sábado, 16 de enero de 2016

El lenguaje místico cristiano

«Cuando todavía estudiaba la espiritualidad con mi predecesor en el Instituto Oriental de Roma, el P. Ireneo Hausherr, una vez le pregunté ¿Cómo hay que usar la palabra mística? Y él dignamente me contestó: De cualquier manera. Solo que tiene que precisar al principio: ¡Abandonen toda esperanza, los que me estáis leyendo!-» (Card. Tomás Spidlik)

A principios del siglo XX, M. Baldini, en su obra " El lenguaje de los místicos" constató 26 definiciones diferentes de la palabra, lo que indica que no es sencillo hablar de lo mismo cuando utilizamos la palabra mística. Lo importante no es que la palabra mística sea polisémica, sino que seamos capaces de indicar qué es lo que queremos comunicar al utilizarla. De otra forma nos hacemos entender y podamos sacar algo en claro.

En este texto, la mística indica el don que Dios nos da para acceder al Misterio. Misterio que no es nada que pueda ser guardado por los seres humanos, sino la comprensión de la Voluntad de Dios que está detrás de todo lo creado.

Al hablar de mística, quizás la primera pregunta que nos podemos hacer es si existe un lenguaje místico cristiano. La respuesta: sí existe. Lo han utilizado todos los místicos de la Iglesia. Pero, ¿Cómo es este lenguaje? Pseudo-Dionisio Areopagita, uno de los fundamentos de la mística cristiana,  dice lo siguiente:

"Considero que es necesario insistir más en explicar el modo perfectísimo de la unidad y distinción en Dios, para que todo nuestro tratado resulte claro y fácil de entender, evitando lo oscuro e incierto, y, en la medida de lo posible, definiendo lo propio de aquí con distinción, propiedad y orden." (Pseudo-Dionisio Areopagita. Los nombres de Dios).

Pseudo Dionisio nos indica que es necesario utilizar distinción, propiedad y orden. ¿Debe ser oscuro e incierto el lenguaje místico? Decididamente no lo contempla así Pseudo Dionisio. ¿Por qué tendría que ser un lenguaje oscuro? Si lo que se desea comunicar es oscuro y profundo, por su propia naturaleza, no debemos aumentar más oscuridad por medio del lenguaje. Sobre todo es necesario utilizar una semántica clara y no cambiar el significado de las palabras. Hoy en día es muy complicado hacer esto, ya que el relativismo y la postmodernidad nos permiten llamar "árbol" a un gato, sin que nadie se atreva a indicar que es evidentemente una locura. El problema del lenguaje viene de lejos. Desde el romanticismo es frecuente calificar de "escrito místico" lo que se realmente es un galimatias emotivo-sentimental. Lo mismo sucede con la palabra corazón, que a menudo se le despoja de su sentido de centralidad para reducirlo a una metáfora de la dimensión emotivo-empática de nuestro ser.

Los escritos místicos son obras de arte admirables por lo que comunican, no por su incapacidad de transmitir y su oscuridad. Su belleza radica en el esplendor simbólico que emana de ellos y de las proporciones que utilizan. Proporciones que se sostienen en la semántica, el simbolismo y en el pensamiento analógico subyacente.

Los escritos pseudo místicos emotivistas, suelen contener transliteraciones semánticas que evidencian un estado de conmoción o confusión mental. Este estado de confusión mental es frecuentemente confundido en el éxtasis místico. El éxtasis místico y la confusión romántica pueden tener apariencias comunes, pero distan de ser lo mismo. 

El místico utiliza un lenguaje simbólico definido y aglutinante, mientras que los escritos emotivos suelen tener sentidos disgregantes o sesgadores de la experiencia. El símbolo aglutina sentido para mostrar el Misterio subyacente. El Misterio que no puede ser comunicado con palabras directas, por lo que se define y expone por medio de analogías. El razonamiento místico es analógico, está perfectamente definido y es concreto en su desarrollo. Mientras, el lenguaje emotivo translitera los significados, confunde lo diferente y  razona de manera lateral y/o parcial. 

El lenguaje místico cristiano toma como base la forma en que el mismo Cristo nos explica lo inexplicable: la parábola, pero no se queda ahí. Utiliza símbolos y analogías que parten de los escritos proféticos y apocalípticos del Antiguo y Nuevo testamento. Si leemos el Apocalípsis de San Juan, nos daremos cuenta de que, para comprenderlo, es necesario entender y relacionar cada uno de los símbolos utilizados. Esto mismo se puede llevar, por ejemplo, al Evangelio de San Juan, en donde muchos de los Episodios narrados están impregnados de una atmósfera que nos puede parecer onírica o sobrenatural. Un ejemplo típico es el encuentro entre Jesús y la Samaritana, en el pozo de Jacob. San Juan supo transmitir lo que ocurrió dotando a la descripción de mucha más información que la propiamente descriptiva. Estos son algunos ejemplos del lenguaje místico cristiano, entre muchos otros.

Uno de los problemas actuales del cristianismo es la incapacidad de transmitir una parte esencial del Evangelio por medio de este lenguaje místico y simbólico. Tenemos delante a una generación que está educada en el empirismo y que al mismo tiempo, vive dentro de una sociedad llena de simulacros y engaños sociales. El empirismo desnuda el relato místico de todo lo que no sea propiamente descriptivo. Esto produce un entendimiento parcial e inconexo de lo comunicado. Por otra parte, si se fuerza al lector u oyente, a mirar más allá de lo descriptivo, aparecen los prejuicios y desconfianzas de quien se sabe engañado continuamente y juega a aparentar para defenderse.

En resumidas cuentas, en la actualidad el lenguaje místico nos parece una lengua críptica y aparentemente destinada a personas entendidas, a "iniciados". Al ser humano del siglo XXI le sobran místicas y relatos evocadores en los que perderse. Tiene cientos o miles de ellas promocionándose en todos los medios de comunicación. La mística cristiana le parece uno más de muchos submundos imaginarios que le intentan vender constantemente. ¿Qué puede hacer que apueste por este "submundo" y no por por el de Star Wars o por el de "los Juegos de Hambre", tan de moda ambos? La única respuesta es la misma que Cristo nos legó en los evangelios:

Y acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y respondiendo El, les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los Misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha concedido. (Mt 13, 10-11)

¿Qué es lo que nos permite dar el paso y abrir el entendimiento a la mística cristiana?  ¿Cómo entender esa elección de la que nos habla Cristo? Es Espíritu Santo sabe soplar y hacerlo de forma justa y caritativa. Él es Quien abre los oídos, los ojos y el corazón para ver a Dios. ¿Qué hace nos cerremos a este entendimiento? El desconocimiento y los simulacros con los que el mundo nos satura. Como indica el Card. Spidlik en la anécdota que abre este texto, abandonemos toda esperanza en nuestras fuerzas y esfuerzos y confiemos únicamente en el don de Dios. Roguemos para ser capaces de recibirlo y perseverar en Él.



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