domingo, 31 de enero de 2010

Limpiar la copa por dentro


Aquel que reconoce sus propios pecados es más grande que aquel que, por su oración, resucita a los muertos. Aquel que gime durante una hora por su alma es más grande que el que abraza al mundo por su contemplación. Aquel a quien se le ha dado ver la verdad sobre sí mismo es más grande que aquel a quien le ha sido dado ver a los ángeles. (San Isaak el Sirio S. VII)

Debemos reconocernos como los seres imperfectos que somos. Sin este reconocimiento, la gracia de Dios no penetra en nosotros con eficacia ni profundidad. Sin esta aceptación no tenemos capacidad de ir más allá de intentar ser mejores. La transformación de nuestra naturaleza solo puede ser llevada a cabo por Dios mismo.

Pero las palabras de San Isaac, pueden ser entendidas excediendo al individuo y penetrando en la comunidad de creyentes. Aceptar que es responsabilidad nuestra que la Iglesia no se muestre en plenitud al mundo como una, santa, universal y apostólica… es dar la oportunidad a Dios para derramar su gracia.

Tenemos que rogar a Dios para que nos enseñe el estrecho camino de la unidad en la diversidad. Nosotros solos no somos capaces de dar con la solución y necesitamos de El.

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Jesús dijo a sus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy.”
No mires nuestros pecados, sino la fe de tu iglesia.
Para que tu voluntad se realice, dale esta paz y condúcela a la unidad perfecta, Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén

martes, 26 de enero de 2010

La virtud más grande es el amor


La fe y la esperanza se ordenan solamente al hombre; el amor se ordena a Dios; la fe puede mover montañas, el amor crea las montañas, el cielo y la tierra; la fe anima a la criatura para que se esfuerce por alcanzar el paraíso; el amor ruega a Dios que baje con su fuego a la tierra de tal manera que el hombre por el camino de su amor alcance el cielo. La fe dice: sirve, oh hombre, a tu Dios como se debe; el amor: hazte, oh Dios, hombre y sirve al hombre, que te debe mucho de cuanto tiene. La fe dice: llama, oh hombre, a la puerta del cielo para que abran; el amor dice: oh Dios, abate las puertas del cielo para que el hombre lo encuentre abierto. La fe enseña al hombre a morir por el amor de Dios, el amor invita a Dios a que muera por el hombre y al hombre a que muera por su Dios. La fe muestra a Dios de lejos; el amor lleva al hombre a Dios, y el amor hizo a Dios hombre y al hombre Dios.

La fe es tan solo señora, porque reina sólo aquí donde no tenemos ciudadanía permanente, mientras esperamos la futura; el amor es el emperador del cielo y de la tierra. La fe es un campesino; el amor un caballero.La fe es emperatriz de muchas humildes criaturas de aquí abajo; el amor es emperador de los ángeles.La fe domina sobre los siervos; la caridad sobre los hijos amados y los santos. Considera bien este ejemplo: Si en el sol hubiese un universo como el nuestro, ¿por quién sería alumbrado, calentado, vivificado y regido? Ciertamente que no por sus rayos sino sólo por su esencia, porque el sol contendría en ella todo aquel universo. Efectivamente, el sol ilumina a nuestro mundo, lo calienta, le da vida y lo rige no por si mismo — ya que no puede venir a nosotros — sino por medio de los rayos que nos envía. Y así la razón por la cual el sol hace esto por medio de sus rayos es porque no puede desplazarse hasta nosotros.Esto y mucho más puedes pensar de Dios.

El Padre engendra su rayo de luz como el sol, es decir, el Verbo eterno y esencial. El Padre y el Verbo, como el sol y su rayo, producen un calor esencial: el Espíritu Santo. De este modo este sol divino es poder, luz y fuego; Padre, Hijo y Espíritu Santo; potencia, verdad y amor: un solo Dios y tres personas. Este sol divino todo él es poderoso, todo él resplandeciente, todo él ardiente. No tres potencias sino una, no tres luces sino una, ni tres fuegos sino uno.

