Evidentemente no es fácil el diálogo entre tradición y progreso que se vive en la Iglesia y sobre todo, en el campo de la Liturgia. El Santo Padre, en el discurso al congreso realizado en conmemoración del 50º aniversario del Instituto Pontificio Litúrgico de San Anselmo, nos recuerda una serie de elementos importantes. Paso a citar algunos de ellos:
“La liturgia de la Iglesia va más allá de la propia "reforma Conciliar" (cf. Sacrosanctum Concilium, 1), cuyo objetivo, de hecho, no era principalmente cambiar los ritos y textos, sino más bien a renovar la mentalidad, lugar en el centro de la vida cristiana y la pastoral de la celebración del misterio Pascual de Cristo.”
También nos dice que:
“Cumbre de la acción de la Iglesia y la fuente de donde mana su poder (cf. Sacrosanctum Concilium, 10), la Liturgia con su universo celebrativo se convierte en la gran educadora y de la primacía de la Fe y la Gracia. La liturgia, testigo privilegiado de la Tradición viva de la Iglesia, fiel a su misión originaria de revelar y hacer presente en el ‘hodie’ de los asuntos humanos el ‘opus Redemptionis’, vive en una relación constante y adecuada de diálogo entre la sana Traditio y el legitimo Progressio, que con lucidez se se explica en la Constitución conciliar Nº 23. Con estos dos términos, los Padres del Concilio quisieron entregar su programa de reformas, en armonía con la gran tradición litúrgica del pasado y el futuro. No pocas veces se contrapone de forma maliciosa tradición y progreso. De hecho, los dos conceptos se integran: la tradición es una realidad viva, por lo tanto, incluye en sí el principio del desarrollo y el progreso. Como si dijéramos que el río de la Tradición tienen en si misma su propia fuente y fluye hacia la desembocadura.”
No soy un experto en Liturgia, pero si disfruto o padezco las diversas formas en que se celebra la Liturgia. Indudablemente, cada persona tiene un nivel propio de entendimiento y una sensibilidad que le caracterizan frente la Liturgia. Esto nos plantea constantemente un problema de adecuación, inculturación y adaptación a los fieles. Al mismo tiempo, tenemos un segundo problema de consistencia, coherencia y profundidad de lo que celebramos mediante la Liturgia. Dos tensiones contrapuestas que necesitan la Gracia de Dios para encontrarse y complementarse.
Desde mi humilde punto de vista, todo se resume en un problema de centralidad, similar (análogo), al que se produce en cualquier mecanismo de giro. ¿Hasta qué punto del eje debe adaptarse al objeto que gira o el objeto que gira, al eje? Esto se complica cuando no es un solo objeto el que gira. Si tenemos múltiples objetos girando, el eje de giro puede llegar a romperse. En todo caso, la fuerza centrífuga tenderá a sacar del eje a los objetos cuyo centro de giro sea excéntrico al eje general.
Deshaciendo el símil, el eje de giro es Cristo y que el giro se asimila al sacramento que se arropa dentro la Liturgia.
Me pregunto si nos damos cuenta de la necesidad que tenemos de adecuarnos a nosotros mismos a la Liturgia. Si cada cual gira colocando su centro de giro fuera del eje principal, el eje sufre tensiones y puede romperse la unidad.
Me pregunto si somos conscientes que cambiar el eje de giro para evitar tensiones y adecuarse a “la realidad”, sólo puede realizarse dentro de unos límites muy bien definidos por la centralidad de Cristo. Si sacamos el eje de su sitio, el gran sacramento que es la Iglesia deja de girar unido.
El Santo Padre sabe de lo que habla y nos dice las cosas muy claritas. Nos toca reflexionar sobre estas consideraciones y no solo reclamar que el eje se adapte a nosotros. Tal vez debamos intentar que nuestro centro de giro de ajuste al eje que nos reveló Dios mismo. En todo caso, nos viene bien entender por qué existen tantas tensiones en el campo de la Liturgia.
El Santo Padre nos indica que la reforma conciliar buscaba principalmente un cambio en nosotros y el entendimiento de la Liturgia “ … renovar la mentalidad, lugar en el centro de la vida cristiana y la pastoral de la celebración del misterio Pascual de Cristo.”
Gracias por leer esta reflexión. Están invitados a comentar lo que estimen adecuado. Dios nos ilumine.
2 comentarios:
"Renovar la mentalidad", creo que es la clave que tanto disgusta a los anti VaticanoII. Romper el reduccionismo del cumplimiento y llegar a cumplir amando que es con mucho ir más allá.Un abrazo.
Ojalá fuésemos capaces de cumplir y amar simultáneamente, estimado NIP.
Quedarnos en un extremo o en otro es actuar como en la parábola de los talentos. Nos dan un talento y devolvemos uno.
Lo triste de nuestra amada Iglesia es la lucha por defender parcialidades excluyentes sin darnos cuenta que solo uniendo sin dejar nada atrás, se consigue la plenitud.
Muchas veces he dialogado sobre la importancia de las formas y/o el fondo. Sobre la importancia del contenido y/o el continente. Acercándome a quien dice que lo importante es el uno y desprecia el otro. Acercándome a quien desprecia lo otro y dice que lo importante es el uno...
Detrás están los típicos razonamientos dia-bólicos que rompen la necesidad de que vino y copa son necesarios para beber en el Espíritu.
Por eso tenemos que orar mucho a Dios y utilizar el afecto para hacer comprender a unos y a otros que acepten al "otro" sin desdeñar al "uno".
De verdad que es posible y deseable, pero se necesita mucha caridad y humildad. Dios nos conceda ambas, que nos hacen falta como el agua.
Desde mi humilde punto de vista... ese es el principal cambio de mentalidad que necesitamos.
Gracias por el comentario. Un abrazo en Cristo :)
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