Hoy en
día muchas personas no creen en la divinidad de Cristo ni en ninguna divinidad.
Ellos creen que no existe nada más que la realidad física y humana que les
rodea cotidianamente. Los milagros, por lo tanto, les parecen cuentos o
exageraciones que los Apóstoles compusieron para embaucar a la gente. Si
pensamos que todos dejaron todo lo que tenían detrás, para seguir a Cristo. La
mayoría murieron martirizados. ¿Qué razón tenían para querer engañar a los
demás? Ninguna, por lo sólo queda una hipótesis cuando no queremos aceptar los
milagros: sufrieron alucinaciones además de padecer problemas mentales.
Los
cristianos creemos firmemente las palabras que los Apóstoles dejaron escritas
en los Evangelios, ya que son Palabra de Dios. Creemos que el Espíritu Santo
iluminó su mente y sus recuerdos, para conformar la Tradición, que se volcó en
los Evangelios parcialmente. Quien no cree en los milagros de Cristo, no cree
en su divinidad y por lo tanto, intenta humanizar a Dios para poderlo utilizar
a su conveniencia.