De esto, sin embargo, surge una leve duda. Se ha dicho que todos nosotros estamos en Dios y que Dios es amor; puede parecer por consiguiente que todos estamos en el amor y así también, todos estamos en la verdad y todos en la verdadera potencia. Pero tal cosa es falsa porque son pocos los que viven en el amor, y por el contrario muchos los que caminan en el error y en la mentira y muchos son débiles y sometidos a flaquezas.

Empiezo respondiendo con un ejemplo: Muchos peces están al sol, pero cubiertos por el agua no se calientan; muchos ciegos están en la luz y no ven; muchos recipientes contienen alimentos y no los comen. Date cuenta, por tanto, que no es suficiente estar en un lugar para participar de los valores del lugar, si no se tienen las debidas disposiciones. El enfermo come y no le aprovecha; el muerto puesto en el fuego no percibe el calor. Si uno está al sol, pero se hace empapar constantemente con agua muy fría, no sólo no se calentará sino que estará tiritando continuamente.

Así pues, aunque estemos situados en medio del fuego divino, — que no calienta el cuerpo, sino que abrasa el alma —, no recibimos ningún beneficio de este fuego, si no dejamos de arrojar sobre el alma la granizada de la carne, el hielo del mundo, el viento de las tentaciones. Es necesario que apartemos nuestra alma de todo ese frío y entonces nadie habrá que se libre del calor de Dios, como dice el salmista. (Sal 18, 6)" (Beato Juan Domínici, obispo. Libro Del amor de caridad del Cap. 39-40).

Oración:

Padre, que nos iluminas con el sol de tu Palabra, concédenos vivir de fe, esperanza y amor, para que seamos digna imitación de tu Hijo, que pasó por en medio de nosotros haciendo el bien. El vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.



Tomado de la dirección web: http://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010130_dominici_sp.html

miércoles, 20 de enero de 2010

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa...

Estamos celebrando la semana de oración por la unidad de los cristianos. En un principio la unidad se enfoca hacia las distintas confesiones o Iglesias... pero podríamos llevarla también a todos los ámbitos internos a cada una de las Iglesias. Literalmente, nos falta unidad en todos los sentidos. Pero ¿Qué entendemos por unidad?

Para escudriñar algo el tema podemos empezar por uno de los textos más utilizados y que está contenido en el evangelio de San Juan. En este texto, Cristo pide al Padre por nosotros y lo hace con el objetivo de que estuviéramos unidos. Cristo nos conoce y sabía que no tardaríamos en iniciar la carrera de diferenciarnos y después imponernos unos a otros.

"Mas no ruego tan solamente por ellos [quienes le han conocido y han creído], sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa; así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has amado, como también me has amado a mí" (Jn 17,20)

El tema de la unidad de los cristianos se relaciona directamente con la Trinidad (circumincesión de las tres personas), ya que ésta muestra cómo aspectos diferentes se unen de manera perfecta, en la unidad plena. Hemos de ser conscientes que nuestra naturaleza humana nos impide conformar una Iglesia única, unida y homogénea... pero aceptar esta evidencia no excluye que seamos capaces de entender lo qué significa la unidad...

¿Qué quiere decir "Para que el mundo crea que tú me enviaste"? ¿Acaso creerá el mundo cuando todos seamos una misma cosa en el Padre y el Hijo? ¿Por ventura no es ésta aquella eterna paz que es más bien el premio de la fe que la misma fe? Pues si en esta vida todos los que profesamos una misma fe somos una misma cosa, por consecuencia somos uno, no para que creamos sino porque creemos. ¿Qué quiere decir, pues: "Todos sean uno, para que el mundo crea"? Ciertamente cuando habla de todos se refiere al mundo creyente. De éstos dirá lo mismo que había dicho en aquellas palabras: "No ruego sólo por ellos, sino por los que han de creer en mí por su palabra" ¿Cómo, pues, lo hemos de entender sino diciendo que no puso como causa, "Para que el mundo crea que son una misma cosa", sino que orando dijo: "Para que el mundo crea", como había dicho "Para que sean uno mismo"? Finalmente, la exposición de esta sentencia será más clara si añadimos la palabra Ruego en todas sus cláusulas: "Ruego que todos sean uno; ruego que ellos sean una misma cosa en nosotros; ruego que el mundo crea por que tú me enviaste". (San Agustín, De Trinitate)

