Con este nombre se conocía en la antigüedad lo que ahora conocemos como el Credo. ¿Por qué lo llamaban así? Le llamaba símbolo porque cuando se expresaba unía en la Fe a quienes lo profesaban. San Ambrosio de Milán, en su breve tratado sobre el Símbolo apostólico no indica que también se entiende así por ser una especie de contrato que cada fiel (y el conjunto de al comunidad), realiza y renueva con Dios cada domingo.
Durante los primeros siglos, el Símbolo solo podía ser conocido por quienes hubieran sido bautizados y además no podía ser escrito. Debía ser aprendido de memoria para así retenerlo escrito en el alma. Los profanos no podía conocerlo para que así no pudieran profanarlo al exponerlo sin realmente tenerlo escrito en alma. Pero los tiempos cambiaron y al aceptarse el cristianismo como religión oficial del imperio… allá por el siglo VI… el carácter sagrado del Símbolo apostólico pasó a ser historia.
Pero que no se (re)conozca el carácter sagrado del Símbolo, no lo despoja de ser instrumento necesario para nuestra unión con Dios. Se tiene constancia indirecta de la confección del canon del Símbolo en los tiempos apostólicos, por lo que es más que probable que los propios apóstoles lo configuraran y lo donaran a las comunidades como parte del patrimonio entregado por Cristo en forma de revelación. Su carácter secreto así lo atestigua.
Es evidente que profesar el Símbolo unidos en comunidad nos hace constituir y renovar el vínculo sagrado existente entre nosotros y Dios. Sería deseable que a la profesión del Símbolo se le diera toda la solemnidad que requiere el acto que realizamos y no se lo recitáramos como perseguidos por el diablo… que de hecho es lo que sucede cuando desdeñamos los aspectos simbólicos de la Liturgia.
En el símbolo repasamos el conjunto de pilares sobre los cuales se apoya nuestra Fe y unidad. Recordemos que dentro del Símbolo, profesamos nuestra Fe en una Iglesia única, universal, santa y apostólica. No son palabras vanas o una mera referencia a pertenecer una tradición determinada. Se trata de reconocer y proyectar nuestra comunidad dentro de la Iglesia universal, aceptando su carácter único y santo. Se trata de reconocer que la Iglesia es más que el conjunto de particularidades, instituciones y reglamentos. Se trata de ver en la Iglesia como un ideal a construir cada día entre nosotros.
El Símbolo apostólico une a cada fiel con la comunidad y a su vez une a la comunidad con al Iglesia universal. Así mismo, une a la Iglesia actual con la Iglesia primitiva dentro de una continuidad que lejos de ser profana es evidencia sagrada.
Notas adicionales: por si a alguien le sorprende el uso del secreto en la Iglesia primitiva, le recomiendo leer en la enciclopedia católica sobre la disciplina del secreto: pulsar
También es interesantísimo leer sobre el credo en las obras de San Ambrosio de Milán: Explicación del símbolo y de San Cirilo de Jerusalén: Catequesis V,12: La confesión de la fe en el Símbolo. Pulsar