. Sólo es real aquello que te muestra la televisión, y cuando tu propia experiencia no coincide con lo que ves, piensas que eso te pasa porque eres un bicho raro, una excepción. Piensas que eres el único que no es feliz, mientras que el resto sí lo es porque lo dice la televisión. Y te deprimes (P. Santiago Martín. La última Aparición de la Virgen)

Vivimos en una sociedad llena de simulacros, en la que disimulamos continuamente, para sentirnos seguros. Un simulacro es un mentira que representamos como si fuera verdad. Los simulacros son la esencia de la sociedad postmoderna que nos rodea. (Seguir leyendo)

domingo, 7 de septiembre de 2014

La unidad es Cristo. San Juan Crisóstomo

En el Evangelio de hoy domingo, el Evangelista San Mateo relata una serie de frases del Cristo, todas ellas relacionadas con la unidad de la comunidad. Empieza con la necesaria corrección fraterna y termina diciendo que cuando la comunidad se reúne en Su Nombre, El está en medio de nosotros.

La comunidad cristiana es un don de Dios, pero no siempre es así para nosotros. Nos es complicado vivir unidos nuestra fe, trabajando por el Reino de Dios sin fisuras. Pero esto no es un problema actual. Incluso en medio de los Apóstoles surgían roces y problemas constantemente. En los primeros tiempos del cristianismo también era así:

Allí donde hay caridad, el Hijo de Dios reina con su Padre y el Espíritu Santo. Él mismo lo ha dicho: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Amar es encontrarse unidos, es el carácter de una amistad tan fuerte como real.


Me diréis: ¿Es que hay gente tan miserable como para no desear tener a Cristo en medio de ellos? Sí, nosotros mismos, hijos míos; le echamos de entre nosotros cuando luchamos los unos contra los otros. Me diréis: ¿Qué dices? ¿No ves como estamos reunidos en Su Nombre, todos dentro las mismas paredes, en el recinto de la misma iglesia, atentos a la voz de nuestro pastor? No hay la más pequeña disensión en la unidad de nuestros cánticos y plegarias, escuchando juntos a nuestro pastor. ¿Dónde está la discordia? (seguir leyendo...)
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