En el
Evangelio de hoy domingo, un leproso se acerca a Cristo y le dice: “Si quieres purifícame” y Cristo, conmovido, le
toco diciendo “Lo quiero, queda purificado”.
¿En quien confiamos? ¿En Dios o en nuestras fuerzas y estructuras? Las fuerzas
y estructuras humanas son necesarias para objetivos humanos. La mano de Cristo
es necesaria para sanar nuestra realidad cotidiana.
Como el
leproso, podemos aproximarnos a Cristo solicitando con confianza y certeza, que
sí el quiere, los errores, corrupciones y pecados serán borrados de nosotros.
Lo curioso es que normalmente acudimos a las fuerzas humanas y creamos Torres
de Babel inmensas, que creemos que serán las herramientas de la salvación. Sin
duda estas fuerzas y estructuras a veces nos confunden y desvían del camino.
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