Cristo ruega al Padre para que entendamos qué es la unidad y así podamos buscarla. Dios sabe que, en nuestras imperfecciones y limitaciones, siempre necesitaremos espacios particulares donde nuestros carismas no se sientan limitados. Sabiendo que la diversidad es evidencia de nosotros mismos,... ¿Cómo podríamos pensar en un Iglesia unida? San Pablo dio a los efesios algunas pistas:

"Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.

Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?

El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor." (Carta a los efesios 4, 1-16)

Pablo era consciente de que Dios no nos puede llenar con la plenitud de la unidad… ya que somos imperfectos. Nos romperíamos. Sabía que a cada cual le ha dado lo suyo y que precisamente Dios espera que compartamos nuestras debilidades y capacidades para conformar unidos el Reino de Dios.

A cada uno de nosotros se nos ha dado diferente capacidad de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios… Solo si nos unimos podremos tener la plenitud de todos los dones del Espíritu Santo. Entonces conformamos un espléndido puzzle, que completo es capaz de mostrar su verdadera naturaleza: la Iglesia.

Por eso es tan importante que nos reconozcamos como hermanos y trabajemos unidos en lo que cada cual es mejor. Esta es una lección a aprender dentro y fuera de la Iglesia católica… ya que tanto internamente como externamente tendemos a conformarnos en grupos aislados y poco dados a trabajar en unidad. Oremos a Dios para que podamos reconocernos y amarnos los unos a otros… como Dios nos reconoce y nos ama.

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Señor nuestro Jesucristo, que momentos antes de la Pasión oraste por los que iban a ser tus discípulos hasta el fin del mundo, para que todos fueran uno, como tú estás en el Padre y el Padre en ti; compadécete de tanta división como existe entre quienes profesan tu fe.. .
Derriba los muros de separación que divide hoy a los cristianos...

Mira con ojos de misericordia las almas que han nacido en una u otra comunión cristiana, obra de los hombres, que no tuya...

Atráelos a todos a esta única comunión que implantaste desde el principio: a la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica...

Como en el cielo solamente existe una sociedad santa, que no exista en la tierra más que una comunión que confiese y glorifique tu santo nombre.

Amén.

(Oración: Cardenal John Henry Newman)

domingo, 17 de enero de 2010

Haiti


Señor, cuando nos enfrentamos al dolor humano, nos abruma y no encontramos explicación... solo Tu eres capaz de darnos sentido más allá de nuestra cotidianidad.

Ayúdanos a comprender qué podemos hacer por nuestros hermanos sufrientes y, sobre todo, a ser capaces de llevarlo a cabo.


Porque solo tuyo es el poder y gloria por los siglos de los siglos.

Amén

Campaña «CÁRITAS CON HAITÍ»

Teléfono de donaciones: 902.33.99.99

BANCO DE SANTANDER: 0049-1892-64-2110527931
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SABADELL-ATLANTICO: 0081-0216-74-0001306932
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CAM: 2090-5513-04-0040370409
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domingo, 10 de enero de 2010

El Hijo predilecto de Dios

¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la tierra, el Espíritu Santo se muestra bajo la forma de una paloma. Porque no hay verdadero bautismo ni verdadera remisión de los pecados allí donde no hay la verdadera Trinidad... El bautismo que da la Iglesia es único y verdadero, sólo se da una vez y, siendo sumergidos una sola vez, somos purificados y renovados. Purificados porque se deja la suciedad del pecado; renovados, porque se resucita para una vida nueva después de haberse despojado de la vetustez del pecado.

