domingo, 31 de marzo de 2013

Cristo ha resucitado ¿Por qué lloras?


Traigo un breve fragmento de San Ambrosio de Milán, que se centra en episodio del llanto de la Magdalena a la puerta del sepulcro. Pueden leerlo en Jn 20, 11-18. María Magdalena se queda fuera del Sepulcro, abatida y llorando desconsoladamente. Pedro y Juan entran el sepulcro, creen y salen corriendo para contar la noticia a los demás. María llora y ni dos Ángeles que se muestran dentro del sepulcro, ni el propio Cristo, en un primer momento, pueden consolarla.

¿Lloras porque no Le ves? Cree y Lo verás aquí presente y junto a ti, porque está pronto a acudir a los que le buscan. ¿Por qué lloras? Que es como decirle: No cuadran aquí las lágrimas, sino la fe rápida, decidida, como la que merece Dios. Olvida las cosas mortales y cesará tu llanto; aleja de las cosas perecederas tu consideración y se acabarán tus lágrimas, para no volver jamás. ¿Por qué a ti te causa llanto lo que a otros, alegría? ¿A quién buscas? ¿No ves que está Cristo delante de ti? ¿No ves que Cristo es la virtud de Dios, la sabiduría de Dios, la santidad, la castidad, la integridad; que Cristo nació de virgen y que procede del Padre y está en el Padre y ante el Padre siempre, como nacido de El, y no hecho ni mudable, sino siendo siempre Dios verdadero de Dios verdadero?

Entonces le dijo el Señor: "María, mírame". Cuando no era creyente la llamaba mujer; pero ahora que comienza a creer la llama por su nombre, María, el mismo nombre de la Madre de Dios, pues María es ya alma que espiritualmente ha dado a luz a Cristo. Mírame, le dice, mírame, porque quien mira a Cristo mejora de vida, corrigiendo sus defectos; pero quien no lo ve, yerra lastimosamente el camino.

Entonces la Magdalena abre los ojos de la fe y volviéndolos a Cristo, lo ve y exclama: Rabí que significa Maestro. Mirándole, se convierte; convertida, lo ve mejor, y viéndolo, adelanta en el camino de la perfección, encuentra al maestro que creía muerto, y habla con el que creía perdido.  (San Ambrosio de Milán, Tratado de las Vírgenes, frag. Cap. I )

El sepulcro está vacío ¿Dónde está el Señor? María Magdalena lloraba porque había perdido a Quien había dado sentido a su vida y a su Fe. Había perdido cruelmente a Quien le era más preciado y querido.

La actitud de la Magdalena no es extraña, ya que es algo que nos sucede a menudo. La Iglesia no es algo estático, sino un ser vivo que cambia y a veces los cambios son difíciles de entender. Cuando desaparece lo que nos daba confianza, la fe se esconde, desaparece la esperanza y la caridad se escapa como arena fina, entre los dedos de nuestras manos. Mientras esto ocurre, otros hermanos se sienten felices y plenos. Tan felices y plenos están, que se olvidan de nosotros dejándonos solos y abatidos. Parece  que nadie se fija en nuestro dolor, pero Cristo siempre está llamando a nuestra puerta.

Hemos de reconocer que estar en el lugar de María Magdalena no es sencillo y que su sufrimiento era tan cierto como sus lágrimas. Ni los dos ángeles ni el propio Cristo parecían conseguir abrir el cerrado corazón de María. Ante su sufrimiento, Cristo se acerca a la desorientada María y le llama por su nombre. San Ambrosio indica que le llama así para despertar en su corazón un hilo de fe y esperanza que no lograba encontrar el camino de salida. Cuando Dios nos llama por nuestro nombre todo nuestro ser se estremece. María abre los ojos y por fin es capaz de ver a su Maestro.

La llamada del Maestro es imprescindible para romper las murallas de dolor que a veces construimos en torno de nosotros. “Mírame, le dice, mírame, porque quien mira a Cristo mejora de vida, corrigiendo sus defectos; pero quien no lo ve, yerra lastimosamente el camino.” La mirada del Maestro nos transforma cuando hemos abierto nuestro corazón.

