miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Quién puede ver a Dios? ¿Dónde encontrar a Dios?

Hoy en día la fe católica se ve amenazada por una gran diversidad de formas relativizantes de entenderla. Podríamos decir que el creyente medio tiene la fe en la existencia de Dios, pero lo entiende como un dios lejano o un ídolo-herramienta personal. Hemos perdido el vínculo de la sacralidad. El Misterio Cristiano es desconocido o ignorando. Lo sagrado ya no nos permite acercarnos a Dios e intentar que Dios viva en nosotros. Arrinconamos lo sagrado en museos y admiramos únicamente la estética de su realización humana. Nos importa su historia y su valor, que la puerta a la trascendencia que lleva consigo. Ya no somos capaces de ver la cerradura que abre nuestra alma para que la Luz de Dios entre en nosotros.

El hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto en otro tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo gracias a la adopción filial y será visto en el Reino de los Cielos como Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios. Pues del mismo modo que quienes ven la luz están en la luz y perciben su esplendor, así también los que ven a Dios están en Dios y perciben su esplendor. Ahora bien, la claridad divina es vivificante. Por tanto, los que  contemplan a Dios tienen parte en la vida divina. (San Ireneo de Lyon. Contra las Herejías, libro IV, 20, 4- 5)

¿Vemos el esplendor a Dios en nosotros, en quienes nos rodean y en todo lo creado por Él? Más bien no. Hemos reducido a Dios a la imagen que está impresa en nuestro hermano, pero aún así, lo que nos importa es sentirnos útiles y se bien vistos cuando obramos filantrópicamente.

Podemos fijarnos en la próxima misa en las actitudes de quienes estamos allí. ¿Cuántas personas se arrodillan en la Consagración? Pocas, por desgracia. ¿Cuántas personas se arrodillan para recibir la Eucaristía? Nadie, porque rara vez nos permiten hacerlo. Para la mayoría de los sacerdotes, lo importante es terminar la misa rápido.

Somos capaces de ver a Dios en los espacios sagrados? ¿Somos capaces de vivir el tiempo sagrado de la Liturgia, para participar de la vida divinidad? San Ireneo nos invita a vivir el sentido sagrado de nuestra existencia cotidiana, pero ya no somos capaces de entender qué nos quiere decir.

No se trata de desvelar un enigma y ver a Dios como algo escondido: “el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna”. El Misterio no es un enigma, algo secreto a descubrir con nuestras fuerzas e inteligencia. El esoterismo no es compatible con el cristianismo aunque a veces nos vendan que sí lo es. El Misterio Cristiano parte de nosotros mismos que dejamos a Dios actuar en nosotros. Es el Espíritu quien nos prepara y acondiciona para ver a Dios. Nosotros le dejamos actuar, adecuarnos y santificarnos.


El Espíritu es quien nos permite entrar en la Luz, que es el Logos, Cristo. Dios nos permita dejar que el Espíritu nos lleve hasta Cristo y entonces ver su Luz y dejarnos transformar por Ella.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Secularidad y sacralidad

Las palabra sacro  y «sagrado proceden de la lengua latina, como es evidente. Parten del verbo “sancio”, cuyo significado es acotar un espacio físico que será utilizado de forma diferente a los que les circundan. Las palabras derivadas de “sacer” evidencian un uso trascendente de lo material o físico. Se aplican directamente al culto a través de conceptos derivados como “santo”, que relacionan con el espacio físico donde encontramos realidades no cotidianas y dignas de veneración trascendente. La palabra santo, ha terminado por ser sinónimo de  limpio, puro, inocente, propiedades que se relacionan directamente con la trascendencia de las personas que quieren ser, por sí mismas, ese tipo de espacio diferente respecto de lo que nos rodea. La sacralidad es la propiedad que hace a este “espacio acotado” diferente de lo demás. Lo “sagrado” existe en nuestro entendimiento de lo que nos rodea y de nuestra propia vida.

