Hace tiempo, una amiga me decía que necesitaríamos saber qué palabra es la que se oculta detrás de Cristo. La verdad, no le entendí cuando me lo decía, ya que nunca hubiera pensado que había una palabra escondida. Tirando de sus razonamientos, me dí cuenta que al leer el prólogo del Evangelio de San Juan había entendido de forma errónea su contenido.
La palabra griega “Logos” no es palabra compuesta por 4 letras, sino un ser que da sentido, entendimiento a algo. Por ejemplo, una palabra como “mesa”, nos dice que nos referimos a un mueble con una superficie horizontal pensada para depositar objetos. La palabra “mesa” da sentido al mueble, ya que comprendemos para qué ha sido hecho por el carpintero. Hoy en día hemos perdido la noción de ser universal. Pensamos que las palabras son designaciones arbitrarias dadas según nuestro interés del momento. Una mesa puede ser silla o lámpara con sólo llamarlas así.
Hemos hecho nuestro el nominalismo que en el siglo XIII desafió a la Iglesia y la civilización occidental. Por eso la lectura de hoy domingo nos resulta con complicada de entender. A la mayoría de nosotros nos parece un desvarío sin demasiado significado. ¿Por qué llamar Palabra a Cristo?
Así como los enfermos del cuerpo necesitan un médico, del mismo modo los enfermos del alma precisan de un pedagogo (educador), para que sane nuestras pasiones. Luego acudiremos al maestro, que nos guiará en la tarea de purificar nuestra alma para la adquisición del conocimiento y para que sea capaz de recibir la revelación del Logos. (Seguir leyendo)
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