El
pasado viernes celebramos la festividad del Sagrado Corazón de Jesús. La
revelación personal que Santa Margarita de Alacoque recibió, nos lleva al
Corazón de Jesús, un símbolo que hasta ese momento había pasado bastante
desapercibido.
Los
símbolos son de gran importancia en el cristianismo, ya que a través de ellos
podemos acercarnos a los misterios que Dios nos ha revelado. San Buenaventura,
un visionario santo franciscano, ya se acercó a este símbolo cuatro siglos
antes de Santa Margarita y nos dejó este maravilloso texto:
Tu corazón, ¡oh buen Jesús!, es un verdadero tesoro, una perla
preciosa, que hemos encontrado profundizando en el conocimiento de tu cuerpo
(Mt 13,44-45). ¿Quién la rechazaría? Más bien, lo daría todo; a cambio, entregaré
todos mis pensamientos y todos mis deseos para obtenerla, depositando todas
mis preocupaciones en el corazón del Señor Jesús, y sin duda este corazón me
alimentará.
En este templo, en este «santa santorum», ante esta arca de la alianza
(1R 6,19), adoraré y alabaré el nombre del Señor, diciendo con David: "He
encontrado mi corazón para pedir al Señor» (2S 7,27). Y yo, he encontrado el
corazón de Jesús, mi Rey, mi hermano y mi tierno amigo. Y yo ¿no rezaré?
Ciertamente rezaré. Porque Su Corazón está conmigo, le diré con audacia, e
incluso más: porque Cristo está verdaderamente a mi lado, como mi jefe, mi
cabeza (Col 1,18), ¿no estará conmigo?... Este corazón divino es mi corazón;
está verdaderamente en mí. Realmente, con Jesús dispongo mi corazón. ¿Qué
tiene de extraño esto? La «multitud de creyentes" formaban «un solo
corazón" (Hch. 4,32).
Habiendo encontrado, muy dulce Jesús, este corazón, que es el tuyo y
el mío, te rezaré a ti que eres mi Dios. Recibe mis oraciones en este santuario
donde te nos escuchas, o más bien, atráeme enteramente hacia tu corazón... Tú
puedes hacerme pasar por el agujero de una aguja, después de haberme hecho
depositar el peso de esta carga que llevo sobre los hombros (Mt 19,24;
11,28). Jesús, el más hermoso de toda la belleza humana, lávame aún más de mi
inequidad y purifícame de mis pecados (Sal 44,3; 50,4) para que, purificado por
ti, me pueda me acercar a ti que eres más puro, que merezca «habitar todos
los días de mi vida» en tu corazón y pueda siempre ver y realizar tu voluntad
(Sal. 26,4 ss). (San
Buenaventura La Viña mística, 8-9)
El texto
de San Buenaventura se adentra en la mística del Corazón de Cristo de forma
certera y profunda. Intentaré resumir y traducir este párrafo, dentro de lo
posible, a un leguaje más actual: El Corazón de Jesús se encuentra ahondando
el conocimiento de Cristo. Es la Perla que merece que entreguemos,
confiadamente, nuestros pensamientos y deseos para obtenerla... (seguir leyendo)
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