El Tesoro Escondido nos muestra el valor del Reino de los Cielos y cómo deberíamos sacrificar todo por Él. Nos muestra cómo encontrar la trascendencia divina que nos acerca a Dios cada día. Por esto, la Mística es un descubrimiento tan valioso que justifica renunciar a cualquier bien material o posesión terrenal por obtener esta relación espiritual.
La mística cristiana nos enseña una pauta muy interesante: no podemos saltar directamente a la Theosis (santidad) sin pasar antes por la Praxis (vida real). Quien busca trascender lo cotidiano, pero carece de humildad en la práctica diaria cae en la ilusión espiritual. Para comprender la mística cristiana, es necesario ir más allá de la definición de diccionario y entrar en la tensión entre lo que desborda nuestro entendimiento y lo revelado. No se trata de fenómenos extraordinarios (como levitaciones o visiones), sino de la maravillosa profundidad del encuentro con Dios.
De todas formas, demos un breve repaso a la etimología de la palabra mística. Mística, significa misterio o secreto, pero no como algo oculto que debamos de guardar para nosotros o para un grupo pequeño de "elegidos". La mística nos permite ver más allá de los físico para hablar de ello y compartirlo con quienes deseen escuchar. "Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas" (Mt 10,27)" ¿Quien nos habla al oido en las tinieblas del entendimiento? Es evidente que Cristo indica que Él es el agente que nos habla. Pero nunca nos va a hablar en un evento social, sino en el silencio del alma. También nos dice que no lo guardemos para nosotros. Lo debemos compartir en público, pero con cierto cuidado. ¿Cuidado? Ahora viene la segunda indicación a tener en cuenta.
Cristo también nos señala el gran peligro que tiene llevar lo que Él nos dice a los demás: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y volviéndose os despedacen" (Mt 7, 6). Compartir lo que Dios nos susurra al oido, es peligroso y al mismo tiempo necesario. El Tesoro Escondido debe ser compartido, pero hay que ser consciente de lo que sucede cuando lo hacemos. El el mejor caso nos tomarán por locos y se reirán de nosotros. Después, nos ingnorarán con desprecio. El siguiente paso es encontrarnos con la violencia que se relata en la cita de San Mateo.
En los primeros siglos del cristianismo, se usaba la palabra "mystikos "para hablar del profundo sentido de la Palabra de Dios. Entiéndase el sentido místico como algo que Dios nos ofrece a cada uno de nosotros. Incialmente se referían a la realidad escondida tras los sacramentos. Más tarde, este término evolucionó para describir una experiencia interior: cerrar los sentidos al ruido del mundo para abrir el espíritu a la presencia de Dios. La mística sugiere un silencio sagrado que aparece cuando cerramos nuestra atención a lo exterior para entrar en el "misterio" profundo que Dios deposita en cada uno de nosotros.
La mística es no parte del ser humano, sino un don que Dios nos ofrece y que nosotros podemos aceptar o rechazar. Por ello no se esconde lo que Dios nos dice, sino que se comparte para que otras personas accedan al Tesoro Escondido y compren el terreno donde está enterrado. Terreno que es el ser profundo, el alma de cada uno de nosotros. El desafío es hacer lo que se puede leer en el Apocalipsis:
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Ap 3-20-22
¿A qué esperamos?
¡Feliz Navidad!
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