Hoy domingo 2 de junio, celebramos la Solemnidad del
Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo. Hace unos años, en una catequesis de
padres de niños que iban a recibir su primera comunión, un valiente padre
preguntó si la Iglesia se seguía afirmando que el pan y el vino eran cuerpo y
sangre de Cristo. Indudablemente el catequista dejó claro que esto forma parte
de nuestra fe. ¿Nuestra fe? ¿Es necesario creer esto para ser católico? Vemos
que nos dicen San Agustín y San Ambrosio de Milán:
Tal vez surja en alguno esta idea: ¿cómo
puede ser que este pan sea su cuerpo y este vino su sangre? Estas cosas, hermanos
míos, llámanse sacramentos, porque una cosa dicen a los ojos y otra a la
inteligencia. Lo que ven los ojos tiene apariencias corporales, pero encierra
una gracia espiritual. Si queréis entender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad
al apóstol. Ved lo que les dice a los fieles: vosotros sois el cuerpo de Cristo
y sus miembros (1 Co 12,27). (San Agustín. Sermón 272, II)
Quizá digas: «Yo veo otra cosa: ¿cómo afirmas
que recibo el Cuerpo de Cristo?». Esto es lo que nos falta aún por probar. ¡Cuántos,
en verdad, son los ejemplos que utilizamos para probar que esto no es lo que la
naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado; y que mayor es
la fuerza de la bendición que la de la naturaleza, pues por la bendición se
cambia la misma naturaleza! (San Ambrosio. Tratado sobre los Misterios 50)
No es fácil que en pleno siglo XXI creamos algo que es
indemostrable experimentalmente.
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