¿Cómo podemos tener conciencia del grado o nivel de unidad que existe entre varias personas, grupos o incluso la misma Iglesia Católica? El mejor medio de medir la unidad es observar la comunicación que existe entre personas, grupos, etc. La comunicación se puede medir de una forma sencilla por la cantidad de malentendidos, fricciones y condenas, respecto de la cantidad de comunicación existente. Ojo, unidad no es homogeneidad, sino capacidad de trabajar unidos con los carismas, dones y sensibilidades que Dios nos ha dado como talentos.
Miremos un momento el episodio bíblico de la Torre de babel:
"En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra. Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron. Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.»" (Gn 11, 1-4)
Sólo cuando se habla un mismo "idioma" es posible abordar proyecto conjunto. En el caso de la Torre de Babel el objetivo era llegar hasta el cielo, reeditando el pecado de Adán y Eva: ser como Dios. Como es lógico ese proyecto sólo podía terminar, de nuevo, en fracaso. Para que la obra llegue a su fin y sea buena, necesita de la participación de Dios mismo: "Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles" (Sl 127, 1). Ya Cristo nos dice que "donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20), sólo cuando la unidad se vive en comunión con Cristo, es posible construir según la voluntad de Dios.
Preguntémonos por la capacidad de dialogar sin que se den continuos malentendidos y presunciones mutuas de malevolencia y nos daremos cuenta de que grado de unidad disfrutamos. En los últimos años la Iglesia esta sufriendo una auténtica Torre de Babel, en la que cada persona, grupo, carisma o sensibilidad, quiere imponerse a las demás, al tiempo que las considera como malignos. No es raro encontrarnos con discursos llenos de condenas, por parte de personas con el deber de generar unidad. Al mismo tiempos, a las mismas personas se les llena la boda con frases que condenan que los demás les juzguen.
Fijémonos ahora en un pasaje de los Hechos de los Apóstoles:
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. (Hch 4, 32-35)
Podemos leer que:
- Los cristianos de la comunidad de Jerusalén "eran de un corazón y un alma". Estaban unidos más allá de las apariencias o las denominaciones. El alma indica que sus acciones estaban en total sintonía y que se sentían una sola cosa, porque el corazón, el ser, era el mismo.
- "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía" Ninguno de ellos se apropiaba de partes de la fe, ni de los bienes que compartían.
- Los Apóstoles eran el referente: " lo ponían a los pies de los apóstoles", no llegaban a pensar en contradecir lo que la fe apostólica señalaba.
- La diversidad era tenida en cuenta porque "se repartía a cada uno según su necesidad". No se daba lo mismo a cada cual, sino lo que su carisma y sensibilidad necesitaba.
Podemos decir que los cristianos de esa primera comunidad, respetaban la Tradición Apostólica, nadie se proclamaba dueño de algún carisma especial y además, cuando era necesario se adaptaba a lo que cada uno de ellos necesitaba. Esto se llama fraternidad. Una comunidad que comparte lo que tiene en común y aquello que diferencia a cada uno, se utiliza para enriquecer a la totalidad.
Miremos nuestra comunidad eclesial y nos daremos cuenta que:
- Los carismas se separan y se cultivan como de su propiedad.
- La autoridad de los Apóstoles no se tiene en cuenta. Creemos que podemos reinterpretar la fe para adaptarla a los carismas que tenemos.
- La diversidad se comprender como un problema que genera rencillas y no como una oportunidad de enriquecimiento.
- Cada persona o grupo, reclama su preponderancia sobre los demás. Abundan los segundos salvadores que suplantan a Cristo.
¿Es posible formar una verdadera fraternidad? Seguro que sí, pero necesitamos la Gracia de Dios para dejar atrás nuestras soberbias y preponderancias. Entender que se puede convivir teniendo a Cristo como eje común y nuestros carismas, como talentos a compartir con los demás
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