jueves, 9 de diciembre de 2010

Iluminación

Hemos dicho religiosamente que nuestra jerarquía tiene como objeto hacer que logremos la mayor semejanza y unión con Dios, Pero la Sagrada Escritura nos enseña que lo conseguiremos sólo mediante la fiel observancia de los mandamientos divinos y las prácticas piadosas.

“Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él en él haremos morada”(Jn 14,23) ¿Cual es, pues, el punto de partida para la práctica devota de los mandamientos divinos? Es este: Preparar nuestras almas para oír la palabra sagrada, acogiéndola con la mejor disposición posible; estar abierto a la actuación de Dios; desear el camino que nos lleva hasta la herencia que nos aguarda en el Cielo y recibir nuestra divinísima regeneración sagrada.

Como ha dicho nuestro ilustre maestro, en plano intelectual es ante todo el amor de Dios lo que nos mueve hacia lo divino. Realmente, el primer impulso de este amor es poner en práctica los mandamientos divinos manifiesta de manera inefable nuestra existencia divina. Divinizarse es nacer Dios en nosotros. Nadie podría entender y menos practicar las virtudes recibidas de Dios si no hubiese ya comenzado a estar en Dios. En el plano humano, ¿no necesitamos existir antes que actúen las potencias? Lo que no existe, ni se mueve ni siquiera comienza a existir. Sólo lo que de alguna manera tiene existencia produce o recibe la acción conforme a su modo de ser. Me parece que esto es evidente. (Pseudo Dionisio Areopagita. La Jerarquía Eclesiástica. Cap II)

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Quizás lo que sorprenda de este texto sea la referencia a la jerarquía y su objetivo de unirnos a Dios. Sobre todo en estos tiempos en que todo lo que nos suene a obediencia se relaciona con esclavitud. Pero la jerarquía no busca esclavos sino crear cristianos libres que decidan unirse a Dios por propia voluntad. Además, jerarquía nos une entre nosotros y nos cohesiona. No es ninguna referencia inoportuna, ni mucho menos. La labor de la jerarquía es imbricar, conducir y potenciar lo que por nosotros mismos sería imposible.

Estamos en tiempo de Adviento y esto nos predispone a prepararnos a recibir a Cristo de manera personal y colectiva. Dionisio nos habla del nacimiento de Dios en nosotros y de lo que necesitamos para ello: Observancia de los mandamientos y práctica piadosa.

¿Por dónde empezamos? Pues por preparar nuestra alma para oír la palabra sagrada, estar abiertos a la voluntad de Dios y desear andar el camino hacia nuestra Navidad del Corazón. Para avanzar en el plano intelectual, necesitamos de amor a Dios, ya que sin este amor, no tendremos motivación alguna para profundizar en el entendimiento de las Sagradas Escrituras y la Liturgia.

Leer este texto en Adviento nos llena de esperanza, ya que afirma que si buscamos entender y practicar las virtudes de Dios,... Dios ya está presente en nosotros. La semilla ha comenzado a germinar. Gracias Señor. Marana-thá

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Señor, líbranos de todo mal en el camino hasta la Navidad
Deseamos recibir a Cristo en nosotros
y poder compartirlo con todos lo que lo necesiten
Gracias por la semilla que germina en nuestro corazón.
Corazón que centralidad de nuestro ser en Ti.
Amén

4 comentarios:

Gabriela dijo...

El cristiano pasa por períodos de prueba, ahí me parece que es donde se demuestra si la Palabra hechó raíces en el alma. Es cuando se demuestra si lo que le dimos a Cristo, nuestras promesas de ser coredentores... no se las quitamos. El combate de la fe... dice santa Teresa que la fe con experiencia de Dios es muy distinta a la fe pura, en oscuridad; que es mas fácil seguirle en las malas, cuando la fe se puede apoyar en la experiencia.
Y si, a mi también me parece ciertísimo, que es Dios en nosotros, en mi, que nos levanta cada mañana y nos anima a recoger la cruz de cada día.
La Palabra de Dios esta viva y nos ilumina y vivifica, es un misterio pero así es... ahora confieso leerla poco, pero si la leo, me pasa, se actualiza...y no sé como ni de qué manera se hace parte del día, del ahora.
La Jerarquía en la Iglesia es una realidad ordenada por el mismo Padre, así que no se discute... y sí, nos une porque nos hace mirar hacia arriba, donde esta la Santísima Trinidad y la Jerarquía debe entonces ser dócil a la Voluntad de Dios y como Pastores de sus rebaños, cuidar a sus ovejas y alimentarlas con la buena comida, que es la Palabra de Dios y una sabia predicación, que instruya a las almas, fortaleciendo la vida de fe, esperanza y amor.

Miserere mei Domine dijo...

La experiencia de Dios siempre es incompleta y limitada, ya que somos seres limitados e imperfectos. Esta experiencia limitada nos predispone a la duda, pero también nos da la oportunidad de que cada día, cada momento, sea una afirmación de Dios en nosotros. ¿No es maravilloso?

Gracias por tu comentario Gabriela :)

Anónimo dijo...

Me gusta lo que dices sobre la jerarquía, ¡yo no sé qué pasa en esta época que nadie quiere sujetarse a otro! Creo que es de las cosas peores que nos están pasando.
Saludos :) y gracias por el post

Miserere mei Domine dijo...

Pues si mjbo, tenemos un problema con el entendimiento de la jerarquía. Las ideologías nos han hecho llegar a entenderla como limitadora de la libertas. Siendo justamente todo lo contrario.

Igual que una herramienta te permite trabajar con más perfección, la jerarquía debería ser y entenderse como herramienta donada por Dios para hacernos más libres.

Un abrazo en Cristo :)

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