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martes, 8 de agosto de 2023

Sentido del Misterio en este siglo XXI que vivimos.

Puerta lateral de la Iglesia de Santiago, Torun, Polonia.

"Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20)

Es verano y el calor nos ayuda a reflexionar con tranquilidad sobre lo que, durante el resto del año, casi no nos fijamos. ¿Por qué el Misterio Cristiano va perdiendo relevancia según pasan los años? Durante el Pontificado de BXVI, que Dios lo tenga en su gloria, el Misterio pareció revivir de forma milagrosa. Al menos se detuvo la caída que padecía desde los tiempos de la Revolución Francesa. 

En un sentido trascendente, el término "Misterio" se refiere a aquellas realidades que están más allá de la comprensión superficial, cotidiana y puramente evidente. El Misterio está asociado con aspectos profundos y ocultos de la existencia, la espiritualidad, la fe y la realidad. Para darnos cuenta del sentido del Misterio en el contexto actual, es necesario atender a las siguientes consideraciones:

Revelación personal: Los misterios a menudo están relacionados con experiencias de revelación personal y espiritual. Aquí, el individuo puede sentir que ha obtenido una comprensión directa e íntima de una verdad profunda que trasciende el conocimiento convencional.

Profundidad de conocimiento: Los misterios representan un nivel más profundo de conocimiento que no puede ser completamente capturado o explicado por las formas tradicionales de pensamiento o lógica. Estos conocimientos a menudo se transmiten a través de enseñanzas secretas, simbolismo y experiencias personales de revelación.

Simbolismo y alegoría: Los misterios a menudo se expresan a través de símbolos, analogías y alegorías que requieren una interpretación más allá de su significado literal. Un ejemplo son las parábolas. "El Reino de los Cielo es como..." nos permite entender de forma simbólica y alegórica, aquello que se nos hace imposible de entender por evidencias. Los Sacramento también se denominaban antes como Misterios, ya que exceden nuestra capacidad de comprensión y nos religan con Dios. Los símbolos pueden ayudar a hacer vivo aquello que es difícil de comunicar de manera directa.

Unión con Dios: En la Tradición Apostólica encontramos que los Misterios están relacionados con el deseo de unión con lo Divino, lo Trascendente. Acercarnos a los Misterios nos ayuda a tener más conciencia de lo que conecta, religa, con lo que está más allá de la realidad cotidiana.

Transformación personal: La exploración de los misterios a menudo conlleva un proceso de conversión profunda. Se trata de dejar que la Gracia de Dios haga el milagro de la transformación personal y espiritual. Al comprender y experimentar aspectos lo trascendente, las personas pueden experimentar cambios en su percepción, valores y sentido de propósito. Pero esto no ocurre por la "fuerza" personal, sino por la Gracia del Espíritu.

Exploración de la naturaleza de la realidad: Los Misterios también pueden involucrar preguntas profundas sobre la naturaleza de la realidad, la existencia y el propósito de la vida. Estas cuestiones a menudo desafían los paradigmas convencionales y pueden llevar a una comprensión más amplia de la realidad. Una realidad que padecemos sin llegar a comprender lo que hay tras ella.

Dicho todo esto, es necesario indicar que es complicado encontrar grupos o personas, que cultiven esta profunda devoción por los Misterios Cristianos. Lo normal es que seamos ignorados por las dos tendencias extremas: el tradicionalismo y el progresismo. No somos útiles para sus intereses humanos, por lo que no le llegamos a importar. Como pocos, casi nadie. No representamos peligro para el "status quo" del poder estructural eclesial.

En resumen, los Misterios representan conocimientos y experiencias que van más allá de lo superficial, cotidiano y lo evidente. Estos Misterios pueden estar relacionados con aspectos profundos de la existencia, la espiritualidad, la fe y la conciencia, y su búsqueda puede llevar a una mayor comprensión de la naturaleza de la realidad y la conexión con Dios. Nos ayudan a estar en "sintonía" con la melodía de la creación. Somos pocos, pero no dejamos que la llama de la lámpara se apague. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Ver la ideología en ojo ajeno y no en el propio. Pastor de Hermas

