domingo, 19 de abril de 2009

Fides quaerens intellectum. La fe busca entender

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”Este mandamiento es el principal y primero. (Mateo 22, 34-39)

Cuando un ama, busca el objeto de su amor. Amar a Dios requiere de una afinidad que supera el simple sentimiento, requiere una postura activa de ir en busca de Dios… Pero ¿Cómo hacerlo? San Clemente de Alejandría viene a ayudarnos: 
«Fides quaerens intellectum.» (La Fe que busca comprender)


Afirmamos que la fe no es inoperante y sin fruto, sino que ha de progresar por medio de la investigación. No afirmo, pues, que no haya que investigar en absoluto. Está dicho: «Busca y encontrarás» (cf. Mt 7, 7; Lc 12, 9)... Hay que aguzar la vista del alma en la investigación, y hay que purificarse de los obstáculos de la emulación y la envidia, y hay que arrojar totalmente el espíritu de disputa, que es la peor de las corrupciones del hombre... Es evidente que el investigar acerca de Dios, si no se hace con espíritu de disputa, sino con ánimo de encontrar, es cosa conducente a la salvación. Porque está escrito en David: «Los pobres se saciarán, y quedarán llenos, y alabarán al Señor los que le buscan: su corazón vivirá por los siglos de los siglos» (Sal 21, 27). Los que buscan, alabando al Señor con la búsqueda de la Verdad, quedarán llenos con el don de Dios que es el conocimiento, y su alma vivirá. Porque lo que se dice del corazón hay que entenderlo del alma que busca la vida, pues el Padre es conocido por medio del Hijo. Sin embargo no hay que dar oídos indistintamente a todos los que hablan o escriben... «Dios es amor» (1 Jn 4, 16), y se da a conocer a los que aman. Asimismo. «Dios es fiel» (I Cor 1, 9; 10, 13), y se entrega a los fieles por medio de la enseñanza. Es necesario que nos familiaricemos con él por medio del amor divino, de suerte que habiendo semejanza entre el objeto conocido y la facultad que conoce, lleguemos a contemplarle; y así hemos de obedecer al Logos de la verdad con simplicidad y puridad, como niños obedientes... «Si no os hiciereis como esos niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 3): allí aparece el templo de Dios, construido sobre tres fundamentos, que son la fe, la esperanza y la caridad... (Clemente de Alejandría. Stromata. V, 11, 1ss.)

Seguramente en este texto de Clemente encontréis muchos ecos de las entradas anteriores de este humilde blog. Tal como nos indica Clemente, es necesario que nos familiaricemos con el amor de Dios, que busquemos semejanzas, analogías ya que por medio de ellas podemos llegar a cimentar nuestra Fe. No se trata de creer algo que no se ve, … se trata de creer en aquello que se nos revela. Para contemplar y comprender nos hace falta abajarnos hasta nuestra verdadera naturaleza y mediante la humildad de sabernos limitados y falibles, actuar con la pureza de los niños. Solo actuando como niños podremos ver a Dios en todo lo que nos rodea.

Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. (Mateo 5,8)

Tan simple y tan complicado para el ser humano de nuestros días. El ser humano se siente poseedor de todo el poder y el conocimiento, además se siente capaz de delimitar por si mismo qué es el bien y el mal. En la sociedad actual, más que negar a Dios, nos afanamos en olvidarle o recluirle de manera controlada en espacios y momentos delimitados. Cuanto más profanos mejor, a fin de evitar sentirnos fuera de lugar. El tiempo y el espacio sagrado ya no son fuentes de vida que se expande a todo el mundo profano… todo lo contrario. El mundo profano penetra en la sacralidad para alejarla de nosotros y de su verdadero objetivo. Al olvidar a Dios hacemos imposible su búsqueda. Si le preguntamos a un creyente medio qué significa el primero de los mandamientos… seguramente lo pondremos en un apuro sin salida. Pero a lo mejor podemos dar algunas pistas para comprender, en la medida de lo posible, este mandamiento.