En el bautismo del Señor, pues, los cielos se abren a fin de que, por el baño del nuevo nacimiento, descubramos que el Reino de los cielos se abre a los creyentes, tal como lo dice la palabra del Señor: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3,5). Entra en él, pues, el que renace y no descuida perseverar en su bautismo.

Puesto que nuestro Señor vino a darnos el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados, ha querido él mismo ser bautizado primero, no para ser despojado del pecado pues no lo había cometido, sino para santificar las aguas del bautismo y así destruir los pecados de todos los creyentes renacidos por las aguas del bautismo.

(Cromacio de Aquilea [? †407]. Sermones sobre la Epifanía, 34)

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Decía mi amiga Maricruz inspiradamente en su blog, que el bautismo es puente, camino, puerta, arco iris y señal. Los sacramentos son los puentes que nos unen a Dios por encima de nuestra naturaleza caída. Son camino que lo lleva a Dios y nos comunica con El. Son puerta que permite salir de nuestro estado de desesperación y entrar la plenitud de la esperanza. Son arco iris que señala la promesa de Cristo. Y son sobre todo esperanza. Esperanza como espera con un sentido… el sentido de ser hijos de Dios y de se parte de su obra.

Cuando Cristo se bautizó los cielos se abrieron y la Trinidad se manifestó por primera vez a los hombres. Estamos por lo tanto festejando la nueva epifanía que nos permite renacer del agua y del espíritu.

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Señor. Gracias por donarte a nosotros por medio de
tu palabra sagrada.

Te rogamos para que derrames tu gracia sobre nosotros
y por medio de ella podamos llegar a
comprender todo el profundo significado
del bautismo de la Palabra hecha carne,
Cristo Señor nuestro.
Amén

martes, 5 de enero de 2010

Belleza y Fe


En el libro de las Confesiones, [San Agustín] nos recuerda la importancia que para su conversión tuvo la experiencia estética: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!». Esta añoranza recordaba la insistente búsqueda de aquella hermosura infinita por la que su alma suspiraba día y noche. La influencia platónica aflora al interpretar el ascetismo cristiano como purificación progresiva de la vida y de la mente. Bajo el impulso del amor, nos muestra el ascenso escalonado hasta aquella Belleza suprema y absoluta que se manifiesta al mundo en el misterio de Cristo. El resplandor de este misterio incluye cierta luz, cierta voz, cierta fragancia e incluso cierto alimento o abrazo interior: «Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios». Lo que en realidad resplandece en su alma es el amor a la belleza primordial: «La belleza sobre toda belleza». Y aquí precisamente radica la clave de la estética teológica de san Agustín: el apetito sobrenatural, que conduce al hombre a buscar libremente la verdad y a amar espontáneamente la belleza. Este será el camino que nos lleve al Padre por medio del Hijo y bajo la acción del Espíritu. (P. Jesús Casás. Belleza y vida de fe)

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Mañana celebramos la Epifanía del Señor. Es decir la Navidad como manifestación de Dios. En los primeros siglos, la fiesta de la Navidad estaba unida a la Epifanía y se celebraba el 6 de enero. Las Iglesias orientales, en su mayoría, siguen celebrando la Navidad y Epifanía juntas.

Tomando el texto del Padre Jesús Casás como palanca, tal vez podamos entender esta manifestación de lo alto como algo más que un hecho histórico y costumbrista. El cuadro de Gentile de Fabriano que incluyo al inicio de la entrada nos ayuda a ver el suceso por medio de la belleza que tuvieron que admirar los Magos de Oriente. Belleza y perfección construidas sobre sencillez y humanidad. Dios encarnado en un niño y presente en una humilde cueva-establo.