La etimología de secularidad es también interesante. “secular” procede del sustantivo “siglo” en latín. “siglo” indica un largo tiempo que no es eternidad. Contrasta con el término “eternidad” que tiene una dimensión ilimitada y que sobrepasa al ser humano en todos los aspectos.  Secular ser utiliza para indicar el tiempo en vivimos en el mundo, en la realidad que nos rodea. La secularidad o “secular” también tiene relación con nuestra propia vida.

Se puede considerar “secular” como sinónimo de “profano” o “laico”, pero estas dos palabras definen aspectos diferentes de la realidad. De hecho “laico” tiene como sinónimo “seglar”, que es la persona que no ha recibido una consagración especial a Dios. Profano es una propiedad que se contagia. Se hace profano o profana, cuando tomamos algo sagrado y le damos un trato cotidiano, que no lo liga a Dios. Laico se refiere a una persona que no se ha consagrado de forma religiosa. Una persona religiosa que rompe sus votos, se reduce a estado laical. De todas formas, a veces es posible utilizar estas dos palabras de forma similar a secular.

Como creyentes podríamos reflexionar si vivimos nuestra vida de forma secular o sagrada. Evidentemente, la realidad física en que vivimos será la misma sea cual sea la visión que tengamos de nuestra propia vida. Si cogemos un vaso de agua, este acto será lo que es, le demos un sentido sagrado o secular. Lo que hace que un mismo acto sea sagrado o secular, es el entendimiento que demos al acto y a los elementos que intervienen. Para una persona, determinado vaso puede ser sagrado, mientras que para otra puede ser un vaso normal. Tomar ese vaso puede ser un acto sagrado para unos y para otros un acto totalmente secular.

Hagámonos algunas preguntas ¿Se puede vivir la vida de ambas formas al mismo tiempo o son antitéticas? ¿Podemos dar un sentido sagrado, de unidad plena con Dios, a cualquier acto? Evidentemente no es posible. Sólo los actos que están en sintonía con la Voluntad de Dios pueden considerarse como sagrados. Lo que Dios no desea, no nos puede unir a Él. Lo sagrado se vive en unidad y sintonía con lo que Dios desea de nosotros. Un acto secular no conlleva relación y sintonía con Dios. Por lo tanto no es posible vivir la unidad con Dios y no vivirla, al mismo tiempo.

¿Qué diferencias hay entre una visión y otra? Vivir de forma sagrada, como hemos visto, tiene una relación directa con la santidad. La santidad es, al mismo tiempo, un objetivo y una realidad que se unen en cada momento que vivimos. Ser herramientas dóciles a la Voluntad de Dios hace posible la santidad y un entendimiento sagrado de nuestra existencia.

¿Podemos decidir cómo vivir nuestra propia vida? Sin duda podemos poner nuestra voluntad en ello, pero es evidente que vivir con un entendimiento sagrado o santo, es imposible para nuestra limitada,  escasa e intermitente voluntad. Los santos no lo son por ejercer su voluntad personal, sino por poner su voluntad en manos de Dios, para hace posible que la Gracia les permita acceder a la santidad. Ahora, quien no poner su voluntad en manos de Dios, rechaza la Gracia de Dios, ya que no cree en ella o la cree innecesaria para su vida. Sin duda esto nos permite entender determinadas expresiones de Cristo que parecen imposibles de aceptar por ser contradictorias al entendimiento secular de la vida. Por ejemplo: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 16,24-24).

Los cristianos de hoy en día hemos perdido el sentido de lo sagrado. Pensamos que es algo que no tiene nada que ver con nosotros. Algo imaginario que no nos aporta nada a nuestra vida. Estamos en un gran error y estamos pagando por ello. Lo podemos ver en las constantes contradicciones que existen dentro de la Iglesia y los enfrentamientos entre nosotros mismos. La secularidad es siempre múltiple y relativa a cada uno de nosotros. La sacralidad es coherente y única, ya que sean cuales sean las formas que utilicemos, nos llevan al mismo sitio: a Cristo, la Verdad, el Logos que da sentido a todo y a todos.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...