Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. (Carta a Diogneto)
Los cristianos no somos de este mundo, no somos sociedad, aunque estemos inmensos en ella. No participamos de las estructuras del mundo, porque nuestra única estructura es Cristo. Formamos parte de la Iglesia, entendida como la unidad de aquellos que adoran a Dios en Espíritu y Verdad. Para nosotros la Tradición no cambia porque es Revelación de Dios, pero la Tradición se hace vida en nuestra vida en todo lo que hacemos. Cristo es la Piedra Angular que sostiene con su peso el arco de la Salvación. Esta Piedra es rechazada porque no se deja adaptar a las circunstancias y gustos.
Actualmente nos encontramos en medio de la lucha de dos extremos: uno que absolutiza las formas antiguas. Otro que relativiza todo y a todos, para generar formas más agradables y adaptadas al mundo. Ambos ponen el énfasis en las apariencias, las formas y se olvidan del Espíritu y de la Verdad. Ambos bandos buscan exterminar al contrario utilizando las más diversas estrategias. Ninguno es capaz de negarse a sí mismo, para dejar que sea Cristo el que prevalezca. Todos quieren poder, dominio y satisfacciones personales. La lucha del cristiano no contra otros hermanos, sino contra el afán de dominio que lleva imponernos estructuras eclesiales que no son Cristo.
Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. (Ef 6, 12)
Los cristianos estamos dispersos, no es fácil que no reunamos en un mismo momento y lugar, porque somos pocos. Somos el resto fiel que asiste al banquete al que fueron llamados muchos. Somos quienes asistimos al banquete revestidos de humildad y sencillez. Hoy en día es más fácil encontrarse gracias a los medios de comunicación que nos acercan, aunque estemos a miles de Km de distancia. Pero aún así, somos pocos, dispersos y en continua lucha. Lucha para permanecer fieles a Cristo, en medio de la guerra de apariencias que acontece alrededor de nosotros.
¿Qué puede hacer un cristiano en medio de la actual guerra eclesial? Orar en silencio y lleno de esperanza. Es triste ver cómo se caen las Torres de Babel que tanto esfuerzo ha costado construir. Es triste ver cuantos hermanos quedan destrozados espíritualmente por este derrumbe. Es triste ver que, mientras todo se derrumba, hay quienes intentar construir nuevas Torres de Babel con los restos caídos de las anteriores. No nos dejemos engañar, sólo Cristo es la Piedra Angular que sostiene el arco del Templo del corazón. El Templo donde la Estrella Interior brilla para guiarnos y dar luz a los demás.
Es importante orar con fe, esperanza y caridad. Encarnar en nosotros la Tradición para quienes no vean puedan darse cuenta que sólo Cristo tiene Palabras de Vida Eterna. Dejar que el Espíritu Santo nos transforme en símbolos vivos de Cristo, para que Él esté presente en medio de nosotros cada vez que nos reunamos en Su Nombre.