Así, pues, aquel que bautiza con Espíritu Santo y fuego “tiene en su mano la herramienta para aventar la paja y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga.” (Lc 3,16-17) Quisiera revelar porqué el Señor tiene en su mano la herramienta de aventar y de qué soplo se trata al aventar la paja, mientras que el trigo, de más peso, se acumula en un solo lugar, porque, si no sopla el viento no se puede separar la parva del trigo.
Creo que el viento son las tentaciones, que en el conjunto de los fieles revela lo que es paja y lo que es trigo. Porque, cuando vuestra alma ha sido dominada por la tentación, no es que la tentación haya cambiado vuestra alma de trigo en paja, sino porque ya erais paja, es decir, personas livianas y sin fe. La tentación no ha hecho más que desvelar vuestra naturaleza escondida. En cambio, si afrontáis la tentación con ánimo fuerte, no es ella la que os hace constantes y fieles. La tentación únicamente revela las virtudes de la constancia y del esfuerzo que estaban en vosotros, pero de forma escondida... “Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre... para que reconozcas en tu corazón que el Señor tu Dios te corrige como un padre corrige a su hijo.” (Orígenes. Homilías sobre San Lucas, 26,3-5)
Orígenes habla con un lenguaje que es extraño al ser humano del siglo XXI. Hablar de condenas puede sonar extraño a muchas personas que sólo entienden el amor como un camino unidireccional. La sociedad de la abundancia nos ha acostumbrado a que siempre tengamos lo que se nos reconoce como derecho.
El viento son las tentaciones, que en el conjunto de los fieles revela lo que es paja y lo que es trigo. ¿Qué parte de nosotros es trigo y qué parte es paja? ¿Que parte vuela de un lado a otro a la voluntad del viento que sople en cada momento? ¿Qué parte de nosotros pesa y cae como simiente rápidamente?
Hablar de tentación es también extraño en nuestra sociedad. Las tentaciones se consideran hoy en día como oportunidades que debemos aprovechar. “Se vive dos días” dicen en cada esquina, pero nunca sabremos el momento en que nos llamará el Padre a su presencia.
Orígenes no da una pista estupenda. Las tentaciones revelan nuestra naturaleza escondida. ¿Por qué? Porque somos tentados cuando hay algo en nosotros que es receptivo a lo que nos tienta. Ese algo son las grietas de nuestra naturaleza. Si no tuviéramos la naturaleza agrietada, no existirían tentaciones. La tentación también revela algo más: revela las virtudes de la constancia y del esfuerzo que estaban en vosotros. Sin las tentaciones, no haría falta disponer de las virtudes que se enfrentan a ellas. La constancia y el esfuerzo necesitan de la Esperanza, a que toda espera sin sentido, termina por desesperar. La Esperanza nos viene de Dios y no podemos dejar de solicitarla en nuestras oraciones. Sin Esperanza, no somos nada.
“Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre... para que reconozcas en tu corazón que el Señor tu Dios te corrige como un padre corrige a su hijo.”
Las tentaciones conllevan también el amor de Dios. Dios no intenta dañarnos al permitir que seamos tentados. Las tentaciones nos muestran que sólo la Gracia de Dios es capaz de sellar las grietas de nuestra naturaleza e impedir que el mal anide en nosotros. ¿Cómo corrige Dios? Corrige con la Gracia que nos ofrece y que nosotros hemos de aceptar con Esperanza. Sin Esperanza la Gracia no penetra en nosotros para transformarnos.
Las tentaciones conllevan también el amor de Dios. Dios no intenta dañarnos al permitir que seamos tentados. Las tentaciones nos muestran que sólo la Gracia de Dios es capaz de sellar las grietas de nuestra naturaleza e impedir que el mal anide en nosotros. ¿Cómo corrige Dios? Corrige con la Gracia que nos ofrece y que nosotros hemos de aceptar con Esperanza. Sin Esperanza la Gracia no penetra en nosotros para transformarnos.
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