Amar a Dios con todo nuestro corazón. El corazón no es el centro de la emotividad tal como se estima hoy en día. El corazón al que se refiere Jesús es el centro de nosotros mismos. Por lo tanto se trata de amar poniendo nuestra centralidad en Dios, colocando a Dios como elemento indispensable para cada paso y elección que realicemos. Jean Hani comenta el concepto de corazón como centralidad al hablarnos del Corazón de Jesús [1].

Amar a Dios con toda nuestra alma. El alma es la chispa divina origen de la vida, sensibilidad y espiritualidad en cada uno de nosotros. En el alma tradicionalmente se recoge la capacidad de actuar, por lo que amar a Dios con el alma es poner nuestra vida al servicio de Dios en todo momento.

Amar a Dios con todo nuestro ser. Somos gracias a que Dios comparte el ser con nosotros. Si amamos a Dios con todo nuestro ser, estaremos sincronizándonos con Dios y con sus objetivos. Seremos entonces realmente íconos de Dios en el mundo. Símbolos que permitan al Ser Divino manifestarse en la realidad que nos rodea. Amar a Dios con todo nuestro ser es unirnos a Dios y al mismo tiempo unirnos a los demás.

Tras el apuro de explicar este mandamiento, eso si, seguro que la segunda parte del texto evangélico resulta más evidente:

El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas (Mateo. 22, 40)

Pero… ¿Cómo nos amamos a nosotros mismos? ¿Nos buscamos a nosotros mismos para amarnos? ¿Cómo amarnos sin comprendernos? ¿Nos amamos realmente o más bien nos soportamos? Sin amar-buscar a Dios ¿Qué referencia de amor tenemos para ofrecer al prójimo?

La pregunta es ¿Cómo amarnos a nosotros mismos correctamente?... pero para contestar esta pregunta hace falta buscar a Dios, ya que solo en El podemos comprendernos. Sin Dios no tenemos objetivo ni razón de ser… Sin objetivos… qué otra cosa podemos hacer más que darnos pena y buscar colmar nuestras necesidades y deseos como único alivio a tanto vacío.

¿Dónde buscar a Dios entonces? Ya que resulta que el segundo mandamiento también implica cumplir el primero. La respuesta sería en la sacralidad, que es el camino que nos une y religa a El. Sin sacralidad nada tiene sentido más allá de lo aparente, contingente, operativo o placentero-agradable.

[1] Mitos, ritos y símbolos (1999). Jean Hani. José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca.

viernes, 10 de abril de 2009

Pascua, bautismo e iniciación

El bautismo representa, para todo cristiano, la inclusión en la Iglesia y el inicio del camino en busca de Dios. La inmensa mayoría de nosotros hemos sido bautizados de muy pequeños, por lo que hemos convivido con nuestra condición de bautizados como algo aparente y sin importancia real. Antes de nada cabría preguntarnos si tenemos claro ¿Qué nos ha sido dado con el bautismo? ¿Cómo usarlo adecuadamente? y ¿Qué valor tiene?

El sacramento del bautismo nos liga a Dios y nos confiere su gracia… pero una cosa es lo que se enseña de manera teórica y otra los efectos reales de haber sido bautizado. Muchos bautizados reniegan de su bautismo o se comportan toda su vida como si no hubiesen recibido este sacramento.

