jueves, 20 de mayo de 2010

Veni Creator Spiritus


De la catequesis XV de San Cirilo de Jerusalén, tomo estos párrafos que hablan del Espíritu Santo:

Diversos sentidos de la palabra «espíritu»

13. Pero puesto que acerca del Espíritu Santo, con un nombre único y común, se han dicho muchas cosas diversas en la Sagrada Escritura y puede temerse que alguien las confunda por ignorancia por no saber a qué espíritu se refiere lo que allí está escrito, es preciso señalar ciertas características seguras del Espíritu al que la Escritura llama Santo. Pues así como Aarón es llamado «cristo» y también David, Saúl y otros son llamados «cristos», y sin embargo es único el verdadero Cristo, así también, una vez que se atribuye la denominación de «espíritu» a diversas realidades, es estupendo ver a quién se llama, por algún motivo peculiar, Espíritu Santo. Pues son muchas las cosas que se llaman «espíritu», pues un ángel es llamado «espíritu», se llama «espíritu» a nuestra alma y al viento que sopla se le llama «espíritu». También una gran virtud es llamada «espíritu» y es denominada «espíritu» una acción impura. Incluso el Demonio, el Adversario, es llamado «espíritu». Cuídate, pues, cuando oigas estas cosas, de que, por la semejanza de la denominación, no confundas una cosa con otra. Pues de nuestra alma dice la Escritura: «Su soplo exhala, a su barro retorna», y del alma dice a su vez: «Que modela el espíritu del hombre en su interior» (Zac 12, 1). Y de los ángeles dice en los Salmos: «Que hace a sus ángeles espíritus y llama de fuego a sus servidores». Y del viento dice: «Tal el viento del Este que destroza los navíos de Tarsis» (Sal 48, 8). Y además: «Como el árbol es agitado por el viento en el bosque». Y: «Fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra» (Sal 148, 8). Y de la buena doctrina dice el Señor mismo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida» Un 6, 63), es decir, son espirituales. Pero el Espíritu Santo no es algo que se exhala hablando con la lengua, sino alguien vivo, que nos concede hablar con sabiduría, siendo él mismo el que se expresa y habla.

El Espíritu Santo sugiere, habla y enseña

14. ¿Quieres darte cuenta de cómo crea palabras y habla? Felipe, por revelación de un ángel, bajó por el camino que llevaba hasta Gaza, cuando llegaba el eunuco. Y dijo el Espíritu a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro» (Hech 8, 29). ¿Ves cómo el Espíritu habla al que le oye? Y Ezequiel dice así: «El espíritu de Yahvé irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así dice Yahvé"» (Ez 11, 5). Por otra parte, «dijo el Espíritu Santo» a los apóstoles, que estaban en Antioquía: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado» (Hech 13, 2). Ves al Espíritu que está vivo, que segrega y que llama, y que envía con poder. Y Pablo dice: «Solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones» (20, 23). El es el que santifica a la Iglesia, su auxiliador y su maestro, el Espíritu Santo maestro, del que dijo el Salvador: «Os lo enseñará todo», y no dijo sólo «os lo enseñará», sino también «os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26). Pues no son unas las enseñanzas de Cristo y otras las del Espíritu Santo, sino claramente las mismas. De las cosas que habían de suceder dio Pablo testimonio con anterioridad, para que, mediante un conocimiento previo, el ánimo se sintiese más firme. Y estas cosas se os han dicho por aquella sentencia: «Las palabras que os he dicho son espíritu» (Jn 6, 63), de modo que no pienses que éste (el Espíritu) es sólo algo que nosotros decimos, sino doctrina sólida.

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La doctrina es la manera recta y ajustada de entender las verdades de nuestra Fe. Sin esta doctrina, estaríamos a merced de la subjetividad de cada uno de nosotros. Las enseñanzas de Cristo no pueden contradecirse con las del Espíritu Santo. Nunca podremos encontrar revelaciones particulares que pongan en cuestión la Palabra de Cristo y la Doctrina que le da consistencia.

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Veni, creator Spiritus
mentes tuorum visita,
imple superna gratia,
quae tu creasti pectora.

Qui diceris Paraclitus,
altissimi donum Dei,
fons vivus, ignis, caritas
et spiritalis unctio.

Amén


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