Como la
cananea, muchas veces nos parece que Dios se ha olvidado de nosotros. Muchas
veces miramos al cielo esperando que nuestra voluntad sea la que prevalezca y
que nuestros deseos más sinceros se realicen. Pero la Voluntad de Dios es a
veces complicada de entender, ya que nos exige que aprendamos a negarnos a
nosotros mismos y dar la vida para salvarla.
A veces, Señor, te siento pasar, pero no te detienes para mí, pasas de
largo, y yo te grito como la Cananea. ¿Me atreveré todavía a acercarme a ti?
Seguro que sí, los perritos echados fuera de la casa de su amo siempre vuelven
a ella, y cuidando guardar la casa, reciben cada día su ración de pan. Echado,
aquí estoy todavía; frente a la puerta, te llamo; maltrecho, suplico. Así
como los perritos no pueden vivir lejos de los hombres, ¡de la misma manera mi
alma no puede vivir lejos de mi Dios!
Ábreme, Señor. Haz que llegue hasta ti para ser inundado por tu luz. Tú,
que habitas en los cielos, te has escondido en las tinieblas, en la oscura nube.
Como lo dice el profeta: «Te has arropado en una nube para que no pasara la
oración» (Lm 3,44). Me corrompo en la tierra, el corazón como en un lodazal...
Tus estrellas no brillan para mí, el sol se ha oscurecido, la luna ya
no emite su luz. Oigo cantar tus hazañas en lo salmos, los himnos y los
cánticos espirituales; en el Evangelio, tus palabras y tus gestos resplandecen
como la luz; los ejemplos de tus siervos, las amenazas y las promesas de tus
Escrituras de verdad se imponen a mis ojos y vienen a golpear la sordera de mis
orejas. Pero mi espíritu se ha endurecido; he aprendido a dormir de cara al
resplandor del sol; me he acostumbrado a no ver ya lo que se me pone delante
así...
¿Hasta cuándo, Señor, cuánto tardarás en romper tus cielos, en
descender para venir a socorrer mi torpeza? (sl 12,1; Is 64,1). Que yo no
se ya más lo que soy..., que me convierta y que, por lo menos, venga al
atardecer como un perrito hambriento. Recorro tu ciudad; en parte aún peregrina
sobre la tierra, aunque la mayoría de sus habitantes han encontrado ya su gozo
en el cielo. ¿Encontraré también yo allí mi morada? (Guillermo de San Teodorico Oraciones
meditativas, nº 2)
Ayer
comentaba en una entrada de este blog: Cuando
la herramienta se subleva ante el artista, la triste evidencia de que
nuestras realidades personales no siempre coinciden con los planes de Dios. Seguir leyendo...
1 comentario:
La fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación.
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