La Iglesia reconoce no se recibe la gracia implícita en un sacramento si existe un obstáculo que lo impida. Este obstáculo puede ser la falta de voluntad expresa o ausencia de Fe. Muchísimos bautizados no llegan a recibir totalmente la gracia de su bautismo debido a que no terminan de dar el consentimiento expreso y consciente necesario. Sin este consentimiento y consciencia no es posible recibir la gracia de forma plena. Pero también nos dice la Iglesia que es posible revivir un sacramento cuando se adquiere esa buena disposición, consentimiento, consciencia y Fe que habrían sido necesarias cuando se recibió mal (involuntariamente, inconscientemente) el sacramento. [1]

Una vez revivido, el bautismo nos confiere la Gracia desde el momento que somos conscientes de su significado y nos comprometemos con lo que conlleva haber sido bautizado. No olvidemos que los sacramentos son signos y como tales, deben ser comprendidos para poder integrarlos en nosotros y nuestra vida. Entonces cabría preguntarnos ¿Cuándo y cómo podemos revivificar nuestro bautismo?... el momento ideal es la vigilia Pascual, ya que si se responde de manera personal a las promesas y renuncias bautismales se revive el bautismo recibido. [2]

Para ayudarnos a revivificar nuestro bautismo podemos leer lo que San Ambrosio nos dice en su tratado de Misterios:



Hasta ahora os hemos venido hablando cada día acerca de cuál ha de ser vuestra conducta. Os hemos ido leyendo los hechos de los patriarcas o los consejos del libro de lo Proverbios a fin de que, instruidos y formados por esta enseñanzas, os fuerais acostumbrando a recorrer el mismo camino que nuestros antepasados y a obedecer los oráculos divinos, con lo cual, renovados por el bautismo, o comportéis como exige vuestra condición de bautizados

Mas ahora es tiempo ya de hablar de los Sagrados Misterios y de explicaros el significado de los sacramentos cosa que, si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción. Además de que, por el hecho de cogeros desprevenidos, la luz de los Divinos Misterios se introdujo en vosotros con más fuerza que si hubiese precedido una explicación.

Abrid, pues, vuestros oídos y percibid el buen olor de vida eterna que exhalan en vosotros los sacramentos. Esto es lo que significábamos cuando, al celebrar el rito de la apertura, decíamos: «Effetá», esto es: «Ábrete», para que, al llegar el momento del bautismo, entendierais lo que se os preguntaba y la obligación de recordar lo que habíais respondido. Este mismo rito empleó Cristo, como leemos en el Evangelio, al curar al sordomudo.

Después de esto, se te abrieron las puertas del santo de los santos, entraste en el lugar destinado a la regeneración. Recuerda lo que se te preguntó, ten presente lo que respondiste. Renunciaste al diablo y a sus obras, al mundo y a sus placeres pecaminosos. Tus palabras están conservadas, no en un túmulo de muertos, sino en el libro de los vivos.

Viste allí a los diáconos, los presbíteros, el obispo. No pienses sólo en lo visible de estas personas, sino en la gracia de su ministerio. En ellos hablaste a los ángeles, tal como está escrito: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es un ángel Señor de los ejércitos. No hay lugar a engaño ni retractación; es un ángel quien anuncia el reino de Cristo, la vida eterna. Lo que has de estimar en él no es su apariencia visible, sino su ministerio. Considera qué es lo que te ha dado, úsalo adecuadamente y reconoce su valor.


Al entrar, pues, para mirar de cara al enemigo y renunciar a él con tu boca, te volviste luego hacia el oriente, pues quien renuncia al diablo debe volverse a Cristo y mirarlo de frente.

¿Qué viste? Agua, pero ciertamente no solo eso; viste a sacerdotes que ejercían allí su ministerio, al Obispo que interrogaba y consagraba. Ante todo el Apóstol te enseñó que no hay que contemplar lo que se ve, sino solo lo que no se ve, porque lo que se ve es temporal y, en cambio, lo que no se ve es eterno. Porque en otro lugar encuentras que lo invisible de Dios, tras la creación del mundo, se comprende mediante lo que fue hecho, el poder eterno y su divinidad se perciben por sus obras. Por lo cual el mismo Señor dice: Si no me creéis a mi, creed al menos en mis obras. Cree, pues que allí está la presencia de la Divinidad. ¿Crees en su operación y no crees en su presencia? ¿De dónde se seguiría la operación si no precediese la presencia? (
San Ambrosio de Milán. Tratado sobre los misterios 1-8)


El Espíritu Santo gritará en nuestro corazón: Effetá!! Abreté!!

