El pasaje evangélico de hoy nos muestra cómo los Pedro, Andrés, Juan y Santiago, siguieron a Cristo. Son los mismos apóstoles que le acompañaron durante la Transfiguración y durante la oración en el Monte de los Olivos. Son las cuatro columnas sobre las que la Iglesia se sustentó en sus inicios.
Tras el llamado de Cristo, dejaron todo para seguir al Señor. De su misión no tenían más certeza que lo que sentían en su interior. En este pasaje vemos la fuerza que tiene la llamada del Señor cuando llega a corazones que están dispuestos a seguirle. San Jerónimo lo expresa con gran claridad:
¿Qué indicios tenían ellos, que señal sublime habían notado para seguirle así que los llamaba?- Nos damos cuenta, a todas luces, que algo divino emanaba de Jesús, de su mirada, de la expresión de su rostro que incitaba a los que él miraba a volverse hacia él (...). ¿Por qué digo todo esto? Para mostraros que la palabra del Señor actuaba y que a través de la palabra más insignificante, el Señor actúa: “él lo ordenó y fueron creados.” (Sal 148,5) Con la misma simplicidad con que él los llamó, ellos le siguieron. (San Jerónimo, Homilías sobre el evangelio de Marcos; PL 52)
Es maravilloso ver cómo el Espíritu sabe encender los corazones dispuestos cuando son llamados por Cristo. Si traladamos esta situación a nuestra sociedad del siglo XXI, nos parece un cuento imposible. ¿Quién va a dejar todo lo que tiene por el llamado del Señor? (Seguir leyendo)