Por tanto, ¿es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe se basa en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la experiencia y la perseverancia en esas virtudes, unidas al estudio disciplinado, se completan en el amor y éste se perfecciona con el conocimiento?
Además, se ha visto que sólo lo divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por eso la sabiduría es poder de Dios, que es el que nos enseña la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección del conocimiento.
El filósofo ama y estima la verdad; por eso ha traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del amor. El comienzo de esto reside en admirar las realidades, como dice Platón en el “Teeteto” y Matías en las “Tradiciones”, donde exhorta: Admira lo presente, y lo pone como fundamento del conocimiento transcendente.
En el Evangelio según los Hebreos está escrito: Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso. Por tanto, es imposible que una persona sin principios de enseñanza, sea filósofa permaneciendo en la ignorancia, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría, mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en realidad y a los aprendizajes que tienden a ello.
Y aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios, me refiero al Dios Salvador, dando culto al Dios del universo mediante el Logos, sumo sacerdote, por el que se pueden ver las realidades bellas y justas conforme a la verdad. La piedad... es un actuar que sigue y acompaña a Dios. (Clemente de Alejandría, Stromata II,9)
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En este fragmento de las Stromata de Clemente de Alejandría nos encontramos con un tema de cierta importancia dentro del cristianismo: “Admirad lo que tenéis enfrente”. Este tema se repite en diversidad de pasajes evangélicos (como en Mt 10:26-33) y aparece también en otros textos como en el evangelio apócrifo de Tomás y el texto que el propio Clemente cita: el evangelio de los hebreos, perdido hasta la fecha.
“Quien admire reinará y el que reine tendrá descanso” es la segunda parte del la sentencia atribuida a Cristo. En suma, lo que se nos propone no es algo secundario, ya que se indica que delante de nosotros tenemos la creación como revelación de Dios mismo y que no debemos despreciar el mundo natural como algo maligno o ilusorio. Todo lo contrario. Por ejemplo en la realidad cotidiana se cimientan las parábolas que sirven a Cristo para explicar por similitud cuestiones trascendentales… como el Reino de Dios o la manera en que Dios nos llama, entre muchas otras.
Precisamente una de las características de las herejías gnosticistas es considerar la realidad como algo maligno o ilusorio. Si aceptáramos como premisa la malignidad o ilusoriedad de la realidad, podríamos llegar a perder el sentido del sacrificio de Cristo y del propio sacrificio personal cotidiano. El sufrimiento se vuelve algo desechable de lo que hay que huir sin intentar comprender qué es y qué sentido tiene.
En resumen… nos damos cuenta de que precisamente esto es lo que ocurre en nuestra sociedad actual, donde las creencias se proponen como algo privado y privativo. La religión es innecesaria o en todo caso, todas ellas resultan equivalentes. Dios se propone como una realidad personal e inaccesible más allá de nosotros mismo. De ahí solo un paso nos separa del agnosticismo y del ateismo.
Por esta razón Clemente incide en la necesidad del conocimiento como complemento ideal a la Fe, ya que este nos da claridad de ideas para no perdernos en las aparentes similitudes espirituales de las diferentes religiones y la ofertas de espiritualidades alternativas. Este conocimiento no nos debe llevar a una postura inquisitorial y excluyente. Conociendo las religiones podemos respetarlas, diferenciarlas y valorarlas en su justa medida. Además, tendremos razones para defender al cristianismo como nuestra Fe frente a las demás.
Termina Clemente indicándonos que la virtud de la piedad “es un actuar que sigue y acompaña a Dios.” Por eso podemos pedir misericordia y esperar que Dios nos ilumine en nuestro caminar.
De nuevo aquí me tienes Jesús mío,
Confuso y humillado ante ti.
Sin saber que decirte ni que hablarte.
Ansioso solamente de llorar.
Traigo el alma llena de tristezas,
Y hambriento el corazón de soledad.
De esa soledad dulce, divina,
Que alegra tu presencia celestial.
Donde el alma tan solo con mirarte,
Te dice lo que quiere sin hablar.
Mis miserias Señor aquí me traen,
Mírame con ojos de piedad. Amén