Dulce es la luz, y qué bueno es contemplar el
sol con los ojos de la carne...; por eso ya dijo Moisés: «Y Dios vio la luz, y
dijo que era buena» (Gn 1,4)...
Cuán bueno es pensar en la grande, verdadera
e indefectible luz «que ilumina a todo hombre que viene a este mundo»
(Jn 1,9), es decir, Cristo, el Salvador y libertador del mundo. Después de
haberse desvelado a los ojos de los profetas, se ha hecho hombre y ha penetrado
hasta las profundidades más hondas de la condición humana. Es de él que habla
el profeta David: «Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del
que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia»
(Sl 67, 5.6). Y también Isaías, con su potente voz: «El pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les
brilló» (Is 9,1)...
Así pues, la luz del sol vista por
nuestros ojos de carne anuncia al Sol espiritual de justicia (Ml 3,20), el
más bello de cuantos se han levantado para aquellos que han tenido el gozo de
ser instruidos por él y de mirarle con sus ojos de carne, mientras vivía entre
los hombres como un hombre cualquiera. Y, sin embargo, él no era un hombre
cualquiera, puesto que había nacido verdadero Dios, capaz de devolver la vista
a los ciegos, de hacer caminar a los tullidos, de hacer oír a los sordos, de
purificar a los leprosos y, con una sola palabra, devolver a los muertos, la
vida. (Lc 7,22). (San Gregorio de Agrigento, Sobre el Eclesiastes, libro 10,2;
PG 98, 1138)
¿Hemos visto nosotros la Luz? Tal vez, pero nunca hemos
podido contemplarla en todo su esplendor. Siempre interponemos algo para que el
resplandor no nos deje ciegos todo lo que nos ata a este mundo. Muchos no
alcanzamos a ver más que tenues luces entre la oscuridad, a la que nos lleva
nuestra ceguera. Pero tenemos Esperanza, “nacido
verdadero Dios, capaz de devolver la vista a los ciegos” e incluso “devolver a los muertos, la vida”. ¿Qué podemos
temer? Sin duda lo que tenemos que temer es nuestra propia ceguera, porque la
podemos utilizar como escusa para negar la existencia de la Luz.
Estamos ciegos y no
deseamos perder la cómoda oscuridad que nos protege del compromiso. No somos
como el pueblo que indica Isaías “El pueblo que
caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una
luz les brilló”. A nuestra sociedad no le gusta la Luz, la teme y la
rechaza. ¿Qué podemos hacer? Nada por nosotros mismos. Cristo es el único capaz
de curar la ceguera que padecemos, pero hemos de acércanos e implorar su ayuda.
Dos siglos de avances de la ciencia y la técnica, nos han hecho olvidar que las
herramientas nunca pueden sustituir al artista. Ahora adoramos las herramientas
como si, por si solas, pudieran salvarnos.
Los cristianos no debemos idolatrar las herramientas que
Dios nos ha dado ni poner nuestra esperanza en el desarrollo del conocimiento
humano. Podemos ver que los problemas de la sociedad nunca disminuyen y si
parecen desaparecer, tras unos años aparecen de nuevo. La ciencia y la técnica no son la respuesta final que necesita el ser humano.
Decía Benedicto, ayer día 8, en el tradicional mensaje en
el día de la Inmaculada:
“Hay una segunda cosa, aún
más importante, que la Inmaculada nos dice cuando estamos aquí, y es que la
salvación del mundo no es obra del hombre - de la ciencia, de la
tecnología, de la ideología -, sino es por la gracia.”
A veces ponemos
nuestras esperanzas en planes, programas e iniciativas humanas. Cierto es que
estas estructuras son necesarias, pero por si solas no pueden nada. Son
incapaces desde el mismo momento que las ideamos. Sólo la Gracia del Señor
puede dotar a estas estructuras de vida. Sólo el Artista, puede tomar las
herramientas y dar lugar a la obra de arte que sólo El puede crear.
Muchas veces esperamos que los proyectos den fruto por
ellos mismos y no nos damos cuenta que es Dios quien se hace cargo de llenar de
sentido y vida aquello que nosotros humildemente proponemos. La Esperanza está
en Cristo y por ello hemos de aceptarlo y ponernos a su disposición.
2 comentarios:
Miserere, Esto que sigue he intentado enviarlo a tu blog de ReL y no ha habido manera, después de registrarme y todo para ello. Exactamente no me deja poner la última letra de la clave. Bueno me alegro de ver que...: ¡si no sabía que tú eras tú! Me alegro de caer en la cuenta. Y, no hacemos ningún mal, desde luego. Yo pienso seguir haciéndolo tranquilamente, guste o disguste. Un saludo
Otro saludo
La forma de registro de ReL necesita todavía un ajuste. No siempre va bien. Querida mj bo, pruebe a ver si da con la clave y ya le deja comentar :)
Pues si, desde hace un año y medio estoy en ReL como bloguero invitado. El Blog de Rel es menos "místico" que MisterioCristiano, pero cuando puedo comparto lo que escribo los domingos.
Un abrazo en el Señor :)
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