sábado, 24 de diciembre de 2022

¡Feliz y Santa Navidad!

 

Hoy la Verdad ha brotado de la tierra, Cristo ha nacido en la carne. Llenaos de un gozo festivo y, advertidos por el día de hoy, pensad en el Día sempiterno; desead con esperanza firmísima los dones eternos; alardead de ellos una vez que recibisteis el poder ser hijos de Dios. Por vosotros se hizo temporal el hacedor de los tiempos; por vosotros apareció en la carne el autor del mundo; por vosotros fue creado el creador. ¿Por qué vosotros, mortales todavía, halláis vuestro deleite en cosas efímeras y os esforzáis por retener, si ello fuera posible, esta vida pasajera? En la tierra ha brillado una esperanza mucho más esplendorosa, hasta el punto de que a hombres terrenos se les promete una vida celestial. Para que esto fuera creíble, Dios anticipó algo más increíble. Para hacer dioses a los que eran hombres, el que era Dios se hizo hombre; sin dejar de ser lo que era, quiso hacerse lo que había hecho. Él hizo lo que iba a ser, puesto que añadió la humanidad a la divinidad, sin perder la divinidad al tomar la humanidad. 

Nos causa asombro el parto de una virgen, y nos esforzamos por convencer a los incrédulos para que acepten este nuevo modo de nacer, a saber, que en un seno no fecundado nació el embrión de un hijo y unas entrañas libres de abrazo carnal dieron a la luz un hijo humano, sin tolerar que tuviera padre humano; que la integridad virginal permaneció cerrada en el momento de concebir e incorrupta en el momento del parto. Maravilloso es este poder, pero aún hemos de admirar más la misericordia, gracias a la cual quien pudo nacer así, así quiso nacer. Era ya hijo único del Padre quien nació como hijo único de su madre; fue hecho en la madre quien se había hecho una madre; siendo siempre eterno junto al Padre, se hace hodierno naciendo de una madre; fue hecho de una madre después de ella quien, sin haber sido hecho, nació del Padre antes de todas las cosas; el Padre nunca existió sin él, y sin él nunca hubiese existido su madre. (Sermón 192. San Agustín)

martes, 20 de diciembre de 2022

La Navidad. Más allá del racionalismo o el emotivismo

La Navidad debería ser uno de los tiempos más importantes para los cristianos. Más allá de la racionalidad de la verdadera fecha de nacimiento del Señor, lo importante, lo sustancial, lo trascendente, es que Dios nació entre nosotros para enseñarnos y entregar su vida por nosotros. Pero, lo sustancial ha quedado relegado por lo comercial, lo racionalista y lo emotivista. Ya no nos importa que Dios se hiciera ser humano, sino los mundiales de futbol, la controversia política y las series que ponen en las plataformas de streaming. 

Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero ansiamos parecernos a tantas figuras que nos venden los medios digitales. Ansiamos ser valorados y por ellos nos encantaría hacer videos de Tik Tok, Instagram o cualquier otra red social. hace unos años, en concreto veinte, el Cardenal Tomas Spidlik hablaba sobre cómo el racionalismo y el irracionalismo, se afanan en ocultar lo que es realmente sustancial para nosotros:

En Occidente la mentalidad técnica ha llevado al racionalismo y, como reacción, ha aparecido lo contrario: la espiritualidad irracional. Al final el Papa (Benedicto XVI) ha tenido que escribir una encíclica sobre el uso sano de la razón. La espiritualidad del corazón debe ser un remedio, una medicina contra ese racionalismo que lleva al irracionalismo. He tenido que luchar mucho sobre la noción de corazón, sobre la plegaria del corazón. Al principio, esta noción encontró algunas dificultades en estos hombres racionales. Pero ahora se acepta,... (Card. Tomás Spidlík. Entrevista)

¿Cómo vivir la Navidad en este siglo XXI? Sin duda, desde el corazón. Es decir, en total unidad de nuestro ser, que se arrodilla ante Dios nacido y le ofrece los tres dones que los Magos de Oriente le llevaron: oro (experiencia), incienso (madurez) y mirra (esperanza). Arrodillados ante ese sencillo pesebre, nos damos cuenta de lo importante que es traer a la actualidad ese sencillo nacimiento de Belén. Hacerlo realidad en nuestro interior. Cristo llama a la puerta de nuestro ser (Ap 3, 20) y espera que le abramos. Al que venza, el Señor le concede un inmenso regalo: sentarse junto a Él en el trono de Cristo. Cristo es el Logos de Dios, su trono es ser de verdad. Volver al paraíso 

Aunque la Iglesia actual se centra en evangelizar a niños y jóvenes, Cristo nació por todos sea cual sea la edad que tengamos. La esperanza es un don que cobra más importancia según pasan los años. Cada día es un poco más importante para nosotros. Esta esperanza necesita beber diariamente el "Agua Viva" que nos permite nacer de nuevo. Recordemos lo que el Señor dijo a Nicodemo:  De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. (Jn 3,3) y también le dijo: No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Jn 3,7-8). Porque Dios no está ni en el terremoto, ni en la tormenta, sino en suave brisa 1Re 19, 3-15

Los Magos de Oriente no eran precisamente niños o jóvenes. Dios les llamó y ellos, dejando todo, acudieron a su llamada llenos de experiencia, madurez y esperanza. Este es el Misterio que hoy parece que hemos olvidado. Sigamos la Estrella de Belén, la Estrella que debe brilla en templo interior donde habita el Señor.

[1] La mística del Corazón. Card. Tomas Spdlik 


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