domingo, 28 de agosto de 2011

Todo cuanto de verdadero había leído, se decía aquí realzado con tu gracia

Agustín, Santo
Así, pues, cogí avidísimamente 'las venerables Escrituras de tu Espíritu, y con preferencia a todos, al apóstol Pablo. Y perecieron todas aquellas cuestiones en las cuales me pareció algún tiempo que se contradecía a sí mismo y que el texto de sus discursos no concordaba con los testimonios de la Ley y de los Profetas, y apareció un o a mis ojos el rostro de los castos oráculos y aprendí a alegrarme con temblor.

Y comprendí y hallé que todo cuanto de verdadero había yo leído allí, se decía aquí realzado con tu gracia, para que el que ve no se gloríe, como si no hubiese recibido, no ya de lo que ve, sino también del poder ver—pues ¿qué tiene que no lo haya recibido?—; y para que sea no sólo exhortado a que te vea, a ti, que eres siempre el mismo, sino también sanado, para que te retenga; y que el que no puede ver de lejos camine, sin embargo, por la senda por la que llegue, y te vea, y te posea.

Porque aunque el hombre se deleite con la ley de Dios según el hombre interior, ¿qué hará de aquella otra ley que lucha en sus miembros contra la ley de su mente, y que le lleva cautivo bajo la ley del pecado, que existe en sus miembros? Porque tú eres justo, Señor, y nosotros, en cambio, hemos pecado, hemos obrado inicuamente; nos hemos portado con impiedad, y tu mano se ha hecho pesada sobre nosotros, y justamente hemos sido entregados al pecador de antiguo, prepósito de la muerte, porque persuadió a nuestra voluntad de que se asemejara a la suya, que no quiso persistir en tu verdad. (San Agustín. Las confesiones, Libro VII, Cap. XXI, 27)


Hoy celebramos a San Agustín, persona que buscó la Verdad y se hizo libre a partir de Ella.

Ser sanados para poder ver la senda que nos lleva a Dios. Senda por la que llegar y recibir a Dios en forma de Gracia y don.

El ser humano contemporáneo desdeña la Verdad, porque ha aprendido que la Verdad limita su libertad. Pero ¿Es esto posible? ¿La Verdad nos limita o nos potencia?

Depende de a que llamemos libertad. Si decimos que el sordo es más libre que el que oye, ya que puede ponerse la música que quiera sin que esto le afecte, entenderemos el concepto de libertad contemporáneo. Por esta razón el que no tiene oídos para oír, se considera libre. El que oye, entiende y decide frente a lo que conoce, resulta ser una persona esclava de su conocimiento y sentido.

El pecador de antiguo, como llama San Agustín al diablo,  nos persuade de seguir su voluntad y lo hace embotando nuestra percepción y nuestro entendimiento. Sólo de esa forma podemos seguirlo sin darnos cuenta del engaño. Si nuestra voluntad fuese realmente libre, se uniría a la voluntad de Dios sin dudarla.

Les recomiendo leer las obras de San Agustín. Quizás las confesiones sean la puerta de entrada más común. También puede ser interesante introducirse por medio de los Comentarios a los Salmos, el Tratado sobre el evangelio de San Juan o los Sermones. En estos libros tenemos lecturas rápidas y concretas, que nos van acercando a las Sagradas Escrituras. También hay una serie de tratados breves, como el del Orden, la Paciencia, ... que son fáciles de leer.

Los momentos de quietud, antes de dormir, son especialmente propicios para ir leyendo con tranquilidad, la inmensa obra de San Agustín. 

viernes, 26 de agosto de 2011

Que tome su cruz y me siga


A lo largo de tu vida Cristo no te pide que lleves con Él toda su pesada cruz, sino tan solo una pequeña parte aceptando tus sufrimientos. No tienes nada que temer. Por el contrario, tente por muy dichoso de haber sido juzgado digno de tener parte en los sufrimientos del Hombre-Dios. Por parte del Señor, no se trata de un abandono ni de un castigo; por el contrario, es un testimonio de su amor, de un gran amor para contigo. Debes dar gracias al Señor y resignarte a beber el cáliz de Getsemani.

