martes, 18 de abril de 2023

¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? Parásitos o figurantes



¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? He leído una serie de frases interesantes de un Obispo estadounidense. Un obispo que tuvo un fuerte impacto evangelizador en su tiempo. Mons Fulton Sheen:


Un católico que no se esfuerza de difundir su Fe es un parásito en la vida de la Iglesia. Quien no da fruto es como un árbol derribado en el camino, que impide la marcha del ejército de Dios. Quien no es un espíritu conquistador es un renegado (Mons. Fulton J. Sheen. "The Cries of Jesus from the Cross: A Fulton Sheen Anthology", p. 239)

Parásito es un animal que se alimenta de las sustancias que elabora otro ser vivo de distinta especie, viviendo en su interior o sobre su superficie, con lo que suele causarle algún daño o enfermedad. Yo no llamaría “parásito” a todos los católicos que no evangelizan. Muchos católicos no evangelizadores no se nutren de la Iglesia ni se aprovechan de ella. También es cierto que los católicos no evangelizadores sí generan daños o enfermedades eclesiales, empezando por el sobredimensionamiento de las estructuras humanas. Personalmente, me parece que los católicos no evangelizadores son más bien, figurantes o extras, de una gran obra. Estos figurantes forman parte del decorado, pero no resultan esenciales en la trama ni en el montaje de la obra. Tampoco tienen razones para conocer la obra, ya que sólo actúan haciendo lo que les dicen que hagan. Coincido con Mons Fulton en que un católico no evangelizador es como un árbol derribado en el camino, pero no veo que detengan al “ejercito de Dios”. Podemos generar problemas o enlentecer la marcha. Pero no podemos detener a la Voluntad de Dios.
Sigamos con el texto. ¿Quién no es un conquistador es un renegado? Creo que no es algo tan sencillo de enunciar. El evangelizador no es un conquistador, sino algo mucho más humilde. Se trata de lanzar las Semillas del Reino. El sembrador no necesita conquistar nada. Encontramos nuestro sentido en la propia difusión del Evangelio. Según cada tipo de suelo, las semillas darán lugar a frutos mejores, peores o ningún fruto. Pocas semillas germinan realmente. Cristo lo indico cuando dijo que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos (Mateo 22:14). Esto lo deja claro Mons Fulton J. Sheen en el siguiente párrafo de la cita:

La antorcha de la fe nos fue dada no para deleitar nuestros ojos, sino para encender las antorchas de nuestros semejantes. Si no nos quemamos y no estamos en llamas por la Causa Divina, una invasión glacial barrerá la tierra, entonces será el fin, porque: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18,8) (Mons. Fulton J. Sheen. "The Cries of Jesus from the Cross: A Fulton Sheen Anthology", p. 239)

