La etimología de la palabra religión ha sido estudiada a fondo por muchos autores y aunque no es posible dar una etimología precisa, es más que probable que provenga del verbo latino re-ligare: “volver a unir, relacionar, amarrar”. Pero ¿Qué necesita ser unido de nuevo?
Evidentemente solo se puede volver a unir algo que haya sido roto previamente. ¿Qué vuelve se vuelve a unir por medio de la religión? ¿Qué es lo que fue roto y debe reintegrarse?
Evidentemente solo se puede volver a unir algo que haya sido roto previamente. ¿Qué vuelve se vuelve a unir por medio de la religión? ¿Qué es lo que fue roto y debe reintegrarse?
La respuesta es la la relación entre Dios y el ser humano como individuo y como comunidad. Si el ser humano y Dios deben unirse, es necesario disponer de un camino o medio adecuado. Este camino que enlaza a Dios y el ser humano es lo sagrado. En el caso del judaísmo y el cristianismo, contamos con revelaciones que nos permiten establecer claramente la materia y el objeto de lo sagrado.
Desgraciadamente hay muchas personas que confunden “lo sagrado” con la Divinidad, Mircea Eliade fue uno de ellos [1]. Si seguimos sus indicaciones y unimos “lo divino”y “lo sagrado” dentro de un mismo concepto obtenemos un concepto erróneo de lo que significa la Fe y su desarrollo dentro del ámbito religioso. Si la divinidad es parte de lo sagrado, estaremos aceptando que la relación que podemos re-establecer es puramente fenomenología y que se produce dentro del una dimensión humana. Para Mircela Eliade y otras muchas personas, religión es una construcción puramente humana. De ahí que estas personas tiendan a pensar en la religión como algo contingente y hasta un medio de control social. No es raro, por lo tanto, que estas personas reclamen la desaparición de la religión formal y la absoluta relativización personal del camino hacia Dios.
También es posible pensar que lo divino contiene lo sagrado. Si pensamos de esta manera llegaremos a ver imposible el acceso a Dios. si Dios no es accesible, también se puede proponer que cada cual busque la forma de "contentarse" de manera únicamente subjetiva, emotiva y personal. Es evidente que entonces no podemos más que actuar de manera socio-cultural frente a El, con lo que nos quedaremos en el “disfrute” de la fenomenología humana, personal, que solo es relevante desde el punto de vista subjetivo-cultural-emotivo. Por lo tanto, la revelación no será más que una propuesta humana ajustada a nuestra capacidad para entender lo que "podría" ser Dios.
Volviendo al entendimiento de la religión como una construcción humana, es posible proclamar que las religiones actúan como grilletes espirituales, debido a todos los convencionalismos presentes en ellas. También se puede proclamar que las religiones buscan un espacio cultural-social particular y concreto donde desarrollarse y que esto las hace ser selectivas, en mayor o menor medida, con quienes se integran en ellas. El sentido de pertenencia a determinada religión actúa como factor de confianza y se condiciona a la aceptación de ciertas normas u obediencias, lo que frena el libre desarrollo de la espiritualidad personal. Estas y otras muchas objeciones se escuchan con frecuencia fuera y dentro de la Iglesia Católica. Dentro de la Iglesia Católica hay un grupo de personas que se alinean claramente con un planteamiento agnóstico del cristianismo.
Todas estas objeciones parten de una hermenéutica (entendimiento) que juzga y valora desde la superficialidad y apariencia el hecho religioso. Se entienden los actos y normas religiosas como convencionalismos limitativos de la espiritualidad personal. Estas razones sólo se pueden sustentar si nos fijamos en la capa externa de la religión. Si nos limitamos a las apariencias públicas o privadas, resueltamente toda religión limita en gran medida nuestra capacidad de crear formas nuevas adaptadas a cada uno de nosotros. Pero nos olvidamos que toda la profundidad que contiene en la dimensión interior a las religiones.
A modo de símil, si observamos una piscina podemos considerar los muros que la conforman como limitadores de la libertad de movimientos de quien decide bañarse. Pero es evidente que sin estos muros, no sería posible conservar el agua que nos permitirá nadar. Quienes proponen una religión personal sin limitaciones ni imposiciones, terminan por proponer un espacio de vivencia emotiva que es real ni transcendente.