Dejemos atrás nuestras seguridades cotidianas, nuestros proyectos personales, aquellas cosas que hacen sentir seguros y tememos perder. Abramos el corazón y esperemos la llamada del Señor. El es Camino, Verdad y Vida. Nos dirá por dónde hemos de caminar, aunque camino que nos señale no sea sencillo, ni placentero, ni tranquilo.  Tarde o temprano, nos daremos cuenta que aquello que parecía que habíamos perdido sigue a nuestro lado tan sólido y fuerte como antes. Dios no nos deja solos, siempre está a nuestro lado.

¿Qué hemos de temer? ¡Cristo ha resucitado y vive para siempre!

Feliz Pascua de Resurrección

jueves, 28 de marzo de 2013

Unidad y amor fraterno


El Jueves Santo es el día del amor fraterno. Para acercarnos a este amor, Sermón 272 de San Agustín es especialmente hermoso, ya que une varios conceptos que solemos entender por separado: sacramentos, unidad y amor fraterno.

A estas cosas, hermanos míos, las llamamos sacramentos, porque en ellas es una cosa la que se ve y otra la que se entiende. Lo que se ve tiene forma corporal; lo que se entiende posee fruto espiritual. Por tanto, si quieres entender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol, que dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. En consecuencia, si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros. A lo que sois respondéis con el Amén, y con vuestra respuesta lo rubricáis. Se te dice: «El cuerpo de Cristo», y respondes: «Amén.» Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén. (San Agustín, Sermón 272)

La unidad requiere caridad y humildad. El amén que decimos al aceptar que el Eucaristía es cuerpo y sangre de Cristo, conlleva la humildad de sabernos parte de un todo, que es la Iglesia. No es fácil ser Iglesia, ya que cada cual tiene su entendimiento y sueña la iglesia ideal para si mismo. Pero lo importante de la Iglesia es la unidad que da sentido a la diversidad de dones y carismas que nos ofrece el Señor. El pan está compuesto por miles de partículas, todas similares, pero diferentes.

¿Por qué precisamente en el pan? No aportemos nada personal al respecto, y escuchemos otra vez al Apóstol, quien, hablando del mismo sacramento, dice: Siendo muchos, somos un solo pan, un único cuerpo. Comprendedlo y llenaos de gozo: unidad, verdad, piedad, caridad. Un solo pan: ¿quién es este único pan? Muchos somos un único cuerpo. Traed a la memoria que el pan no se hace de un solo grano, sino de muchos. Cuando recibíais los exorcismos, erais como molidos; cuando fuisteis bautizados, como asperjados; cuando recibisteis el fuego del Espíritu Santo fuisteis como cocidos. Sed lo que veis y recibid lo que sois. Eso es lo que dijo el Apóstol a propósito del pan. Lo que hemos de entender respecto al cáliz, aun sin decirlo expresamente, lo mostró con suficiencia. Para que exista esta especie visible de pan se han conglutinado muchos granos en una sola masa, como si sucediera aquello mismo que dice la Sagrada Escritura a propósito de los fieles: Tenían una sola alma y un solo corazón hacia Dios. (San Agustín, Sermón 272)

El símil que San Agustín nos muestra es maravilloso. Todos somos granos que unidos conformamos un solo pan. Un único cuerpo que se genera de forma milagrosa. El bautismo nos hizo parte de un todo que es más que cada uno por separado.

Así también nos simbolizó a nosotros Cristo el Señor; quiso que nosotros perteneciéramos a él, y consagró en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad. El que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí. (San Agustín, Sermón 272)

¿Es posible la unidad sin la paz? No. Sin duda la paz del Señor es un don que hemos de recibir para poderla dar, a su vez, a los demás. La paz únicamente se consigue a través de la humildad, ya que sin humildad no puede existir caridad. La humildad es la más grande de las enseñanzas cristianas, pues por la humildad se conserva la caridad” (San Agustín. Exposición de la Carta a los Gálatas, 15). Sin caridad no puede existir unidad y sin unidad ¿Qué es la Iglesia?

¿Cómo trabajar por la unidad de la Iglesia? El Papa Francisco nos da una pista especialmente acertada. En la breve homilía de la misa celebrada el miércoles 27 de marzo en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco nos invitó a  “Nunca hablar mal de otras personas”. Si hemos de hablar de errores, evitemos juzgar a quienes los cometemos.

Si tenemos que señalar los errores de otra persona, hagámoslo con humildad y sabiendo que los equivocados podemos ser nosotros. Es fácil reclamar a los demás que nos acepten como somos. Lo complicado es aceptar como son los demás. Sobre todo es complicado aceptar que las sensibilidades, que provienen de los carismas de cada persona, merecen respeto y consideración. No podemos olvidar la necesidad de ser fieles a la Iglesia y a Cristo, aunque a veces nos duela en carne propia.

