domingo, 8 de junio de 2014

La Esperanza está en la Luz:Cristo. Clemente de Alejandría

Como aquellos que, sacudidos del sueño, se despiertan en seguida interiormente, o mejor, como aquellos que intentan quitarse de los ojos las cataratas, y no pueden recibir la luz exterior, de la que se ven privados, pero, desembarazándose al fin de lo que obstruía sus ojos, dejan libre su pupila, así también nosotros, al recibir el bautismo, nos desembarazamos de los pecados que, cual sombrías nubes, obscurecían al Espíritu Divino; dejamos libre, luminoso y sin impedimento alguno el ojo del espíritu, con el único que contemplamos lo divino, ya que el Espíritu Santo desciende desde el cielo para estar a nuestro lado.

Esta mixtura de resplandor eterno es capaz de ver la luz eterna, pues lo semejante es amigo de lo semejante; y lo santo es amigo de Aquel de quien procede la santidad, que recibe con propiedad el nombre de «luz»: «Porque vosotros erais en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor», de ahí que el hombre, entre los antiguos, fuera llamado, según creo, «luz».

Sin embargo —se dice—, aún no ha recibido el don perfecto; también yo lo admito; con todo, está en la luz, y no le sorprende la oscuridad. Ahora bien, entre la luz y la oscuridad no hay nada; la consumación está reservada para la resurrección de los creyentes, y no consiste en la consecución de otro bien, sino en tomar posesión del objeto anteriormente prometido. (Clemente de Alejandría. El Pedagogo, Libro I)

Clemente de Alejandría nos dice que quien está en la Luz, no le sorprende la oscuridad. Como humanos que somos, aunque hayamos recibido el bautismo, no hemos recibido la totalidad de la Gracia de Dios. El don completo y perfecto de ver a Dios, sólo lo recibiremos tras nuestra vida en la tierra.

Mientras, el Espíritu Santo desciende para estar a nuestro lado y así podamos ver más allá de las tinieblas que nos rodean. La vista del Espíritu nos permite ver a Dios, pero también nos hace ver lo terriblemente imperfecta que es nuestra naturaleza. Nos permite ver que dentro de nosotros está Dios, pero también nos hace fijarnos en todas las sombras y penumbras que llevamos con nosotros. Quien no recibe el don del Espíritu no es capaz de encontrar, dentro de sí, las grietas del pecado.

Clemente también nos habla de que lo semejante es amigo de lo semejante. El don del Espíritu nos permite ver en los demás, los errores que cargamos en nosotros. No somos mejores ni peores que ellos, llevamos las mismas grietas e imperfecciones en nosotros. Cuando nos damos cuenta de esta naturaleza frágil e imperfecta que todos los seres humanos llevamos con nosotros solemos desanimarnos. En todo lugar donde haya un ser humano, el pecado aparece tarde o temprano. No existe un paraíso diferente a la Gloria de Dios y para llegar a el, tendremos que esperar a dejar este mundo. La consumación está reservada para la resurrección de los creyentes

Detrás de todas esas tinieblas está la Luz que es Dios. Sin Luz no seríamos capaces de ver los errores que llevamos dentro de nosotros. Sin la Luz del Espíritu, viviríamos son conocer ni discernir lo que nos rodea.

Si nos sentimos desalentados y desanimados ¿Dónde encontrar la fuerza para seguir adelante? Dice que Cristo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Jn 14, 6) No pongamos nuestras esperanzas en nosotros mismos ni en cualquier ser humano, por muy santo que parezca o sea. Si buscamos un paraíso en la tierra y un salvador, humano, estaremos buscando continuas excusas e incluso mintiendo, para sostener el falso paraíso y el imposible salvador que nos hemos buscado.


La Esperanza está en la Luz, que es Cristo. Luz que nos envía el Espíritu Santo para que esté siempre a nuestro lado.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...