Lo sagrado, entendido como camino de unión con Dios, se puede sentir ajeno a nosotros o sentirlo como necesario para la nuestra vida. También podemos pensar en lo sagrado como fin o como medio. Podemos decidir vivir la religión de manera comprometida o de manera superficial o incluso utilitaria-funcional. Pero en todo caso, la religión es un camino que nos une a otras personas y nos permite enfocar nuestra vida de forma comunitaria. Comunidad que necesita de confianza y por lo tanto de ciertas normas de convivencia y de desarrollo espiritual. Camino que es misterio, en cuanto no sabemos demasiado de él. Camino que normalmente se desprecia y se cambia por conveniencias ideológicas, dando lugar a la terrible pérdida de unidad que nos aflige. La unidad necesita de pervivencia de lo fundamental. Si lo fundamental se corrompe y se hace contingente, maleable, adecuado a la sociedad, la unidad queda rota por las desconfianzas que aparecen entre nosotros.
Desde mi punto de vista, el Misterio Cristiano (camino o religión) es la particularización de lo sagrado para todos los que nos consideramos cristianos. En un camino común que debemos vivir unidos en comunidad. Sin la comunidad perdemos el anclaje a lo sagrado, que es donde se manifiesta Dios «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,20).
Este Misterio Cristiano es hermenéutica [2] de todo lo revelado. Misterio que propone un camino que nos acerca a lo Dios por medio de la fe, esperanza y caridad.
En la espiritualidad cristiana oriental se ha conservado el sentido trascendente de la búsqueda de lo Divino asimilado a un camino por el que debemos transitar. Este camino está reflejado claramente por las tres fases de la mística cristiana oriental: Praxis, contemplatio naturalis y theosis [3] que forman parte medular del cristianismo desde el sus inicios. La religión es justamente este camino que nos acerca a Dios unidos en comunidad. Jean Hani dedica un capítulo de su libro “Mitos, ritos y símbolos” [3] a profundizar sobre el significado de esta contemplación y al carácter místico e intelectual de su naturaleza. Entiéndase intelectual en el sentido tradicional y de ninguna manera como el uso aséptico de la lógica de proposiciones, basadas únicamente los aspectos medibles y cuantizables de la realidad.
Revisando las tres fases del camino místico hacia Dios, podemos encontrar muchos elementos de reflexión:
Praxis o ascesis. Representa el dominio de lo contingente que tenemos en nosotros mismos. No se trata de destrozar lo que somos, como algunas escuelas gnósticas defienden, se trata de vencerse por medio de la recta práctica de lo que realmente somos. En un escrito sobre el método de la oración hesicasta según el padre Serafín del monte Athos [4], podemos leer como el camino empieza por dominar las incomodidades corporales, para trascender lo que nos ata a nuestro origen animal. Meditar sentado en un monte y dejando el frío o el hambre en segundo plano, es como se inicia camino. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga.”” (Mt. 16, 24).
Una vez dominadas las contingencias propias, entraríamos en la contemplátio naturalis. Contemplando la realidad, buscando analogías y esforzándose para ver detrás de ellas las razones que las sustentan, es posible entrever la divinidad oculta tras el velo interno del “sancta sanctórum”. Precisamente en este camino hacia la compresión de la realidad, se va reintegrando, en una espléndida unidad, todo lo que en el mundo moderno parece disgregado, caótico o sin sentido. Parece que caminamos de nuevo hacia el Edén. Estamos, por lo tanto, re-ligándonos con lo divino por medio de lo sagrado, que se hace vida real por medio de nuestra religión.
El siguiente paso es la theosis, la divinización. No se trata de hacernos Dios, como algunas sectas gnósticas interpretan el asunto. Se trata de unirnos con Dios reencontrando la relación primitiva que perdimos. En el escrito hesicasta [7], nos localizaríamos en la meditación como Jesús. ¿Qué podemos esperar de esta fase? El escrito hesicasta [4]nos da alguna pista
"Eso sólo el Espíritu Santo te lo puede enseñar. "Quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Lc 10, 22). Tienes que hacerte hijo para rezar como el Hijo y tener con quién él llama su Padre, las mismas relaciones de intimidad que él y esto es obra del Espíritu Santo. El te recordar todo lo que Jesús ha dicho. El evangelio se hará vivo en ti y te enseñará a rezar como hay que hacerlo".
La revelación cristiana permite un acceso a Dios que excede la capa externa de apariencias, ceremonias y convencionalismos sociales que algunos creen que es la religión. Tras esa capa de apariencia se inicia el camino hacia la re-unión. La hermenéutica de la revelación entendida como camino hacia Dios, no es más ni menos el propio Misterio Cristiano en toda su extensión.