Feliz día del amor fraterno.

martes, 26 de marzo de 2013

En el año de la Fe, son también necesarias la Esperanza y la Caridad.


La Fe es la primera que somete el alma a Dios. Luego vienen los preceptos de buen vivir, con cuya observancia se afirma la Esperanza, se nutre la Caridad y empieza a comprenderse lo que antes tan sólo se creía. El conocimiento y la acción son los que dan la felicidad al hombre; y así como en el conocimiento hay que evitar el error, así en la conducta hay que evitar la maldad. Yerra quien piensa que puede comprender la verdad viviendo inicuamente. Iniquidad llama a amar a este mundo y estimar en mucho lo que nace y pasa, desearlo y trabajar para adquirirlo, regocijarse cuando abunda, temer que perezca, entristecerse cuando perece. Una vida tal no puede contemplar aquella mira, auténtica e inalterable verdad, adherirse a ella y permanecer adherida para siempre. Por lo tanto, antes de que se purifique nuestra mente, hemos de creer lo que aun no podemos entender; porque con razón dijo el profeta: si no creyereis, no entenderéis.

En pocas palabras nos propone la Iglesia esa Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y juntamente las cosas temporales pasadas y futuras que la eternidad de la Divina Providencia realizó o realizará. Creamos, pues, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; son personas eternas e inmutables, es decir, un solo Dios, Trinidad eterna en una substancia única, Dios de quien todo, por quien todo, en quien todo. (San Agustín. Tratado sobre Combate Cristiano. XIII, 14-15)

Esta es Semana Santa del Año de la Fe, por lo que no viene mal recordar qué sentido tiene la Fe dentro de lo que vamos a vivir durante estos días, sobre todo durante el Triduo Pascual.

Es interesante cómo San Agustín señala a las tres Virtudes Teologales como fuente de equilibrio en nuestra vida cristiana y como puerta para comprender aquello que hasta este momento estaba velado para nosotros.

También indica que la felicidad del hombre parte del conocimiento y la acción. Al estos dos pilares de la felicidad, se une el afecto, ya que es imprescindible para hallar la felicidad. Conocimiento, acción y afecto no están libre error por si mismos. Es importante que el conocimiento no esté sometido al error, que la acción la maldad y que el afecto no sea esclavizante ni monopolizador. Nos dice San Agustín que no debemos tropezar con la iniquidad, que no es más que el amor desordenado por aquellas cosas que sólo son apariencias sociales. Los afectos desordenados nos conducen a la esclavitud del pecado.

¿Cómo escapar de estos tres peligros? Error de conocimiento, maldad de acción e iniquidad en nuestros afectos. Primeramente deberíamos atender a nuestra vida cotidiana y fijarnos cuantas veces andamos el camino del error. Igual que una persona con los ojos llenos de suciedad no puede ver correctamente, una persona que vive una vida centrada en las apariencias sociales, no puede llegar a entender todo lo que nos ha revelado Cristo: “antes de que se purifique nuestra mente, hemos de creer lo que aun no podemos entender; porque con razón dijo el profeta: si no creyereis, no entenderéis

Por esto es tan importante tener claro lo que la Iglesia nos indica, ya que de no podemos confiar en nuestra capacidad de andar recto por nosotros mismos. La Iglesia nos propone “esa Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y juntamente las cosas temporales pasadas y futuras que la eternidad de la Divina Providencia realizó o realizará
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Miremos siempre a la Iglesia, ya que tiene su centro en Cristo. Dejemos a un lado los cantos de sirena que nos llaman hacia “otra iglesia” deseable por determinado grupo de personas. Ante estas propuestas, hemos de reponer con la rectitud del conocimiento, con acciones adecuadas y con el afecto que nos pide el Señor. Conocimiento iluminado por al Fe, acciones conducidas por la Esperanza y afecto empapado de Caridad.