Quien no se humilla ante Dios, nada puede. No está nada claro que Cristo encuentre fe en la tierra, cuando vuelva. ¿Por qué? Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos. Por muchas Semillas que lancemos no serán muchos los que se interesen realmente. Ir al Banquete requiere dejar lo que estamos haciendo para seguir al Señor. Esto es hoy en día muy complicado. La “invasión glacial” que Mons Fullton señala siempre ha existido. Incluso en los tiempos en que la cristiandad era una sólida realidad político-social y cultural. Entonces eran pocos los que pasaban del primer escalón de atrio de la sala de invitados al banquete. Allí se quedaban como los mercaderes del templo. Ocupados con sus negocios e indiferentes a la trascendencia que les espera en el Sancta Sanctorum. Hoy nos pasa lo mismo. Lo que nos diferencia es que ya no hace falta aparentar lo que no somos. Simplemente nos reímos de quienes llaman al Banquete, No nos hace falta aparentar en el Atrio. ¿Atrio? ¿Qué tiene que ver un atrio con esto? Atrio no es una palabra más dentro de este humilde texto que está leyendo. Tiene sentido llamarlo así. Veamos la razón: Atrio (del latín atrium) fue el patio de entrada a la típica casa romana. También existía en algunos templos romanos. Su utilización paso de la arquitectura romana a la paleocristiana y de esta a la medieval. Es el patio con cerramiento porticado, que precede a la entrada de un edificio. ¿Qué función tenía este espacio? Era una zona de espera para las personas interesadas en conocer la fe. Era un espacio especialmente dedicado la primera evangelización. Muchos católicos llegan al atrio siendo muy jóvenes, pero nadie les conduce dentro. Su conocimiento y entendimiento de la fe, no pasa de ser socio-cultural y nadie se preocupa de ello. Se podría llamar “cristianismo horizontal”. Un cristianismo centrado en lo puramente humano y social. ¿Qué pasaba cuando en el pasado una persona era evangelizada y quería entrar en el templo? En ese momento empezaban las catequesis pre-bautismales. No se realizaban en le atrio, sino en el nártex. ¿Nártex? Otra palabra nueve ¿Qué era el nártex? El nártex era una sala techada entre el atrio y la puerta del templo. Era un espacio que guarecía a los que estaban allí y que además, propiciaba el recogimiento y cierta discreción en los temas que se trataban. Una vez la persona había sido bautizada, ya podía entrar en el templo en las celebraciones sacramentales. Pero no era el final. Mientras no recibiera la comunión tenía que volver a salir una vez acababa la Liturgia de la Palabra. Para estar presente en la Eucaristía, era necesario haber recibido por primera vez este sacramento. Para recibirlo, se necesitaban catequesis mistagógicas y pruebas evidentes de compromiso. Hoy en día hay unos pocos cristianos en el Nártex. Esperan catequesis que les muestren los “Misterios” y les ayuden a ser conscientes de su Fe. Esperan que las puertas del templo se abran y el velo se rasgue. Como pueden ver, el acceso a la fe iba desarrollándose en etapas, de forma similar a lo que hacemos ahora, pero con objetivos muy diferentes. Nos pasa como en muchas cosas, nos quedamos en lo aparente y olvidamos lo esencial. Nos gusta poner por delante el “aggiornamento” en las formas y despreciamos lo sustancial del ser profundo. El marketing prioriza la propaganda sobre la propagación de la Fe. Este marketing no es algo inocuo. Nos distrae de lo sustancial. Hace que obviemos las “incómodas” bases de nuestra fe. Por ejemplo, eso de negarnos a nosotros mismos o que todo el que quiera salvar su vida, la perderá. No lo digo yo, está bien escrito en los Evangelios. Volvamos a la pregunta inicial ¿Qué somos los cristianos del siglo XXI? Somos pobres criaturas, imperfectas, llenas de problemas, dudas, enfrentamientos, limitaciones y acosadas por la sociedad. Si algo sale bien, es porque Dios mueve las mareas. En nuestra soberbia, creemos que “lo podemos todo” sacando y echando agua con dedales de costura. Mientras, nos peleamos entre nosotros para ver quien mueve más agua. Así somos. Nos creemos protagonistas, pero no llegamos casi ni a figurantes. Lo importante es que no perdamos la esperanza. No nos insultemos ni nos menospreciemos. Si alguien nos pisa, retirémonos para pedir perdón a Dios, sin insultar ni menospreciar a quien lo ha hecho antes con nosotros. Ya se dará cuenta de su error. Tiempo al tiempo. Repasemos la parábola del Publicano y el Fariseo. Quien salió justificado no fue quien más soberbia mostraba. Dios es quien controla las mareas del mundo. Si permite que caigan las torres de Babel, es porque la esperanza no está en ellas sino en pentecostés. La esperanza no está en que construyamos elevadas torres para llegar a Dios y que las gestionemos entre nosotros. La esperanza está en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Pero no hemos vivido un pentecostés hace algunas décadas? Me remito a lo que esperábamos y los síntomas que padecemos actualmente. Llegará el nuevo Pentecostés, no tengamos duda en ello. Pronto veremos la Tierra Prometida desde lo alto del monte Nebo. Ya falta poco, pero todavía es necesario esperar.

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