Los Magos tuvieron que captar todo el significado y simbolismo de la escena y maravillados arrodillarse desbordados por un goce interno que solo podemos expresar como la “belleza sobre toda belleza”.

Pero este asombro y goce no es algo del pasado. Nosotros tenemos la oportunidad de contemplar la escena y también desbordarnos de goce ante el milagro actual y eterno de la Palabra hecha carne que habita entre nosotros.

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Jesús mío. Dios eterno manifestado.
Viniste al mundo para dar tu vida divina a todos nosotros.
Quisiste hacerte sacramento para conservar y fortalecer nuestra vida sobrenatural,
frente a las debilidades y faltas de cada día.

Te pedimos humildemente que nos ayudes a
asombrarnos de tu manifestación eterna y cotidiana.
Llénanos de Tu Espíritu Divino y
condúcenos hacia Tu Sagrado Corazón.
Amén.

Feliz Navidad.

sábado, 2 de enero de 2010

Tolerancia, respeto, justicia y justificación

Quizás se deba a mi formación tecnológica que me sienta extrañado por el uso y sentido que se da actualmente a la palabra tolerancia. Cuando estudiaba, la tolerancia era la proporción de desviación máxima de determinada magnitud física. Una resistencia con tolerancia del 10%, era la que podía variar un máximo de un ±10% su valor nominal. Cuanto menor fuera la tolerancia, el elemento estaba mejor fabricado.

De repente este concepto tecnológico apareció en la escena pública con un sentido contrario al que lo comprendíamos los técnicos. Se trataba de ser muy tolerante y aceptar lo que fuese sin poner pegas. Tolerar era aceptar indolentemente para así permitirnos convivir siendo diferentes. Rápidamente la sociedad se dio cuenta que la doctrina de la máxima tolerancia daba lugar al desentendimiento social. La sociedad tendió a la desafección hacia todo lo que le desagradaba y nos encontramos con problemas importantes: violencia domestica, laboral, escolar, suicidios, rupturas matrimoniales, descenso en picado de la natalidad, etc. El sinsentido de esta actitud llego al punto que se comenzó a oír que la tolerancia era una falacia. Ante la alarma se ideó la “tolerancia 0” de manera que determinadas actitudes y acciones se propusieran como indeseables. Pero fíjense que se utilizó el sentido positivo de “tolerancia 0” y no se utilizó la palabra correcta: intolerancia a determinas actitudes y acciones.

Lo cierto es que conforme el concepto de tolerancia fue implantándose en la sociedad, el concepto de respeto fue desapareciendo. Hoy en día el respeto se ve como algo retrógrado y sospechoso de tendencias conservadoras.

Quizás sea interesante reseñar que la tolerancia era un concepto que se aplicaba a las cosas y en todo caso a las acciones y actitudes.... pero por razón del cambio de modelo de hombre y sociedad, la tolerancia empezó a aplicarse a las personas.

Cuando se tolera algo o a alguien, se está ejerciendo implícitamente una actitud de desdeño o de desafección frente a ello/ella. ¿Por qué? Debido a que la tolerancia incide en la externalidad totalmente desafecta del ser de las cosas y las personas. Tolerar a una persona es reducirla a una externalidad distante. Si exigimos tolerancia, estamos reclamando sobre nosotros desafección y lejanía.

En el fondo, al aceptar el modelo de persona que conlleva la tolerancia, lo que estamos haciendo es aceptando un modelo de ser humano que olvida la propia esencia o sustancia que nos hace humanos. Nos consideramos eventualidades valorables por lo que aparentamos o hacemos. El ser desaparece de nuestro modelo cognitivo, situando la contingencia vital como definitoria de lo que somos. Somos lo que hacemos y aparentamos. Esto no es más que otro síntoma adicional de la deriva des-sustanciadora que define nuestra época. Los medios, la educación y hasta nosotros mismos nos definen y nos definimos, por cómo actuamos y aparentamos.

