En
una sociedad a la que todo le da igual, mientras la alimenten con pan y circo,
las etiquetas son parte del show de los medios. Los medios son los motores del
fluido social que nos rodea. Con el cisma, algunos medios de comunicación
ganarán mucho dinero, lo que presenta una oportunidad que no dejarán pasar. Lo
promocionarán o lo combatirán, según saquen más beneficios. Algunas personas
también verán oportunidades en la tormenta mediática y utilizarán la situación
para conseguir notoriedad social, relevancia, capacidad de influencia. Los
apologetas ideológicos de uno y otro signo intentarán crear o profundizar en
los prejuicios que más les convienen. Los fieles, que no estén desconectados
ya, se cansarán pronto del circo y se alejarán un poco más de una Iglesia que
se percibe como otra tribu urbana entre la infinidad de las que existen.
Sobre
la liquidez eclesial podemos leer unas declaraciones de Mons. Coccopalmerio en
la presentación de su libro sobre Amoris Laetitia. Habla sobre el acceso a la
Eucaristía y a quienes debe estar vedado el sacramento. No tienen desperdicio:
Pero, ¿a quién no puede
la Iglesia admitir de ninguna manera («sería una latente contradicción») conceder
los sacramentos? Coccopalmerio responde: al fiel que, «sabiendo que está en
pecado grave y pudiendo cambiar, no tuviere ninguna sincera intención para
llevar a cabo tal propósito». Es lo que afirma «Amoris laetitia»: «Obviamente, si
alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal
cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia,
no puede pretender dar catequesis o predicar, y en ese sentido hay algo que
lo separa de la comunidad. Necesita volver a escuchar el anuncio del
Evangelio y la invitación a la conversión…».
En
estas declaraciones podemos ver que:
La
apariencia está sobre el ser. Lo que resulta importante es ostentar, evidenciar
o intentar imponer a los demás algo que no se ajuste a lo que enseña la
Iglesia. Si la Iglesia enseña cosas contradictorias, como de hecho lo hace
según el documento al que nos refiramos, lo sustancial es “no intentar imponer”
a los demás esa visión particular. Es decir, su cojo el Evangelio en el que se
indica claramente que el adulterio es un pecado muy grave e intento que los
demás comprendan que hay que atender a lo que dice Cristo, antes que lo que se
interprete de documentos poco clarificadores, no debería comulgar. “Algo me
separa de la comunidad” que acepta que los sacramentos son signos
socio-culturales y desconoce toda sacralidad y trascendencia. Debo volver a
escuchar el Evangelio, pero cuál evangelio y la invitación a la conversión,
pero ¿A qué me tengo que convertir?
Sin duda algunos empezamos a pensarnos si es conveniente, o no, evidenciar una unidad que no es real y consistente. Si nos atrevemos a hacerlo público, dejaremos de tener el acceso a al Eucaristía, ya que hemos pecado de señalamiento del rey desnudo y dar razones de ello. Seríamos excomulgados aparentes, porque en esencia seguimos fieles a la Iglesia de Cristo. Por desgracia hay quienes insinúan que se nos puede considerar como "corruptos" o "corruptores" y aplicando el nuevo magisterio, dejaríamos de tener opciones de salvación. Estaríamos condenados directamente y sin posible remisión. Quien sabe a dónde nos llevará toda esta locura. Sólo Dios lo sabe y Él tenemos que orar con esperanza.