El evangelio de hoy domingo 28 de junio es muy bonito. Muestra dos curaciones y las circunstancias en las que se produjeron. La hemorroisa y la hija del jefe de la Sinagoga son personas que necesitan de Cristo y no se quedan es su casa esperando. La primera de ellas toma la iniciativa y toca el manto del Señor. En el segundo caso, es el padre de la niña, el que va a implorar la misericordia de Cristo. Aunque Cristo es siempre el que da el primer paso para estar cerca de nosotros, también es evidente que espera pacientemente a que seamos capaces acercarnos a Él.
Aquellos, pues, que tocan por la fe a Cristo, reciben de El sus virtudes con la buena voluntad que viene de El. "Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circundantes decía: ¿Quién ha tocado mi vestido?". Las virtudes del Salvador no salen de Él materialmente, como si lo abandonaran de algún modo, porque, siendo incorpóreas, cuando salen para comunicarse a otros no abandonan a aquél de quien han salido, como las ciencias que se dan por el maestro a los discípulos. Dice pues: "Conociendo la virtud que había salido de sí", para darnos a entender que la mujer recibió la salud, no sin que El lo conociera, sino sabiéndolo. No obstante, preguntaba: "¿Quién ha tocado mi vestido?", para que se manifieste aquella mujer, se divulgue su fe, y no se pierda en el olvido el beneficio de aquel milagro. (Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum)
En el pasaje de la hemorroisa, siempre me ha parecido curioso que Cristo aparentara desconocer quien le había tocado. (seguir leyendo ->)
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