¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y
Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la
tierra, el Espíritu Santo se muestra bajo la forma de una paloma. Porque no hay
verdadero bautismo ni verdadera remisión de los pecados allí donde no hay la
verdadera Trinidad... El bautismo que da la Iglesia es único y verdadero, sólo
se da una vez y, siendo sumergidos una sola vez, somos purificados y renovados.
Purificados porque se deja la suciedad del pecado; renovados, porque se
resucita para una vida nueva después de haberse despojado de la vetustez del
pecado.
En el bautismo del Señor, pues, los cielos se abren a
fin de que, por el baño del nuevo nacimiento, descubramos que el Reino de los
cielos se abre a los creyentes, tal como lo dice la palabra del Señor: “El que
no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3,5). Entra en él, pues,
el que renace y no descuida perseverar en su bautismo.
Puesto que nuestro Señor vino a darnos el nuevo bautismo
para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados, ha
querido él mismo ser bautizado primero, no para ser despojado del pecado pues
no lo había cometido, sino para santificar las aguas del bautismo y así
destruir los pecados de todos los creyentes renacidos por las aguas del
bautismo. (Cromacio de Aquilea [? †407].
Sermones sobre la Epifanía, 34)
¿Encierra
verdaderamente un misterio el Bautismo de Cristo? Desde el punto de vista de
una persona del siglo XXI, parece que echar agua por la cabeza o sumergir a una
persona, es un hecho costumbrista sin más trascendencia en la vida cotidiana.
Incluso el mismo Bautismo de Cristo, parece una fábula antigua que no sirve
para nada hoy en día. Puede pensar que es una costumbre que tiende a
desaparecer, según pasan los años. En cierto sentido tendría razón. ¿Qué
sentido tiene hacer un signo que nadie comprende hoy en día?
El bautismo es un
signo que se realiza para comunicar algo, pero si olvidamos su significado
¿Para qué nos sirve el signo? Pensemos qué significa el Bautismo de Cristo y
qué relación tiene con nuestro bautismo.
En el Bautismo de
Cristo se produce la Teofanía más completa que se ha dado nunca. Padre, Hijo y
Espíritu Santo aparecen ante las personas que estaban observando. Padre, como
una voz que señala a Su Hijo. El Espíritu Santo, como una paloma que se posa en
el Hijo. El Hijo que se abaja y acepta la Voluntad del Padre, es bautizado por
una persona especial: Juan el Bautista.
Al día siguiente
Juan el Bautista dijo: “He visto al Espíritu descender
del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el
que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el
Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”
(Jn 1, 29-30)
Juan no conocía a
Cristo, pero el Padre tuvo que hablar a Juan, indicándole cómo reconocer al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Juan conocía el significado del signo que iba a acontecer delante de el.
¿Conocemos nosotros el significado de nuestro bautismo? Cromacio nos lo indica:
“Señor vino a darnos
el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos
los pecados” EL problema que tenemos es que desconocemos qué es
la salvación y también estamos perdiendo el entendimiento del pecado. Sin
pecado y sin salvación, el bautismo es sólo una costumbre heredada.
Pero el signo tiene un significado muy evidente: el agua da vida y limpia. Quien bebe agua, vive. Ser bautizado significa recibir la vida, limpiándonos de aquello que nos tenía esclavizados. El que se bautiza, nace de nuevo. Ya se lo dijo Cristo a Nicodemo “En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” a lo que añadió “Lo nacido de la carne, carne es. Y lo nacido del Espíritu, espíritu es”. Lo que nace de lo cotidiano y contingente, es también cotidiano y contingente. Lo que nace de lo excepcional y trascendente, también. ¿De dónde parte nuestra Fe, Amor y Esperanza? ¿De lo cotidiano? ¿De lo que me es útil para mis egoísmos? Entonces no iremos mucho más lejos de lo que ven nuestros ojos y sopesan nuestras manos.
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