Las puertas del Santo de los Santos (Sancta Sanctorum) se abren y nos encontramos enfrente de nosotros con la sacralidad de la liturgia y el Templo Interior donde nos espera el Señor.Encontramos con nuestro espacio interior recién abierto, nuestro castillo interior. Ahora consideremos lo que San Ambrosio nos propone en este texto: “Considera qué es lo que te ha dado, úsalo adecuadamente y reconoce su valor”.


[1] Los siete sacramentos: Iniciación teológica (1998). Moliné Enric
Ediciones Rialp. Pag 32-33
[2] Catecismo de la Iglesia Católica. (2005). Asociación de coeditores del catecismo. Punto 1254.

sábado, 4 de abril de 2009

Simbolismo. Oíd la dinámica del misterio. Melitón de Sardes

Lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido no es nada, amadísimos, si se separa de su simbolismo y de su proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del simbolismo—la palabra, del simbolismo; el hecho, de la prefiguración—para que, así como el hecho se manifiesta por la prefiguración, así también la palabra se ilumine por el simbolismo.

Una obra no se construye sin un proyecto. ¿O no se ve lo que ha de ser a través de la imagen que la prefigura? Por eso, el proyecto que se va a realizar se modela primero con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido más alto en grandeza, más fuerte en resistencia, y bello de forma y rico en instalación, gracias a una pequeña maqueta, destinada a perecer. Porque cuando se ha realizado aquello para lo que había sido destinada la figura, entonces, lo que hasta aquí portaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo que es verdaderamente precioso.

Efectivamente, cada cosa tiene su propio tiempo: al modelo su propio tiempo, al material su propio tiempo. Haces el modelo de la obra real. Lo deseas porque ves en él la imagen de lo que va a ser. Suministras el material para el modelo. Lo deseas por lo que se va a construir gracias a él. Ejecutas la obra, a ella sola la deseas, a ella sola quieres, viendo en ella solo el modelo y el material y la realidad.

San Melitón de Sardes

Para entender este texto de San Melitón de Sardes es interesante clarificar los conceptos que utiliza. Se entiende como símbolo a un signo patente de una realidad suprasensible que no solo la manifiesta sino que la representa. Se entiende por signo una realidad de cualquier tipo que, una vez conocida, nos lleva al conocimiento de otra realidad que nos es desconocida. [1]

Denominamos modelo (proyecto) a un esquema teórico o arquetipo de una realidad compleja, que se elabora para facilitar su comprensión y el estudio de su comportamiento. [2]

San Melitón nos descubre una de las primeras claves del Misterio, tal como un cristiano lo entiende. En el misterio reside el simbolismo que expresa el modelo o proyecto sobre el que se sustenta. Si entendemos a Dios como el modelo final de todo lo creado, según desentrañemos la naturaleza, Dios se revela en su parte cognoscible por nosotros. El misterio cristiano es tal magnitud que solo podemos ir desentrañando parcialmente aspectos de la divinidad por medio de la contemplación y la revelación que nos sido dada.

Estos modelos universales no son puramente abstractos y metafísicos, ya que son los mismos que la ciencia descubre y describe mediante la formulación de teorías, relaciones y leyes. La ciencia, lejos de contradecir al existencia de Dios, nos da noticia de Dios como primer modelo de todo lo existente, como motor primero de todo movimiento y como condición de estabilidad en todo proceso de intercambio de energía.

Quien utiliza la ciencia como prueba de la inexistencia de Dios, únicamente demuestra que el modelo de divinidad, limitada, medible, manipulable y manipuladora,… criatura fin de cuentas… es falsa.

En este tiempo de cuaresma es interesante entender la simbología que nos llega a raudales de las escrituras, ya que si no lo hacemos, creeremos estar viviendo algo irracional. Ateos, agnósticos y creyentes literales se sorprenden de la manera en que los cristianos tradicionales entendemos el tiempo Pascua, ya que son incapaces de entender que detrás de los símbolos empleados existe una profunda realidad trascendente.