A veces el Señor te hace sentir el peso de la cruz; este peso te parece insoportable y, sin embargo, lo llevas porque el Señor, rico en amor y misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza necesaria. El Señor, ante la falta de compasión de los hombres, tiene necesidad de personas que sufran con el. Por esta razón te lleva por los caminos dolorosos de los que me hablas en tu carta. Así pues, que el Señor sea siempre bendito, porque su amor trae suavidad en medio de la amargura; el cambia los sufrimientos pasajeros de esta vida en meritos para la eternidad. (Padre Pío de Pietrelcina FSP, 119)

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Hoy en día nos cuesta sufrir. Padecer se nos hace imposible dentro de una sociedad en la que todo parece al alcance de la mano. No es extraño que oigamos que ante el sufrimiento, es mejor olvidar lo que nos ocurre. Ante la muerte, mejor es la eutanasia. Ante la dificultad, mejor que sea otro el que tome las riendas de nuestra propia vida. Así nos ha cogido la crisis económica. Desarmados y adictos al bienestar.

¿Dónde encontrar consuelo si nadie te puede dar lo que quieres? Casi suena a la cantinela de todo niño pequeño. Y es que somos una sociedad inmadura que piensa que la madurez es adolescencia y que la vejez es decrepitud.

Lo que el Padre Pio nos propone es sacrificarnos para superar el sufrimiento. Nos dice que el sufrimiento es un testimonio del amor de Dios. ¿Cómo es posible? Si Dios es bueno ¿Cómo quiere que suframos? Alguno pensará en que es un dios sádico o los sádicos son los que lo proponen como dios.

Pero para subir cualquier escalera hace falta sufrir. Para alcanzar la cima de un monte también. Para dar un paso más allá, día a día, hace falta sufrir. Lo que no se sufre no es realmente nuestro.

No es raro que nos preguntemos ¿Por qué sufrir para merecer? ¿Dónde quedan nuestros derechos? La respuesta está en el conocimiento del significado de la libertad. Antes que los derechos está la libertad que nos ofrece Dios. -¿Quieres? Pues avanza. Yo te ayudaré y te levantaré en tus innumerables caídas. Pero sigue adelante.- Dios no es una herramienta que nos sirva. Nosotros somos herramientas creadas para servirle si es nuestra voluntad. Si así lo queremos y dejamos que El ponga las fuerzas necesarias realizar Su obra. Esa fuerza que Dios hace sobre nosotros nos permite vencer el sufrimiento a través de nuestro sacrificio consciente.

lunes, 22 de agosto de 2011

Fortalecer esta Fe que se nos han transmitido desde los Apóstoles


Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta Fe que se nos han transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.

Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tú fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios. (Benedicto XVI. Homilia de la Misa de cierre de la JMJ 2011. Cuatrovientos)

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En mi paseo por la prensa de hoy, leo diversas reacciones contrarias a la visita del Papa y las Jornadas Mundiales de la Juventud. Estas reacciones se ajustan al milímetro a las consideraciones que Su Santidad hizo a los jóvenes y que he reproducido al comienzo de esta reflexión.

Benedicto XVI ha sabido tocar los errores típicos de una fe adolescente que nos impulsa a ser rebeldes, individualistas, lejanos a los sacramentos, descreídos con lo sagrado, desdeñosos de la Iglesia. Curiosamente, el Papa les pide a los jóvenes que salgan de este nivel de Fe individualista y personal, para encontrarse con una Fe madura, universal y atemporal. Fe que solo puede desarrollarse dentro de las comunidades que, a su vez,  viven dentro de la Iglesia

Las críticas presentan sus iglesias alternativas personales y se lamentan lo poco las consideramos. Para ellos, sus alternativas son las que están “al día” y las que nos hacen libres. ¿Cuál de ellas? ¿Todas? La verdad nos hará libres, no las apetencias de cada cual. Es evidente que muy pocas personas aceptan las miles de iglesias personales que nos ofrecen. ¿Por qué? Le pregunta Cristo a un demonio, « ¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» (Mt 5, 9)

Las críticas nos hablan de los mismos fantasmas de siempre. La existencia de un estado confesional encubierto, la connivencia de la Iglesia con el poder y el dinero. No se fijan que el estado ha funcionado igual que con cualquier otro grupo de personas. La diferencia es el número de ellas que solicitan sus derechos para testimoniar públicamente en lo que creen. Hablan de los jóvenes como fanáticos y los llegan a comparar con Hare Khrisnas. Me pregunto si se miran a si mismos. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.( Mt 7,5)

Dicen que el estado ha dado dinero para la JMJ, ignorando que se han financiado por si mismas y por los fondos que los propios católicos aportamos. Critican que el estado haya facilitado el evento ¿Estado debería estar en contra de la mayoría de sus ciudadanos? ¿Qué concepto tiene de estado? ¿Es democratico? Más bien, lo que demuestra es un peligroso sesgo totalitario disfrazado en aparente igualitarismo.¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! (Mt 23, 27)

La figura del Papa le duele a muchos. Les duele que sigamos al Papa como signo de una Iglesia unida y coherente. Nos llaman idólatras, pero lo que realmente adoramos es a Cristo desde dentro de la Iglesia. No buscamos cristos alternativos ni iglesias personales. Nos queremos reinventarnos los evangelios sesgando el mensaje, ni queremos vivir en una la Iglesia esclava de las tendencias ideológicas de cada tiempo histórico. La Iglesia es la misma desde el siglo I y debe seguir siendo la que fundó el propio Cristo. «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.» (Lc 10, 16)

Leamos lo que nos dice San Cirilo de Jerusalén en una de sus catequesis:

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La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o las terrenas; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales.

