No tengas en mucho quien está por ti o contra
ti; más busca y procura que sea Dios contigo en todo lo que haces. Ten buena
conciencia y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la
malicia de hombre alguno. Si tú sabes callar y sufrir, sin dudas verás el
favor de Dios. Él sabe bien el tiempo y la manera de librarte, y por eso te
debes ofrecer a Él en todo. A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.
Algunas veces conviene para nuestra humildad, que otros sepan nuestros defectos
y los reprendan.
Cuando el hombre se humilla por sus defectos,
entonces fácilmente aplaca y mitiga a los otros, y satisface a los que le odian.
Dios defiende y libra al humilde, al humilde ama y consuela; al humilde se
inclina; al humilde da grande gracia, y después de su abatimiento lo levanta a
honra. Al humilde descubre sus secretos, y le atrae dulcemente a sí, y le
convida. El humilde, recibida la injuria y afrenta, está en mucha paz, porque
está en Dios y no en el mundo. No pienses haber aprovechado algo, si no te
estimas por el más bajo de todos.
Ponte primero a ti en paz, y después podrás
apaciguar a los otros. El hombre pacífico, aprovecha más que el letrado. El
hombre que tiene pasión, aún el bien convierte en mal, y de ligero cree lo
malo. El hombre bueno y pacífico, todas las cosas consigue la mejor parte. El
que está en buena paz, de ninguno tiene sospecha. En cambio, el descontento y
alterado, de diversas sospechas es atormentado; ni él descansa ni deja descansar a los otros. Dice
muchas veces lo que no debiera y deja de hacer lo que más le convenía. Piensa
lo que otros deben hacer y él deja sus propias obligaciones. Ten pues, primero
celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo. (Tomás
de Kempis, La imitación de Cristo, fragmento)
Sin duda vivimos momentos sociales difíciles. La crisis
conlleva momentos amargos en los que nos enfrentamos a la dura realidad que
tenemos delante. No es que antes, en época de bonanza, no tuviéramos que
enfrentarnos a la realidad, sino que la ocultábamos a base de dinero y
prebendas. Ahora el agua vuelve al cauce del río y erosiona las orillas,
dejando ala descubierto muchos de los errores cometidos en el pasado.
¿Cómo afrontar estos duros momentos? Podemos gritar y
patalear contra el destino. Podemos reclamar con violencia aquello que nos
dieron y que realmente no existía. Podemos hacer evidente nuestra desesperación
en los espacios públicos, creyendo que los mecanismos que hace unos años
funcionaban, todavía son válidos. Pero la realidad es tozuda y se topa con
nosotros a menudo.
Tomás de Kempis nos habla del humilde y de la necesidad de
cultivar la paz por encima de las pasiones. Las palabras del Kempis suenan
extrañas en la sociedad de los inmediato en la vivimos. Nos habla de la
necesidad de ser exigentes con nosotros mismos antes de volcar las exigencias
sobre los demás Nos habla de la confianza que parte de un corazón lleno de paz.
En una palabra, nos habla de Esperanza. Pero no de una esperanza humana que
depende de tantas circunstancias que es imposible de alcanzar. Nos habla de la
Esperanza que es una espera con sentido: El
hombre bueno y pacífico, todas las cosas consigue la mejor parte, mientras que El
hombre que tiene pasión, aún el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo.
Tal vez la humildad sea una de las virtudes más
despreciadas en la actualidad, pero sigue siendo una herramienta maravillosa
para acercarnos a Dios y a nuestros hermanos: El
humilde, recibida la injuria y afrenta, está en mucha paz, porque está en Dios
y no en el mundo. ¿Se puede vivir con Dios y dejar el mundo en
segundo plano? Complicado si miramos sólo los afanes del día a día, sencillo y
tenemos confianza en que todo lo que ocurre es por Voluntad de Dios.
La vez podamos pensar en que el Kempis nos invita al “no
hacer” a la deshonra personal y a la indignidad, pero nada más lejos de lo que
nos indica. EL cristiano se sabe digno por ser imagen de Dios mismo y por ello
no reacciona con pasión ante la humillación que tratan de infringirle. Acepta
la humillación sin perder la dignidad, como quien acepta un honor sin creerse
más que antes de haberlo recibido.
Es frecuente que otras personas muestren su temor al
futuro y que este temor se manifieste con cierta violencia. El descontento y alterado, de diversas sospechas es
atormentado; ni él descansa ni deja
descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera y deja de hacer lo
que más le convenía. Piensa lo que otros deben hacer y él deja sus propias
obligaciones. El alterado sospecha de todos los que le rodean y con
esa sospecha genera violencia en si mismo y en los demás. Si nos encontramos
con estas personas hemos de tener cuidado de estar en paz: Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a
los otros.
Pero ¿Cómo conseguir la paz interior necesaria y
vivimos en un entorno tan complicado? La oración es más necesaria que nunca,
pero también la lectura atenta de los evangelios y encontrarnos en comunidad
para vivir nuestra Fe unidos.