viernes, 1 de mayo de 2009

La Verdad de Dios. Rechaza la idolatría.


Jeremías, ese profeta tan sabio, o mejor, el Espíritu Santo por Jeremías, nos muestra a Dios. Dice:


"Yo soy un Dios cercano, no un Dios lejano. Si un hombre hiciera algo en un escondrijo, ¿no lo veré Yo? ¿No lleno los cielos y la tierra? Dice el Señor."


Por otra parte, de nuevo nos dice por Isaías: "¿Quién medirá el cielo con la palma y toda la tierra con el cuenco de su mano?". Mira la grandeza de Dios y conmuévete. Adoremos a este de quien afirma el profeta: "Ante tu faz se derretirán las montañas como la cera se derrite ante la faz del fuego".


Éste es Dios, dice, "el que tiene como trono el cielo y la tierra como escabel". "Si abriera el cielo se apoderaría de ti el temor".

¿Quieres también oír lo que dice este profeta sobre los ídolos? Se colocarán ante el sol y sus cadáveres servirán de alimento a las aves del cielo y las fieras de la tierra. Se corromperán bajo el sol y la luna los que les amaron y sirvieron. Y su ciudad será arrasada.


Dice que los elementos y el cosmos perecerán con ellos también: "La tierra –afirma– envejecerá y el cielo pasará", "pero la palabra del Señor permanece para siempre".


¿Y cuando, en otra ocasión, Dios quiso manifestarse a sí mismo por medio de Moisés? "Ved, ved que soy Yo, y no hay otro Dios fuera de mí". "Yo daré la muerte y la vida. Heriré y sanaré. No hay nadie que se libre de mis manos".



Pero ¿quieres oír otro oráculo? Tienes todo el coro de profetas, los compañeros de Moisés. ¿Qué dice el Espíritu Santo por Oseas? No dudaré en decirlo: "Ved que Yo he dado fuerza a la tormenta y he creado el viento". Sus manos establecieron el ejército del cielo.


Y también por Isaías (te recordaré esta palabra): "Yo soy, Yo soy, afirma, el Señor, que proclama la justicia y anuncia la verdad. Reuniros y venid. Deliberad a la vez los que estáis salvados de todas las naciones. No me han conocido los que erigen un trozo de madera como su ídolo y suplican a dioses que no les salvan". A continuación prosigue: "Yo soy Dios y no hay otro justo fuera de mí, y no hay otro salvador fuera de mí. Volveos a mí y seréis salvos los del confín de la tierra. Yo soy Dios y no hay otro. Lo juro por mi nombre".



Rechaza a los idólatras diciéndoles: "¿Con quién compararéis al Señor? ¿A qué imagen haréis que se asemeje?" "¿No fabricó el artesano una imagen y el orfebre fundió el oro y la doró?". Lo mismo ocurre en esto.


¿No sois vosotros aún idólatras? ¡Venga, tened miedo de sus amenazas! No se quejan las esculturas y las obras hechas por hombres, sino más bien los que confiaban en ellas, pues la materia es insensible. Incluso afirma: "El Señor hará temblar las ciudades habitadas y tomará en su mano toda la tierra habitada como si fuera un nido".

¿Por qué te anuncio los misterios de la sabiduría y las sentencias de un niño hebreo, totalmente instruido? "El Señor me estableció al comienzo de sus caminos con vistas a su creación"; y "el Señor otorga la sabiduría y de su boca brota ciencia e inteligencia".


"Perezoso, ¿hasta cuándo estarás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Si fueras diligente, te llegaría tu cosecha como una fuente". Es el Logos del Padre, la buena luz, el Señor que nos trae la luz, la fe y la salvación para todos. "El Señor que hizo la tierra con su poder, restableció la parte habitada con su sabiduría", como dice Jeremías. Pues nosotros habíamos caído en los ídolos, pero la Sabiduría, que es su Logos, nos encamina hacia la verdad.


Ésta es la primera resurrección de la caída. Por eso el admirable Moisés, alejándonos de toda idolatría, grita con hermosas palabras: "Escucha, Israel, el Señor es tu Dios, el Señor es uno solo". "Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás".


Ahora, pues, hombres, comprended según aquel bienaventurado salmista David: "Aprended la lección, no sea que el Señor se irrite y perezcáis fuera del camino justo, pues su cólera se inflama de repente. ¡Venturosos los que a Él se acogen!". (Clemente de Alejandría. Protréptico título VIII)



¿Quiénes son los idólatras a los que se refiere Clemente? Podemos fijarnos lo que Dios dijo por medio de Moisés: “Escucha, Israel, el Señor es tu Dios, el Señor es uno solo"



Dios es Uno solo, no es multiplicidad. En Dios, en la Divinidad, todo se integra, se une y tiene significado. Fuera de la Divinidad aparece la multiplicidad, la dispersión y la ausencia de razones comunes. Dios se manifiesta a nosotros por medio de lo sagrado, que al ser reflejo de la Divinidad, esta sacralidad integra, une y da significado a todo. Por eso la sacralidad es ante todo simbólica, entendiendo simbólica como la propiedad de representar de forma unitaria e integrada tanto lo representado como todo lo que depende de ello.



¿Cuándo actuaremos de forma idólatra? Cuando demos carácter de verdad a aquello que separa, rompe y disgrega. Los ídolos tienen un significado que se puede calificar como diabólico, ya que nos separa de un entendimiento y unión con todo lo que nos rodea.



Las representaciones sagradas hacen referencia a al Divinidad utilizando el sentido simbólico que las convierte en iconos. Los iconos reflejan y conducen a Dios. Por lo tanto adorar, un icono es idolatría. ¿Por qué? Si en un icono se pierde “Lo Representado” se pierde el carácter y sentido de mediador simbólico con la Divinidad.



¿Cómo saber si nuestra actitud frente a lo sagrado es idólatra? Si utilizamos lo sagrado para separar, atacar o romper, estamos cometiendo idolatría, ya que estamos poniendo la representación sobre lo representado. La representación de lo Divino se puede respetar, venerar y hasta admirar… pero nunca adorar.



Por ejemplo, cuando se utilizan las sagradas escrituras para atacarnos unos a otros, estamos poniendo la revelación sobre el revelado. Esto se hace más patente si somos conscientes de que estamos incumpliendo el mandato expreso de Cristo: Amaos los unos a lo otros como yo os he amado. Amad a vuestros enemigos. Este hecho se relata perfectamente en primera epístola de San Juan:


“Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la Palabra que habéis escuchado. Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo - lo cual es verdadero en él y en vosotros - pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.” (1 Jn 2, 4-11)


Dios une, nunca separa. Si nuestro 'dios' es un 'dios separador', lo que realmente adoramos en un ídolo creado a nuestra medida.

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