Los
sacramentos son caminos, vías, medios de comunicación con los que Dios nos hace
llegar su Gracia. Alguno de nosotros se puede preguntar si estos medios son
realmente necesarios o Dios puede enviarnos su Gracias de forma directa. Para
Dios todo es posible, podría hacer su Voluntad como quisiera, pero ha decidido
darnos unos signos visibles para hacerse presente entre nosotros. Ahora ¿Qué
pasa hoy en día con los sacramentos? ¿Por qué son campo de batalla? Desgraciadamente
los hemos reducido a ceremonias sociales. No creemos que Dios se haga presente
por estos medios e incluso hemos dejado de creer en la presencia real de Cristo
en la Eucaristía.
Pero
son muy claras las palabras que Cristo pronunció en esa circunstancia: "Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no
tenéis vida en vosotros" (Jn 6, 53). Realmente, tenemos necesidad de un
Dios cercano. Ante el murmullo de
protesta, Jesús habría podido conformarse
con palabras tranquilizadoras. Habría podido decir: "Amigos, no os
preocupéis. He hablado de carne, pero sólo se trata de un símbolo. Lo que
quiero decir es que se trata sólo de una
profunda comunión de sentimientos". Pero no, Jesús no recurrió a esa dulcificación.
Mantuvo firme su afirmación, todo su realismo, a pesar de la defección de
muchos de sus discípulos (cf. Jn 6, 66). Más aún, se mostró dispuesto a
aceptar incluso la defección de sus mismos Apóstoles, con tal de no cambiar
para nada lo concreto de su discurso: "¿También vosotros queréis
marcharos?" (Jn 6, 67), preguntó. Gracias a Dios, Pedro dio una respuesta
que también nosotros, hoy, con plena conciencia, hacemos nuestra: "Señor,
¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). (Seguir leyendo)