No es raro encontrarse
con personas que cuestionan el sentido de la sacralidad en el mundo actual.
Pareciera que para ellas lo sagrado fuese sinónimo de mítico e imaginario. Es
sintomático que este rechazo no provenga únicamente de personas alejadas de la
religión y cercanas a postulados materialistas. Muchos cristianos en general y
católicos en particular, minusvaloran el vínculo que la sacralidad establece
entre Dios y el ser humano. Para estas personas Dios es tan lejano o está tan
recluido en nuestra emotividad interna, que solo nos condiciona a ser
socialmente positivos.
Lo sagrado es largo de definir, por lo
que remito al post que dediqué por entero al tema: ¿Qué
es lo sagrado?
Para empezar a entender la sacralidad es
necesario comprender la relación que tiene con el concepto de analogía y
paradigma. Jesús solía explicar las verdades incomprensibles por medio de
parábolas. Con las parábolas nos indicaba las similitudes que tenía lo
inabordable con lo cotidiano. Jesús estaba familiarizado con la necesidad de
dar a conocer a Dios por medio de las analogías presentes en la creación como
única forma de hacer llegar al ser humano, el conocimiento de la divinidad
Esta forma de proceder no es nada
extraña. De forma similar, un matemático sabe que una formula matemática no es
la verdad por sí misma, pero gracias a ella se puede expresar una analogía
gráfica y funcional de la misma.
Siempre que encontramos una analogía en dos
sistemas, reconocemos que existe una relación que nos permite comprender uno
observando el otro. De igual manera, es posible comprender la revelación divina
por medio de iconos, escrituras, templos o la misma naturaleza.
Los judíos utilizaban constantemente las
sagradas escrituras como referencia que daba consistencia a los hechos que
vivían. No es raro encontrar citas y referencias que llevan de libro en libro,
del Antiguo Testamento. ¿Qué razón tendrían para hacer esto? Precisamente lo
hacían para dar noticia cierta de algo, ya que quedaba corroborada dentro de la
analogía bíblica correspondiente.
Los actos y discursos de Jesús y los Apóstoles
están llenos de referencias a la Biblia más allá de la simple textualidad. Con
ello lograban dos cosas: dejar constancia de que sus actos estaban en
consonancia (resonancia) con los designios de Dios y dar veracidad a lo que
después se contara de ellos. Por lo tanto, actuaban y describían sus acciones
de manera sagrada haciendo patentes los lazos de analogía de presente y pasado.
Podríamos decir que el sentido de lo sagrado
es reestablecer el vínculo con Dios gracias a analogías y paradigmas… pero al
mismo tiempo, hacer que nuestros actos sean significativos y estén en sintonía
con el plan de Dios. En una frase, comunicarnos con Dios siendo símbolos de la
verdad.
Retomando el tema de la dualidad de Mensaje-Misterio
Cristiano, seguramente nos preguntemos dónde encaja lo sagrado. ¿En el Mensaje
o en Misterio? Desde mi punto de vista, lo sagrado es consustancial a ambos.
Utilizando el símil (analogía) de una moneda, lo sagrado sería el metal donde
se imprimen cara y cruz: Mensaje y Misterio.
Si eludimos hacer referencias al sustrato, que
une cada elemento del Mensaje y Misterio, mediante analogías que subyacen en
todo lo revelado y creado, nos quedamos con un mensaje sustentado en el
voluntarismo y buenismo que impregna la postmodernidad. Además, al excluir la
sacralidad se pierde el sentido de veracidad, a la vez que se pierde la
comprensión analógica que conlleva. Por eso, la tradición apostólica es tan
importante para poder interpretar las escrituras, ayer, hoy y mañana. El
peligro de olvidar el sustrato sagrado es la relativización, a nuestro gusto,
del mensaje cristiano… suceso demasiado habitual en la actualidad.
La tradición católica y ortodoxa nos ha
enseñado que el mensaje debe estar unido al misterio y además estar ambos
constantemente referenciados a la revelación de Dios. Los evangelios, cartas
apostólicas textos, sermones y libros de los Padres de la Iglesia demuestran la
necesidad de esta sintonía y resonancia con la revelación divina. La
sacralidad, por lo tanto, reúne y consolida el vínculo entre lo humano y divino
por medio de símbolos.
Hace poco conversaba el hilo: "La
evangelización no empieza por la sacramentalización" del blog de Iglesia
Provocativa sobre la
necesidad de dotar al mensaje cristiano, incluso al propio kerigma, de su
aspecto sagrado.
Traduciendo, lo que proponía era dotar al
mensaje de anclajes, analogía y resonancias que den certeza, coherencia y que
además vayan enseñando, a quien lo oye, que todo está ligado por los distintos
niveles de la revelación. Mi opinión extrañó. Seguro que más de uno se preguntó
¿Qué dice este buen hombre sobre que el kerigma debe estar impregnado de
sacralidad? Vaya ideas tiene…
Vayamos a la fuente del Kerigma. Si tomamos el
discurso de Pedro en Pentecostés nos daremos cuenta que está impregnado de
sacralidad de arriba abajo: Hch 2, 14-47
Cada frase tiene resonancias y lazos con la
revelación de Dios al pueblo judío y a la que los Apóstoles recogieron de
Cristo. No es momento para que desgrane frase por frase todo el discurso, pero
la referencia a David, la profecía de Joel (Jl 1,3) y el colofón del bautismo
de los convertidos son botones de muestra de cómo el discurso del Kerigma se
unió con puntadas llenas de sacralidad. Esta sacralidad fue la que despertó en
los judíos, confianza en lo que se decía y les llevó a aceptar el bautismo. El bautismo
actuó como broche de compromiso con Dios y con la Iglesia naciente. El acto
bautismal, como sacramento que es, actuó como catalizador que acrecienta el
compromiso e induce carácter a quien lo recibe.
Este discurso no hubiera tenido el mismo
efecto en paganos. Recordemos que el discurso de Pablo en el Areópago de Atenas
no tuvo el mismo efecto que el de Pedro en Pentecostés. La sacralidad griega no
tenía vínculos sagrados necesarios para aceptar como verdad lo que Pablo les
expuso… y eso que Pablo, que no era nada tonto, supo urdir un discurso ajustado
al “dios desconocido”. Lo malo es que los atenienses eran ya escépticos
consagrados y ese dios desconocido era eso… desconocido.
Entonces ¿Cómo se evangelizó a los paganos? El
Kerigma evidentemente no fue el detonante de su conversión. Pero el tema de los
paganos excede totalmente este post.