"Dichosos los
pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos." Hay muchos
que perseveran en la oración y en los divinos oficios y hacen muchas
abstinencias y mortificaciones corporales, pero por sola una palabra que parece
ser injuriosa para sus cuerpos o por cualquier cosa que se les quite, se
escandalizan y en seguida se alteran. Esos tales no son pobres de espíritu;
porque quien es de verdad pobre de espíritu se odia a sí mismo y ama a los que
le golpean en la mejilla (cf. Mt 5,39). (San Francisco de Asís, Admoniciones, 14)
Muchas veces confundimos la pobreza de
espíritu con la inocencia. Son virtudes
diferentes que no es conveniente confundir. Una vez una persona me indicó que
la felicidad en que viven los niños proviene de su pobreza de espíritu y esto
no es del todo exacto. La felicidad de los niños proviene de su inocencia y su
confianza en quienes les rodean. Incluso si padecen penurias, pueden sonreír
con facilidad porque en su interior no existe rencor alguno.
La pobreza de espíritu la explica estupendamente San
Francisco en esta admonición que comparto con usted. Toda pobreza es
antitética a la abundancia o la riqueza.
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