San Pedro Martir invitando al silencio. (Fra Angelico)
Si os mantenéis en silencio, podréis oír. No encuentra lugar para sí la sabiduría donde no existe paciencia. Quien habla soy yo, pero quien os instruye es Dios; yo hablo, pero Dios os enseña. En efecto, no se ha proclamado dichoso a aquel al que enseña el hombre, sino a quien instruyes Tú, Señor. Yo puedo plantar y regar, pero es asunto de Dios el dar el crecimiento (1Co 3,7-11). Quien planta y riega, actúa desde el exterior; quien da el crecimiento enriquece interiormente. ¡Cuán difícil, cuán oscuro, cuán lleno de peligros si no se entiende o se entiende mal es el texto leído de la carta del santo Apóstol ... (San Agustín. Sermón 153, 1)
Creemos que somos quienes creamos la realidad social que nos rodea. Muchas personas viven para enfrentarse, porque creen que son ellos los responsables de cambiar el mundo. Como si Dios no existiera. Como si Dios estuviera tan lejos que no se interesara por nosotros. Como bien indica San Agustín, refiriéndose a un pasaje de San Pablo, nosotros plantamos y regamos, pero es Dios quien hace crecer. Si no crece nada de lo que plantamos y regamos, ¿No será Voluntad de Dios evidenciar que le hemos olvidado? Nada germina cuando se plantan piedras. Nada crece cuando se riega con carbones encendidos. ¿Cómo va a crecer algo si llenamos de ruido nuestro entorno?
Lo dice claramente San Agustín: La Sabiduría no existe sin paciencia. En la era de la "inmanencia comunicativa inmediata" no queda espacio para el silencio, la paciencia o la humildad. ¿Humildad? Pero si todos nos presentamos a nostros mismos como "maestros" y "soberanos". Maestros y soberados de la loseta donde estamos de pié en cada momento. Creemos y queremos ser los más grandes y sabios de la loseta que reclamamos en propiedad. El marketing nos enseña cómo hacer ruido para atraer engañando con todo tipo de simulacros. Necesitamos que las gentes nos miren un segundo y así sentirnos maestros de quienes hemos llamado su atención. Después nos preguntamos la razón por la que la humanidad parece sorda. El ruido socio-comunicativo nos convierte en sordos apáticos. ¿Crecerá algo regando con carbón encendido y plantando piedras? ¿Para qué queremos ser maestros sí el único verdadero Maestro es Cristo?
Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, Cristo, y todos vosotros sois hermanos. [...] Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, Cristo. (Mt 23, 8-12)
Volvamos al texto de San Pablo al que se refiere San Agustín [1]. Cada uno de nosotros debe trabajar en la viña del Señor humildemente. En la medida que lo que construimos sea por Voluntad de Dios, germinará. En la medida que nuestros esfuerzos generen discordias, maltrato, indiferencia, desprecio, estamos destruyendo, no construyendo. "Si el Señor no edifica la casa, En vano trabajan los que la edifican" (Sl 127, 1). Si nada crece, no conseguiremos mejorarlo haciendo más ruido. Ruido que sólo genera dolor e indiferencia.
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