¿Dónde quedó el respeto? Se respeta a las personas por lo que son. El respeto es lo que nos permite danos valor por encima de las circunstancias vitales. Da igual que seas un mendigo o un exitoso profesional… mereces respeto y ese respeto proviene de ser valorado como persona. El problema de la valoración del ser humano no es nada secundario, ya que, o se toma como premisa injustificable e incómoda… o se sustenta en el valor de ser hijos de Dios. La primera opción da lugar a multitud de inconsistencias y el segundo exige ser coherente y responsable,… por lo que nuestra sociedad procura olvidar la necesidad de definir nuestro valor y dignidad.

Otro aspecto del mismo problema. El respeto se ha vuelto algo incómodo para nuestra sociedad. El respeto se enfrenta al concepto de libertad que se ha impuesto. La libertad se entiende hoy en día, como la licitud de manifestación o acción contraria a lo respetable. Si se actúa de manera respetuosa… inmediatamente se señala esta actuación como no libre. Pero aún hay más detrás de esto. Al entenderse la libertad como acción, se la desliga totalmente del ámbito del ser, ya que se entiende que la sustancia de todo lo existente es relativa, inconstante o inexistente. Se nos dice que podemos ser lo que deseemos ser en cada momento y que esto es un derecho defendible. Incluso se dice que somos libres de considerar el ser implícito en todo lo creado como nos parezca más útil. Por ejemplo, podemos decir que tres rayas y tres manchas es arte, referenciando esta consideración por el acto de compra del objeto como arte. Este simple y cotidiano acto es un ejemplo de cómo la acción se reclama como definidora del ser… lo cual es una barbaridad de proporciones considerables.

Ante la pregunta de ¿Qué somos? Nos encontramos con la respuesta de que somos según queramos actuar o aparentar… y que por ello, podemos ser lo que queramos. Esto nos lleva a que ante cualquier apariencia y acción, reclamemos tolerancia y nos contentemos siendo tolerados. Si no se tolera nuestra acción se nos quita nuestra libertad de ser lo que deseemos ser.

En este contexto, la justicia se vuelve maleable y adaptable. Lo justo se legisla por “mayorías” en los parlamentos y se hace buscando la libertad entendida como acción y apariencia. Lo justo se trueca en lo justificable por medio de la acción. Si se justifica algo, esto pasa a ser algo justo y exigible socialmente. Por eso se legisla contra la ley natural y esto se considera como deseable y procurador de progreso. Es evidente que sea así, ya que la libertad tiene que sustanciarse como acción contra lo respetable. Si no fuera así, no se considera libertad.

Ante las protestas de quienes no pensamos de esa manera, se nos señala como intolerantes… entendiendo ser intolerante como algo intolerable. La premisa relativista de “lo único absoluto es que no existen absolutos” se reencarna en la premisa de “lo único intolerable es ser intolerante”.

Que se nos llame intolerantes no es ningún insulto. Todo lo contrario. Ser intolerante significa tener claro qué actuación es lícita cuál no lo es, qué idea es verdadera y cuál no… y dejar claro que no se está conforme con otras definiciones. Ser intolerante no disminuye el respeto, valor y dignidad que tenemos todos por el hecho de ser hijos de Dios… ya que lo que no se toleran son las acciones, actitudes, ideas y apariencias.

¿Qué sucede con los ámbitos ligados a la ley natural y divina? Simplemente no existen para esta sociedad. Sacralidad, simbolismo y revelación divina son conceptos innecesarios… ya que implican consistencia en el ser y libertad de asumir y basar las actitudes vitales en ellas. Así se comprende que se griten consignas por las calles como: “sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios” sin darse cuenta del sinsentido de tales exclamaciones.

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Señor danos fuerza y templanza,
humildad y conocimiento,
para enfrentar la tarea cotidiana de dar
testimonio de Ti.
Amén

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