Siguiendo con los escritos de San Melitón, explicación del misterio de Pascual precisamente sigue la descripción de la clave de misterios a la que nos referimos con anterioridad:

Sentido de la pascua cristiana.
Pero él, el Señor, vestido de hombre,
habiendo sufrido por el que sufría,
atado por el que estaba detenido,
juzgado por el culpable,
sepultado por el que estaba enterrado,
resucitó de entre los muertos y clamó en voz alta:
¿Quién se levantará en juicio contra mí?
Que venga a enfrentarse conmigo.
Yo he liberado al condenado.
Yo he vivificado al que estaba muerto.
Yo he resucitado al que estaba sepultado.
¿Quién puede contradecirme?
Yo, dice, Cristo, he destruido a la muerte,
he triunfado del enemigo,
he pisoteado el Hades,
he maniatado al fuerte,
he arrebatado al hombre a las alturas de los cielos.

Yo, dice él, Cristo.
Venid, pues, todas las familias de hombres manchadas por los pecados.
Recibid el perdón de los pecados.
Porque yo soy vuestro perdón,
yo la Pascua de la salvación,
yo el cordero degollado por vosotros,
yo vuestra redención,
yo vuestra vida,
yo vuestra resurrección,
yo vuestra luz,
yo vuestra salvación,
yo vuestro rey.
Yo os llevaré a las alturas de los cielos.
Yo os mostraré al Padre que existe desde los siglos.
Yo os resucitaré por medio de mi diestra.»

Tal es el alfa y la omega:
Él es el comienzo y el fin
—comienzo inenarrable y fin incomprensible—
él es Cristo,
él es el Rey,
él es Jesus,
él es el Estratega,
él es el Señor,
él es el que resucitó de entre los muertos.
él es el que está sentado a la diestra del Padre.
Él lleva al Padre, y es llevado por el Padre:
A él la gloria y el poder por los siglos. Amén

San Melitón de Sardes

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Cristo se muestra como modelo de víctima ofrecida en holocausto por los pecados del mundo. Si pensamos que el modelo de hombre-Dios se ofrece en holocausto por el perdón de los pecados, entenderemos la redención en todo su esplendor. Al elevarse el modelo de hombre-Dios en la cruz,se hace evidente a todos los hombres y pueden tomarlo como camino hacia Dios. Este acto es análogo al que Moisés realizó cuando elevó la serpiente de bronce, creadora de muerte, para que el pueblo elegido fuese inmune a las mordeduras.

Cristo se muestra como modelo de liberador de las ataduras del pecado y como revivificador de la alianza del ser humano con Dios. Esta revivificación renueva la sacralizad, tal como hasta ese momento había sido entendida. Una vez muerto, el primer velo del Sancta Sanctorum se rasga, permitiendo a los hombres acceder a la liturgia que hasta ese momento era exclusiva para los sacerdotes. El velo como símbolo del misterio accesible por iniciación, se rompe para abrirnos al tiempo sagrado al que solo los sacerdotes podían acceder. Al acceder al interior del templo también accedemos al espacio sagrado reservado para los sacerdotes. Pero una vez abierta la vía, para acceder necesitamos que nos unjan convenientemente: El bautismo nos hace sacerdotes, reyes y profetas para que disfrutemos de los privilegios que hasta ese momento estaba reservados para unos pocos. La Pascua es el momento del bautismo, el momento en que revivificamos nuestra unción. Los sacramentos se presentan como caminos de sagrados, como caminos de re-unión con Dios.



[1] Definiciones tomadas del libro: "Signos y símbolos sagrados. Guía de estudio para la licenciatura de ciencias de la religión". Autor Fernando Soto-Hay García


[2] Adaptación de la definición de modelo del diccionarios de la Real Academia Española de la Lengua
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