Volvamos
a un texto de una entrevista al entonces Teólogo Joseph Ratzinger (Informe
sobre la fe, 1968), donde habla del futuro de la Iglesia, una Iglesia pequeña y
desprovista de poder:
La Iglesia se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el
principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una
coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios
en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora,
como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través
de una decisión.
La
Iglesia es cada vez más pequeña e irrelevante dentro de los países
occidentales. Sólo tiene alguna pujanza en África y en determinados países de
Asia. En occidente la fe se ha diluido en la sociedad líquida, reduciéndose a
grupos socio-culturales muy en línea con una fe ligera, adaptada y
desacralizada. En resumen, caminamos hacia una iglesia católica que se siente
muy cómoda dentro del mundo y que se centrará en ser una ONG con “valores”.
Valores que incluyen la integración de, al menos, luteranos y anglicanos, para
que la unidad aparente nos permita promocionar nuestras actividades solidarias. Esta iglesia postrada ante el mundo encaja con las profecías que la Virgen ha ido mostrando en muchos lugares del mundo.
Para muchos relevantes teólogos y prelados, las
diferencias en la fe entre los cristianos han dejado de tener sentido. La sociedad líquida en que vivimos da importancia a la apariencia y desprecia lo sustancial. Desde lo más alto de la jerarquía
católica se promueve el intercambio de celebraciones entre católicos, luteranos
y anglicanos, indicando que esto es una riqueza. Riqueza aparente, que intenta
tapar el vacío profundo que se va abriendo paso en el interior de la Iglesia
Católica. Se van dando pasos hacia la intercomunión entre católicos,
luteranos y anglicanos, ya que la fe se postula como algo personal que no debe llevar a alejarnos unos de otros. Aparentemente esto podría verse como un logro
ecuménico, pero no lo es. Es tan sólo una rendición ante los templos vacíos y
la ausencia de vocaciones sacerdotales y religiosas. El vacío se oculta mediante la unidad
aparente.
Pero todo esto tiene consecuencias. El creyente vive tiempos de soledad. Las comunidades católicas se han ido convirtiendo en guetos o en
páramos desiertos. Los nuevos movimientos ofrecen consistencia en la fe, pero la entienden como un factor pertenencia estricta y en línea con el fundador de la
corriente eclesial. Por otra parte, las comunidades parroquiales son cada vez más un páramo volcado en actividades socio-culturales y solidarias. El Espíritu Santo parece que ha dejado de soplar en ellas
debido a las incertidumbres provocadas por el enemigo y el humo maligno que nos
nubla el corazón.
Hay
que ser conscientes que hay pocos sacerdotes y estos están dedicados a todo
tipo de actividades periféricas. La fe se da por supuesta y se prefiere no
entrar en ella para no generar roces que nos separen aún más. La consigna es callar sobre lo fundamental para poder colaborar en lo circunstancial. El modelo
de iglesia plural es todo un éxito. Un éxito porque nos quita de encima
la necesidad de vivir unidos por misma fe y cimentarla con oración y conocimiento. La
pluralidad nos ofrece la oportunidad de proclamar que “aquí cabemos todos”, pero sólo entran los
que acepten que este es el modelo. El que discrepe del modelo plural, se excluye/aleja porque genera tensiones y discordias. Se le llama fundamentalista o rigorista y se termina por considerar un corrupto que no merece ni la Gracia de Dios.
La
Iglesia está llamada a ser pequeña, un resto, una pequeña cantidad de creyentes
que vivan su fe a partir la profunda fidelidad a Cristo, la Tradición y la
Iglesia. Entiéndase como Iglesia a los convocados por Cristo que acuden al
Banquete adecuadamente. Estos pequeños reductos de fe se irán concretando en
cada sitio y lugar. Habrá personas unidas físicamente, porque puedan verse de
vez en cuando. Las personas vivan lejos entre sí, tendrán que
vivir su fe por medio de un vínculo virtual y la Comunión de los Santos. Con
humildad y llenos de esperanza, encontrando en la Verdad el vínculo que nos una
más allá de los kilómetros físicos que nos separen.
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