[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35
[2] Esoterismo Guenodiano y Misterio Cristiano. (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
[3] Mitos, ritos y símbolos (1999). Jean Hani. José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca.
[4]. Questions de: "Meditation" nº 67. Leloup,Jean-Yves. d. Albin Michel. http://www.terra.es/personal/javierou/con-athos.htm
Este Misterio Cristiano es hermenéutica [2] de todo lo revelado. Misterio que propone un camino que nos acerca a lo Dios por medio de la fe, esperanza y caridad.
En la espiritualidad cristiana oriental se ha conservado el sentido trascendente de la búsqueda de lo Divino asimilado a un camino por el que debemos transitar. Este camino está reflejado claramente por las tres fases de la mística cristiana oriental: Praxis, contemplatio naturalis y theosis [3] que forman parte medular del cristianismo desde el sus inicios. La religión es justamente este camino que nos acerca a Dios unidos en comunidad. Jean Hani dedica un capítulo de su libro “Mitos, ritos y símbolos” [3] a profundizar sobre el significado de esta contemplación y al carácter místico e intelectual de su naturaleza. Entiéndase intelectual en el sentido tradicional y de ninguna manera como el uso aséptico de la lógica de proposiciones, basadas únicamente los aspectos medibles y cuantizables de la realidad.
Revisando las tres fases del camino místico hacia Dios, podemos encontrar muchos elementos de reflexión:
Praxis o ascesis. Representa el dominio de lo contingente que tenemos en nosotros mismos. No se trata de destrozar lo que somos, como algunas escuelas gnósticas defienden, se trata de vencerse por medio de la recta práctica de lo que realmente somos. En un escrito sobre el método de la oración hesicasta según el padre Serafín del monte Athos [4], podemos leer como el camino empieza por dominar las incomodidades corporales, para trascender lo que nos ata a nuestro origen animal. Meditar sentado en un monte y dejando el frío o el hambre en segundo plano, es como se inicia camino. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga.”” (Mt. 16, 24).
Una vez dominadas las contingencias propias, entraríamos en la contemplátio naturalis. Contemplando la realidad, buscando analogías y esforzándose para ver detrás de ellas las razones que las sustentan, es posible entrever la divinidad oculta tras el velo interno del “sancta sanctórum”. Precisamente en este camino hacia la compresión de la realidad, se va reintegrando, en una espléndida unidad, todo lo que en el mundo moderno parece disgregado, caótico o sin sentido. Parece que caminamos de nuevo hacia el Edén. Estamos, por lo tanto, re-ligándonos con lo divino por medio de lo sagrado, que se hace vida real por medio de nuestra religión.
El siguiente paso es la theosis, la divinización. No se trata de hacernos Dios, como algunas sectas gnósticas interpretan el asunto. Se trata de unirnos con Dios reencontrando la relación primitiva que perdimos. En el escrito hesicasta [7], nos localizaríamos en la meditación como Jesús. ¿Qué podemos esperar de esta fase? El escrito hesicasta [4]nos da alguna pista
"Eso sólo el Espíritu Santo te lo puede enseñar. "Quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Lc 10, 22). Tienes que hacerte hijo para rezar como el Hijo y tener con quién él llama su Padre, las mismas relaciones de intimidad que él y esto es obra del Espíritu Santo. El te recordar todo lo que Jesús ha dicho. El evangelio se hará vivo en ti y te enseñará a rezar como hay que hacerlo".
La revelación cristiana permite un acceso a Dios que excede la capa externa de apariencias, ceremonias y convencionalismos sociales que algunos creen que es la religión. Tras esa capa de apariencia se inicia el camino hacia la re-unión. La hermenéutica de la revelación entendida como camino hacia Dios, no es más ni menos el propio Misterio Cristiano en toda su extensión.
[1] “Tiempo cíclico” en la obra de Mircea Eliade y René Girard. Andrade, G y campo-Redondo, S. Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 17 (Junio, 2002). Pp. 9-35
[2] Esoterismo Guenodiano y Misterio Cristiano. (2005). Jean Borella . Sophia Perennis
[3] Mitos, ritos y símbolos (1999). Jean Hani. José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca.
[4]. Questions de: "Meditation" nº 67. Leloup,Jean-Yves. d. Albin Michel. http://www.terra.es/personal/javierou/con-athos.htm
2 comentarios:
Un grandísimo artículo.. Gracias
pacobailacoach.blogspot.com
Muy interesante blog amigo, voy siguiendo con agrado tus entradas y elecciones que publicas.
Saludo afectuoso,
SB
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