La
Epifanía es primicia del sacramento eucarístico. Los Magos de Oriente llegaron
de muy lejos guiados por la Estrella de Belén. Pasaron por la tentación de la
visita al Rey Herodes y continuaron su camino hasta encontrar a Dios encarnado
en un Niño que había nacido en un resguardo provisional e improvisado. Los
Magos no se dejaron engañar por lo que veían, ya que si hubieran visto sólo con
los ojos, se hubieran dado la vuelta, decepcionados.
Los
Magos admiraron el milagro porque fueron capaces de ver con el corazón y el
entendimiento. Dios estaba presente, pero detrás de unos profundisimos
símbolos. Nadie puede ver a Dios de forma directa, pero Dios si puede
manifestarse por medio de símbolos y comunicarse a través del entendimiento de
los mismos. Los Magos se arrodillaron y adoraron al Niño Dios. Le entregaron
los presentes con gran reverencia y humildad: oro, signo de realeza, incienso,
signo de divinidad y mirra, signo de sufrimiento y pasión. Sin duda el corazón
de los Magos estaba limpio y radiante
después de su larga peregrinación y las pruebas a las que se vieron sometidos.
Y si alguien nos pregunta por qué está dicho: "Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8), nuestra posición,
a mi juicio, se afirmará mucho más con esto, pues ¿qué otra cosa es ver a Dios
con el corazón, sino entenderle y conocerle con la mente, según lo que antes
hemos expuesto? En efecto, muchas veces los nombres de los miembros sensibles
se refieren al alma, de modo que se dice que ve con los ojos del corazón esto
es, que comprende algo intelectual con la facultad de la inteligencia. Así se
dice también que oye con los oídos cuando advierte el sentido de la
inteligencia más profunda. Así decimos que el alma se sirve de dientes cuando
come, y que come el pan de vida que descendió del cielo (Orígenes de Alejandría. Los Principios)
En la
Eucaristía sucede algo similar. Dios está presente, pero nosotros sólo vemos un
trozo de pan en manos de un ser humano, el sacerdote, que nos ofrece comerlo. Si
miramos la escena con superficialidad postmoderna, sólo veríamos a un hombre
vestido de forma extraña que entrega una galleta de pan a quienes se acercan.
Por desgracia los propios católicos ya no somos capaces de ver en la Eucaristía
a Dios que se manifiesta. La misa y el tiempo que dedicamos a ir a ella, nos
parece tiempo perdido. Lo que acontece dentro del templo, nos parece
incomprensible e innecesario. Por ello no dejamos de recrear la Liturgia
intentando convertir un acto sagrado (incomprensible por naturaleza) en un acto
social (cercano, divertido y amigable). Transformamos la misa en un encuentro
social y la Eucaristía en un signo de pertenencia al grupo que se reúne. De
esta visión social de los sacramentos proviene la reclamación del derecho a que
todos puedan comulgar para no sentirse excluidos y de sentirse de “segunda
clase”. Hemos perdido la capacidad de ver a Dios en los signos sagrados. Hemos
perdido la capacidad de entender más allá de lo que vemos.
Nos pasa
como a Parsifal, protagonista de las epopeyas medievales del Santo Grial.
Cuando se presenta ante él una procesión con una serie de signos sagrados, es
incapaz de preguntar el significado de todo ello. La consecuencia es que el
mundo sigue siendo un páramo seco y el Rey Pescador, no sana su herida.
Nosotros somos como Parsifal, incapaces de pararnos a ver más allá de las
apariencias y darnos cuenta que Dios está presente y nos llam. En resumidas
cuentas, ignoramos la maravillosa y terrible manifestación de Dios que acontece
delante de nosotros.
El símbolo (El que une
y da sentido) es lo que nos dice que hay una realidad invisible tras de él. Lo
contrario al símbolo es el diablo (el que separa signo, significado y realidad,
genera ignorancia e indiferencia). El diablo nos dice que nada tiene sentido y
que sólo las apariencias son importantes para nosotros. Los Magos vieron el
Logos, la Luz que vino al mundo y se arrodillaron ante Él. Herodes se quedó en
su magnifico Palacio, indiferente a lo que acontecía a pocos kilómetros, aunque
los Magos le hubieran advertido de ello. Quedó tramando intrigas y crímenes
para que su poder no se viera amenazado. ¿Qué elegimos?
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