Con toda propiedad se la llama Iglesia o asamblea, ya que convoca y reúne a todos, como dice el Señor en el libro del Levítico: Convoca a toda la asamblea a la entrada de la tienda del encuentro. Y es de notar que la primera vez que la Escritura usa esta palabra «convoca» es precisamente en este lugar, cuando el Señor constituye a Aarón como sumo sacerdote. Y en el Deuteronomio Dios dice a Moisés: Reúneme al pueblo, y les haré oir mis palabras, para que aprendan a temerme. También vuelve a mencionar el nombre de Iglesia cuando dice, refiriéndose a las tablas de la ley: Y en ellas estaban escritas todas las palabras que el Señor os había dicho en la montaña, desde el fuego, el día de la iglesia o convocación; es como si dijera más claramente: «El día en que, llamados por el Señor, os congregasteis». También el salmista dice: Te daré gracias, Señor, en medio de la gran iglesia, te alabaré entre la multitud del pueblo.

Anteriormente había cantado el salmista: En la iglesia bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel. Pero nuestro Salvador edificó una segunda Iglesia, formada por los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos, acerca de la cual dijo a Pedro: Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

En efecto, una vez relegada aquella única iglesia que estaba en Judea, en adelante se van multiplicando por toda la tierra las Iglesias de Cristo, de las cuales se dice en los salmos: Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la iglesia de los fieles. Concuerda con esto lo que dijo el profeta a los judíos: Vosotros no me agradáis –dice el Señor de los ejércitos-, añadiendo a continuación: Del oriente al poniente es grande entre las naciones mi nombre.

 Acerca de esta misma santa Iglesia católica, escribe Pablo a Timoteo: Quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios vivo, columna y base de la verdad. (San Cirilo de Jerusalén. Catequesis 18,23-25)

viernes, 19 de agosto de 2011

El pecado es la nada y aleja de Dios


"Santidad" significa "aquello que ha sido tomado de la tierra". Dios es “un algo” y un ser puro, y el pecado es la nada y aleja de Dios. Dios creó a los ángeles y al alma de acuerdo con un algo, quiere decir, de acuerdo con Dios [a su imagen]. […] Cuando el alma está libre de las cosas terrestres, entonces es "santa". Mientras Zaqueo se hallaba al nivel de la tierra, no podía ver a Nuestro Señor (Cfr. Lucas 19, 2 a 4). San Agustín dice: "Si el hombre desea volverse puro, que deje las cosas terrestres". Ya he dicho varias veces que el alma no puede volverse pura si no es empujada otra vez a su pureza primigenia, tal como Dios la creó; del mismo modo, que no se puede hacer oro del cobre que se afina por el fuego dos o tres veces, a no ser que uno lo haga retroceder a su naturaleza primigenia. Porque todas las cosas que se derriten por el calor o se endurecen por el frío, tienen una naturaleza totalmente acuosa. Por lo tanto, hay que hacerlas retroceder del todo al agua, privándolas por completo de la naturaleza en que se encuentran en este momento; de tal manera, el cielo y el arte prestan auxilio para que el cobre sea transformado íntegramente en oro. Es cierto que el hierro se compara con la plata, y el cobre con el oro: pero cuanto más se lo compara [el uno con el otro], sin privarlo de su naturaleza, tanto mayor es la equivocación. Lo mismo sucede con el alma. Es fácil señalar las virtudes o hablar de ellas; pero, para poseerlas en verdad, son muy raras. (Maestro Eckhart, fragmento del sermón LVII)

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¿Qué nos hace manifestarnos contra la voluntad de Dios? El maestro Eckhart da en el clavo: la nada. Dios es plenitud, sentido universal, llamada de nuestra naturaleza para ser trascendida (como indica la transformación del cobre en oro). "La nada" aparece como la máxima aspiración del ser humano actual. Se confunde la libertad con la ignorancia de las consecuencias de sus actos.