Arranca de ti la tristeza, y no aflijas al Espíritu Santo que habita en ti, no sea que hagas tu oración a Dios en contra tuya y él se aparte de ti. Porque el Espíritu de Dios, que ha sido dado a esa carne tuya, no tolera la tristeza ni la angustia. Así pues, revístete de alegría, que encuentra siempre gracia delante de Dios y siempre le es agradable, y complácete en ella. Porque todo hombre alegre obra el bien, piensa el bien y no hace caso de la tristeza. En cambio, el hombre triste siempre va por mal camino. En primer lugar, hace mal entristeciendo al Espíritu Santo que fue dado en alegría al hombre. En segundo lugar, comete iniquidad al no orar ni dar gracias a Dios, ya que siempre la oración del hombre triste no tiene fuerza para remontarse hasta el altar de Dios. La tristeza se ha asentado en su corazón, y al mezclarse la tristeza con la oración, no deja a ésta que suba pura hasta el altar de Dios... Purifícate de esta malvada tristeza, y vivirás para Dios. Y asimismo vivirán para Dios cuantos arrojen de sí la tristeza y se revistan de toda alegría. (El Pastor de Hermas. Siglo II)

Vivimos en una sociedad que genera tristeza. Las pocas personas que conozco que van con su rostro siempre alegre, son personas que tienen a Cristo muy dentro de su corazón. La inmensa mayoría de nosotros vive deseando lo que no tiene y desdeñando lo que tiene. El césped del vecino, siempre es más verde, como si el color del césped nos aportara algo importante a la vida.

En el Pastor de Hermas, se habla de la tristeza y del daño que genera en nuestro corazón. Un corazón triste, está siempre cerrado, ya que tememos recibir más dolor de fuera. Un corazón abierto, es capaz de darse cuenta de todo lo bueno que ha recibido y recibe de Dios. No me cabe duda que una de las armas que el enemigo utiliza con nosotros, es la tristeza. Si nos sentimos abatidos, derrotados, entramos en un estado de abulia y desafecto, muy contagioso.

La esperanza trae de la mano la alegría. Nadie que se sienta sin esperanza, es capaz de sonreír o de ayudar a quien lo necesita. Nuestra sociedad occidental parece cargar con la pesada carga de la falta de sentido y esperanza. Esta desesperanza se cuela en la Iglesia con mucha facilidad y genera una gran cantidad de problemas.

Esta semana pasada se produjo un lamentable incidente en la Catedral de Buenos Aires. El martes pasado se convocó una ceremonia interreligiosa judeo-cristiana para conmemoró la Noche de los Cristales Rotos. Día en que se inició el holocausto judío en tierras alemanas. Al iniciarse la ceremonia, un grupo de personas empezaron a rezar el Rosario en voz muy alta, impidiendo que la ceremonia ecuménica se desarrollara con propiedad. Rápidamente, algunas personas asistentes llamaron a estos católicos nazis y lefevrianos. Se vivieron momentos de enfrentamiento, que terminaron tras solicitar que abandonasen el templo las personas que rezaban el Rosario.

Cómo es posible que nosotros mismos nos enfrentemos, confrontando razones para oponernos unos a otros. Nadie duda que existan razones para el enfrentamiento, hay tantas como se nos ocurran y seguramente todas ellas serán razonables y hasta defendibles. Pero ¿Qué objetivo tiene enfrentarnos? Ninguno que conlleve paz, unidad, concordia y alegría. Ninguna de las razones que se pueden dar tendría en su formulación la palabra esperanza. Lo que hubo en todas las bocas de las personas que se enfrentaron fue la palabra tristeza. ¿Cómo se va a orar a Dios con el corazón lleno de tristeza? Pues unos y otros lo intentaron. El Pastor de Hermas nos señala que estas oraciones no llegan a despegar de nosotros mismos. Nuestros egoísmos atrapan las palabras y las vacían de significado.

Es muy fácil tomar partido por uno u otro grupo, pero si lo hacemos, estaríamos dando alas a la tristeza que nos rodea. Ante estos sucesos me viene a la mente la indicación de Cristo sobre la capacidad de ver la paja en el ojo ajeno, mientras somos incapaces de ver la viga en el propio. Si cambiamos la palabra paja por ideología, llegaríamos a darnos cuenta que unos y otros generan una brecha que les separa. Unos por utilizar un tempo católico para una ceremonia que genera malestar entre algunos de nosotros. Otros por utilizar las bellas palabras del Rosario, como armas contra sus hermanos.

El Papa Francisco nos ha advertido sobre los cristianos ideológicos: “Los que transforman la fe en ideología y alejan a todos los demás de los jardines y de los pozos de la gracia


Lo fácil es decir que “el otro” es el ideologizado, lo imposible, sin la Gracia del Señor, es aceptar que la caridad empieza por nosotros mismos. ¿Queremos alejarnos de la ideologización? Empecemos por intentar no hacer sufrir a nuestros propios hermanos. 
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