Abrahán, fijándose en la promesa de Dios y dejando de lado cualquier mira humana, sabiendo que Dios es capaz de hacer obras que sobrepasan la naturaleza humana, puso toda su confianza en las palabras que Dios le había dicho, sin dejar lugar a ninguna duda, en su espíritu, y sin dudar sobre el sentido que tenían las palabras de Dios. Porque lo propio de la fe es confiar en el poder de aquel que nos ha hecho una promesa… Dios había prometido a Abrahán que de él nacería una posteridad innumerable. Esta promesa estaba por encima de las posibilidades de la naturaleza y de las visiones puramente humanas; por que la fe que tenía para con Dios “y se le contó en su haber” (Gn 15,6; Gal 3,6).
Pues, si lo pensamos bien, a nosotros se nos han hecho promesas aún más maravillosas y que nos van a satisfacer mucho más de lo que puede soñar la mente humana. Y, para merecer la justificación que viene de la fe y alcanzar los bienes que nos han sido prometidos, no nos hace falta más que confiar en el poder de aquel que nos ha hecho estas promesas. Porque todos estos bienes que esperamos sobrepasan toda concepción humana y todo lo que se puede pensar, pues ¡cuán magnifico es eso que se nos ha prometido!
... ¿Te das cuenta tú de la sobreabundancia de las promesas? ¿Te das cuenta de la grandeza de estos dones? (San Juan Crisóstomo. Homilía 36 sobre el Génesis; PG 53, 339)
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¿Cuánto tenemos que agradecer a Dios? Más de lo que podemos siquiera llegar a intuir. San Juan Crisóstomo comparte con nosotros la evidencia de como Dios se dona al mundo en sobreabundancia. Pero tanta abundancia puede hacernos perder de vista los dones. Debemos tener cuidado. Podemos llegar a creer que tenemos lo que merecemos o lo que la suerte nos ha deparado. También podemos creernos dueños de los dones que Dios reparte a todos.
Cada segundo de vida es una oportunidad donada por Dios para que hagamos su voluntad y para que le demos gloria. También es la evidencia de que lo que hagamos, lo hacemos con total libertad.
Este pasado viernes 13 de Mayo se ha difundido la instrucción Universae Ecclesiae. En esta instrucción el Santo Padre facilita a los fieles, que así lo deseen, celebrar la Liturgia por medio de la Forma Extraordinaria. Es decir, hace más sencillo que un grupo de personas puedan solicitar la celebración de la Forma Extraordinaria y que esta celebración se pueda llevar a cabo. En ese sentido, complementa y da solidez al Motu Proprio: "Summorum Pontificum" del año 2007.
Con esta instrucción el Santo Padre intenta:
- Proporcionar a todos los fieles la Liturgia Romana en el uso más antiguo, considerada un tesoro precioso que hay que preservar.
- Garantizar y asegurar realmente, a cuantos lo pidan, el uso de la forma extraordinaria
- Promover la reconciliación dentro de la Iglesia.
Evidentemente esta forma Litúrgica necesita de unos niveles de formación más amplios que los necesarios para la celebración Litúrgica en el Forma Ordinaria. El Santo Padre indica que es necesaria la formación de los sacerdotes que vayan a celebrarla y también de los fieles que deseen vivirla.
Todos tenemos que alegrarnos y dar gracias a Dios por ir abriendo el depósito de la Tradición a todos quienes lo desean y sean capaces de acceder a El. Esta alegría debería de ir más allá de nuestra preferencia por una u otra Forma Litúrgica.
Quizás algunas personas puedan ver la Forma Extraordinaria como una amenaza y no debe ser así. Ya el Santo Padre nos indicó que "las dos formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente" para el bien de todos. Profundizar en el conocimiento y la vivencia litúrgica no puede ser nunca algo peligroso o amenazante. Todo lo contrario.
Precisamente para permitir que vivamos ambas formas como un don de Dios y sin imponérnoslas unos a otros, la misma instrucción indica que los fieles que soliciten la Forma Extraordinaria “No deben sostener o pertenecer de ninguna manera a grupos que se manifiesten contrarios a la validez o legitimidad de la Santa Misa o de los sacramentos celebrados en la forma ordinaria".
Aunque no esté explícitamente indicado, la caridad de quienes vivan y prefieran la Forma Ordinaria, debería facilitar la vivencia de la forma Extraordinaria para quienes así lo deseen. Quizás podríamos realizar el esfuerzo de ir conociendo, amando y acogiendo ambas formas litúrgicas. Aunque no haya prisa, deberíamos poner nuestra voluntad, afecto y entendimiento en ello.
Cuanta sobreabundancia. Gracias Señor.
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