Pero la nada no es aséptica o indiferente, sino que es una enfermedad que nos produce dolor. Igual que cuando estamos enfermos de la vista, nos molesta la luz resplandeciente, así cuando estamos vacíos, nos duele aquello que tiende a colmarnos.

Esta razón hace que la Esperanza duela a los que han perdido toda esperanza. La alegría sincera duele a los que viven entristecidos por las sensaciones huecas. El Espíritu, duele a quien solo alberga pasividad material.

Las manifestaciones contra la JMJ son evidencia de todo eso. Hace un par de días, mientras comía escuche una conversación de dos hombres en la estación de Atocha.  Les dolía la juventud esperanzada que les rodeaba. Hablaban de hacer violencia si se les ponía a tiro uno de estos “estúpidos con mochila”. Hablaban con amargura y desde el dolor más profundo que he visto en mucho tiempo. Estas personas son lo pobres más pobres del mundo. Han perdido a Dios y con ello, toda esperanza ¿Cómo sanar la enfermedad?

Dice el Maestro Eckhart que “, el cielo y el arte prestan auxilio para que el cobre sea transformado íntegramente en oro” La Gracia de Dios y nuestra capacidad de crear belleza y significado (arte) en nuestra propia vida, son la solución. Pero es una solución que empieza a actuar cuando nuestra voluntad se abre a Dios. Mientras tanto, el vacío, la nada, acampan en nosotros.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad

Oremos por la sanación de tantas personas enfermas de vacío y sinsentido. 

martes, 16 de agosto de 2011

Iglesia en unidad

El cristiano que viajaba a otra comunidad recibía de su obispo la carta o letras de comunión, que lo acreditaban como miembro de la sociedad de comunión de la gran Iglesia. Para este procedimiento cada obispo poseía listas con las comunidades miembros de la gran comunión ortodoxa. En este punto, empero, Roma fue siempre tenida, por decirlo así, como el exponente de la recta sociedad de comunión. Era axioma que quien comulgaba con Roma, comulgaba con la verdadera Iglesia, aquel con quien Roma no comulga, no pertenece tampoco a la recta comunión, no pertenece en pleno sentido al «cuerpo de Cristo». Roma, la ciudad de los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo, preside la comunión general De la Iglesia, el obispo de Roma concreta y representa la unidad, que recibe la Iglesia de la cena del Señor.

Así la unidad de la Iglesia no se funda primariamente en tener un régimen central unitario, sino en vivir de la única cena, de la única comida de Cristo. Esta unidad de la comida de Cristo está ordenada y tiene su principio supremo de unidad en el obispo de Roma que concreta esa unidad, la garantiza y la mantiene en su pureza. El que no está en concordia con él se separa de la plena comunión de la Iglesia indivisiblemente una. De todo lo cual se sigue que el lugar teológico del primado es a su vez la eucaristía, en la cual tienen su centro común oficio y espíritu, derecho y caridad, que aquí hallan también su punto común de partida. Así pues, las dos funciones de la Iglesia -ser signo y misterio de fe- tienen su lugar en la eucaristía. Según eso, la Iglesia es pueblo de Dios por el cuerpo de Cristo, entendiendo aquí «cuerpo de Cristo» en el sentido pleno, que hemos tratado de elaborar en el presente trabajo. La tarea siempre nueva de los cristianos será luchar para que nunca se pierda la verdadera plenitud de la Iglesia: la caridad en que cada día se cumple de nuevo el misterio del cuerpo del Señor. (Joseph Ratzinger, El Nuevo Pueblo De Dios)

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Mañana comienzan las Jornadas Mundiales de la Juventud. Aparte de todo el evento y sus objetivos legítimos, hay un hecho que no debe quedar olvidado: el signo de unidad. Este signo se hace presente con la presencia del Santo Padre.  Presencia que evidencia la comunión existente entre todos los asistentes y participantes.

No olvidemos orar por los frutos de la JMJ y para que este signo conmueva a más de una persona y se precipite su conversión. Dios lo haga posible.

lunes, 8 de agosto de 2011

Quien te hizo sin ti, no te justificará sin ti


Por lo tanto, hermanos míos, conservemos esta justificación en la medida en que la poseamos, aumentémosla en la proporción que requiera su pequeñez para que sea plena cuando lleguemos al lugar donde se dirá: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? Todo proviene de Dios, sin que esta afirmación signifique que podamos echarnos a dormir o que nos ahorremos cualquier esfuerzo o hasta el mismo querer.

