Hoy día 22 de junio celebramos a Santo Tomás Moro, insigne hombre de leyes, político y mártir. Tenemos mucho que aprender de su vida y de su obra:
“Pienso que no andamos equivocados al sospechar que se avecina de nuevo un tiempo en que el Hijo del hombre, Cristo, será entregado en manos de los pecadores, cuando observamos un peligro inminente de que el Cuerpo místico de Cristo, la Iglesia de Cristo, esto es, el pueblo cristiano, es arrastrado a la ruina a manos de hombres perversos e impíos” (Santo Tomás Moro)
No me gusta hablar de política, ya que termino siempre con la misma sensación que nos induce la anterior frase de Santo Tomás Moro: tiempo de prueba, en el que la paja será separada del grano. Además les tengo que confesar que tengo una fuerte saturación política desde hace ya algunas semanas. Así que mi escrito es bastante más largo de lo habitual, perdón por hacerles leer más.
Vivimos un tiempo en que la política se ha convertido en el mejor instrumento para arrinconar a la Iglesia. Si echo una mirada a la actualidad española me encuentro con estos asuntos:
Desde uno de los partidos hegemónicos se reivindica que el gobierno rompa los acuerdos y la colaboración con la Iglesia. Los partidos políticos, sindicatos, fundaciones y hasta las asociaciones que se estimen “de interés público” tendrán privilegios que tendremos vetados los católicos. Si somos Iglesia quedaremos relegados a la marginalidad social. Si queremos ser Iglesia, nos tocará pagar doble: una vez por ser ciudadanos y otra por reunirnos como creyentes.
En la reciente toma de posesión del nuevo jefe de estado se excluye a Dios del discurso y los actos oficiales. Dado que estamos dentro de la esfera política, esta decisión es respetable, aunque a muchos nos resulte inadecuada. Para terminar de estropear el asunto se ha sabido que el pasado domingo la jefatura de estado organizó una “misa privada” concelebrada por los arzobispos de Madrid y Castrense. Queda claro que desde las altas instancias del estado se nos indica que la fe se tolera si se vive oculta en la privacidad.
En la región española donde vivo, se plantean cerrar las capillas que tienen los hospitales estatales. Dicen que vulneran la “aconfesionalidad del estado”. Esto conllevará que los católicos no podamos acceder a la sanidad que pagamos obligatoriamente, si queremos recibir un acompañamiento espiritual. Nos obligarán a pagar una segunda sanidad para que se respete nuestra fe.
Todo esto resulta normal y hasta bien visto, por los que reclaman que el Cesar merece todo honor y gloria, pero Dios debe esconderse de la vista para no “molestar”. A los católicos se nos ofrece una tolerancia restringida y vigilada, que se contempla como un privilegio magnánimo por parte de los poderes del estado.
No puedo menos que recordar el episodio evangélico en que los fariseos le preguntan a Cristo por el pago de impuestos. Repasemos lo que nos dice sobre el tema San Hilario de Poitiers:
Conviene, por lo tanto, que nosotros le paguemos [al Señor] lo que le debemos, esto es, el cuerpo, el alma y la voluntad. La moneda del César está hecha en el oro, en donde se encuentra grabada su imagen; la moneda de Dios es el hombre, en quien se encuentra figurada la imagen de Dios; por lo tanto dad vuestras riquezas al César y guardad la conciencia de vuestra inocencia para Dios. (San Hilario, Comentarios sobre el Evangelio de San Mateo, 23)
Dios valora al ser humano, mientras que el Cesar valora los bienes materiales que puede utilizar para sus planes. El Reino de Dios no es de este mundo y por eso el mundo (la sociedad) odia a Cristo y nos odia a nosotros. “Si el mundo los odia, sepan que Me ha odiado a Mí antes que a ustedes” (Jn 15, 19)
Hay quienes señalan que la participación política como algo natural en todas las personas eincluso se atreve a señalar, que el cristianismo sólo puede aceptar un modelo gobierno predeterminado. Ciertamente no he encontrado en los Evangelios ningún pasaje que defina cómo debe ser el gobierno de la sociedad, pero en las tentaciones del Señor, el diablo se arroja del derecho de señalar quien gobierna sobre las naciones:
…le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorases. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás. (Mt 4, 8-10)
En el Apocalipsis se señala que los reyes del mundo “tienen un mismo propósito, yentregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con Él son llamados, elegidos y fieles” (Ap 13-14)
No se trata de ser mileniarista ni apocalíptico, sino de entender que el poder sobre las gentes siempre conlleva la tentación que creerse como Dios. Es la tentación de todo ángel caído, que en vez de buscar la Luz, es “él mismo” quien se presenta como la luz.
¿Puede haber un gobernante íntegro, justo y misericordioso? Cierto que sí, pero siempre es la excepción que nos permite darnos cuenta que el poder rara vez se ejerce desde el bien y la piedad. En la Carta a Diogneto (s. II) se nos recuerda que los cristianos:
Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne.Están sobre la tierra, pero su ciudadania es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos (/2Co/06/10). Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. «Se los insulta, y ellos bendicen» (1 Cor 4, 22).
Hoy en día la política está directamente ligada a los partidos políticos. Hablar de partidos políticos es hablar de ruptura social. El mismo nombre de “partido” es equivalente a sesgado-separado. Quien está en un partido no puede estar en otro. Los partidos nunca pueden estar de acuerdo entre ellos porque parten de ideologías diferentes. Quien se compromete en política tiene que rendir vasallaje a quienes dirigen el partido o nunca pasará de socio raso que paga las cuotas.
Las ideologías son generadoras de sufrimiento, violencia y deshumanización, ya que nos imponen, más o menos violentamente, los modelos ideales de sociedad y ser humano que defienden. Si el socialismo o el liberalismo o el capitalismo o el comunismo, no son soluciones reales. De ser así ya tendríamos muestras de sociedades “perfectas” y lo único que tenemos son evidencias de todo lo contrario.
Todas las ideologías señalan a la Iglesia como su mayor enemiga, ya que las desenmascara. Mientras atacan a la Iglesia, luchan ocultamente para apropiarse de los púlpitos eclesiales, con el objetivo de convencer que el Evangelio las señala como “la elegida por Dios”. Nos piden “poco” a cambio: postrarnos ante ella y adorarla. Sólo Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Monarquía, república o dictadura no son la solución a los problemas de la sociedad. La solución no es la forma de gobierno, sino Cristo mismo. Dios no es de izquierdas, de derechas o de centro. Quien utiliza a Cristo ideológicamente nos induce a adorar una de las diversas bestias, ante la cual podemos postrarnos.
La acción de Cristo fue siempre apolítica. Criticó a todos en aquello que actuaban como hipócritas. No impuso ninguna ideología a nadie, ya que El era la misma Verdad, completa, profunda y liberadora. Sin duda Cristo aportó algo esencial para comprender la postura del cristiano ante la política: el desafecto a todo poder o potestad que nos impida ser libres.Cualquier poder que imponga condiciones a la fe y se ofrezca como salvador, es un reflejo del tentador.
Ningún poder nos salvará. Nuestra única esperanza es Cristo que nos permite vivir con un sentido que supera los sesgos, partidismos e ideologías. La única salvación proviene de la Gracia de Dios, que nos permite cumplir la Voluntad de Dios sin estar sometidos a leyes humanas.
Mientras que no ocurra la segunda venida de Cristo, tendremos que estar dispuestos a sufrir y padecer por la fe. Las sucesivas bestias siempre encontrarán en nosotros el límite a su poder deshumanizador y embestirán con fuerza.