Si tú no quieres, no residirá en ti la justicia de Dios. Pero aunque la voluntad no es sino tuya, la justicia no es más que de Dios. La justicia de Dios puede existir sin tu voluntad, pero no puede existir en ti al margen de tu voluntad. Se te ha manifestado lo que debes hacer. La ley te dice: «No hagas esto o aquello; haz esto y lo otro». Se te ha manifestado, se te ha mandado, se te ha descubierto: si tienes corazón, sabes qué has de hacer; si conoces la fuerza de la resurrección de Cristo, pide el poder hacerlo. Pues fue entregado por nuestros delitos y resucitó para nuestra justificación. ¿Qué significa para nuestra justificación? Para justificarnos, para hacernos justos. Serás obra de Dios, no sólo por ser hombre, sino también por ser justo. Mejor es para ti ser justo que ser hombre. Si el ser hombre es obra de Dios y el ser justo obra tuya, al menos esa obra tuya es más grande que la de Dios. Pero Dios te hizo a ti sin ti. Ningún consentimiento le otorgaste para que te hiciera. ¿Cómo podías dar el consentimiento si no existías? Quien te hizo sin ti, no te justificará sin ti .(San Agustín. Sermón 169,13)

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 ¿Qué es justificarse? En el entendimiento cotidiano es dar razón de nuestra acciones e inacciones. Ante los intentos de dar explicaciones de nuestros actos, más de una vez nos han dicho: “no te justifiques, acepta tus fallos”. Esta justificación no es de la que habla San Agustín y por eso nos resulta complicado entender lo que nos dice. Justificarse no es dar razones personales, es algo muy diferente.

Justificarse (iustum facere) es “hacerse justo a uno mismo”. Recrearse con la proporción adecuada, perfecta, divina.  ¿Qué proporción? La proporción con la que fuimos creados y perdimos con el pecado. Es decir, justificarse es santificarse, hacerse santo. ¿Podemos hacernos santos por nosotros mismos? ¿Podemos cambiar nuestra naturaleza? Dado que nuestra naturaleza nos hace ser lo que somos, por nosotros mismos no podemos transformarnos. La piedra sólo queda transformada en una obra de arte, llena de significado y proporción, cuando el cincel del artista termina su obra.

Nosotros somos más que piedra pasiva carente de conciencia de si misma y de lo que le rodea. Nosotros tenemos consciencia y voluntad. Por eso somos capaces de desear transformarnos según el modelo inicial del Artista. Podemos desear y querer ser reconstruidos según las proporciones iniciales dadas por quien nos creó.

Igual que no podemos esperar ser quienes nos transformemos a nosotros mismos, tampoco podemos esperar que el Creador nos cambie sin que nuestra voluntad esté presente y participe en todo el proceso.

Dice San Agustín: “ Se te ha manifestado lo que debes hacer. La ley te dice: «No hagas esto o aquello; haz esto y lo otro». Se te ha manifestado, se te ha mandado, se te ha descubierto: si tienes corazón, sabes qué has de hacer; si conoces la fuerza de la resurrección de Cristo, pide el poder hacerlo.

¿Sabemos que hacer? ¿Conocemos la manifestación de la voluntad de Dios? ¿Tenemos corazón?

Es decir, si tenemos conocemos la revelación de Dios, tenemos consciencia de lo que somos, sabremos lo que tenemos que hacer. Si creemos en la fuerza de la resurrección Cristo, es decir, la fuerza que transforma las naturalezas y que es la voluntad de Dios, nos queda rogar y aceptar la conversión. Qué fácil es decirlo y que complicado es hacerse con el valentía necesaria para abrir la puerta a Dios y aceptar todas las consecuencias que trae consigo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles, descansan en aquel que es humilde. Más aún, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde. (San Efrén de Siria. Epístola a un discípulo, fragmento)

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La humildad es una virtud poco apreciada en la sociedad actual, ya que sólo desde la soberbia y la avaricia podemos ser los estupendos consumidores que se desea que seamos.

Pero la humildad nos desidia o desafecto. Tenemos que tener cuidado de valorar la imagen de Dios que portamos en cada uno de nosotros. Valor que no tiene nada que ver con nosotros, sino que es don directo de Dios. Si la humildad desprecia esta imagen, se convierte en una soberbia camuflada.

Realmente no es fácil caminar por el sendero de la humildad. Requiere la justa y divina proporción entre la negación de si mismo y la exaltación del reflejo de Dios en nosotros. Por nosotros mismos no podemos conseguir esta proporción. Debe ser Dios quien nos lo conceda por medio de la Gracia que nos transforma.

Pero ¿Por qué es bello un hombre humilde? Porque refleja a Dios con más fidelidad. 
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