Dicen que la Madre de las tres virtudes Teologales es la Sabiduría. Roguemos al Señor para que el Espíritu Santo nos llene con ese don.

domingo, 24 de marzo de 2013

Preparando la Semana Santa. Obispo Proclo


El día de hoy, amados míos, es de gran importancia. Nos pide tener un gran deseo, poner muchaatención, una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. Pablo, el mensajero de la buena noticia, nos decía: «El Señor está cerca, que nada os preocupe» (Flp 4,5-6) 

Encendamos las lámparas de la Fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobres;acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. Abracémosle derramando sobre él el perfume de María (Jn 12,3). Escuchemos el canto de la resurrección; que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divina, y gritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Está bien dicho: «El que viene», porque viene sin cesar, jamás nos falta: «El Señor está cerca de los que lo  invocan con sinceridad» (Sl 144,18). «Bendito el que viene en nombre del Señor.» 

El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica. Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia.Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad; después salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. Entonces, que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel».(Obispo Proclo de Constantinopla Sermón 9, para el día de Ramos) 

Estamos en el portal de la Semana Santa, con el Domingo de Ramos como inicio del camino que nos llevará a la Pascua de Resurrección. 

El Obispo Proclo  vivió hasta el año 446 en Asia Menor. San Cirilio de Alejandría dice de Proclo que era "un hombre muy religioso, perfectamente al tanto de la disciplina eclesiástica y muy observante  deloscánones." Era bondadoso con todos, porque estaba convencido de que la bondad sirve mejor que la severidad a la causa de la verdad. Por ello estaba resuelto a no irritar ni provocar a los herejes, con lo cual restituyó a la iglesia, en su persona, la mansedumbre y bondad que desgraciadamente le habían faltado en tantos casos." San Proclo murió el 24 de julio de 446. El Obispo Proclo nos habla de cómo dar el primer paso para iniciar la Pascua con buen pié.

Lo primero que nos indica son las condiciones para iniciar el camino:
 

  • Tener un gran deseo. ¿De qué tenemos tener un gran deseo? Podemos entender este deseo desde varios niveles: desear vivir la Semana Santa, desear acompañar a Cristo a través de la rememoración de su pasión, desear profundizar en el Misterio que se renueva cada año,… ¿Qué deseo llevamos en nosotros al inicio de esta Semana Santa? A lo mejor nos quedamos con el deseo de descansar o ver los desfiles procesionales, lo que no está mal, pero seguramente podamos dar algunos pasos más y no quedarnos en la puerta mirando sin hacer nuestro este maravilloso tiempo litúrgico. 
  • Poner mucha atención. ¿A qué hay que poner atención? Repetir todos los años la Semana Santa nos puede llevar a insensibilizarnos y propiciar que nos quedemos como espectadores pasivos. ¿Por qué tendríamos que vivir esta Semana Santa y la Pascua de manera diferente? La respuesta es simple: porque “El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica.” Cristo nos espera siempre y esta Semana Santa puede ser especial si así lo deseamos. ¿Qué deseamos? Tal vez nuestra conversión, pero, ¿Realmente deseamos transformarnos? A lo mejor lo que deseamos es quedarnos como estamos y que nadie nos venga a traer problemas. 
  • Tener una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. El Rey está esperándonos, pero ¿Qué nos lleva a dejar lo que estamos haciendo e ir hacia Él?Recordemos la llamada que hizo a Mateo y cómo este dejó todo lo que estaba haciendo para seguir al Señor. Pensemos en el joven rico y cómo fue incapaz de dejar su “riqueza” para seguir a Cristo. No hace falta ser ricos en dinero, se puede ser rico en muchas cosas y no desear realmente atender a la llamada del Señor. 
Después el Obispo Proclo nos indica una serie de acciones: 

  • Encendamos las lámparas de la Fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobresLa pregunta es ¿Estamos interesados en encender las lámparas de la Fe? Tal vez nos quedemos tranquilos realizando obras buenas o teniendo buenos sentimientos. La Fe es lo que da sentido a las obras y hace nuestros sentimientos sean coherentes y comprometidos. La Fe se cultiva y se alimenta diariamente. La Semana Santa es un momento muy adecuado para reencontrarnos con la Fe. ¿Por qué no?
  • Acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. ¿Despiertos? Claro, despiertos significa conscientes y con los ojos del corazón abiertos. De poco vale la creencia cristiana costumbrista y cultural, que acalla las conciencias y nos permite quedarnos en la puerta mirando. Consciencia que nos permite encontrar el sentido de la justicia que nuestras manos y actitudes pueden llevar a los demás.
  • Abracémosle derramando sobre él, el perfume de María (Jn 12,3). ¿Qué hizo María Magdalena? Dar a Cristo gloria ante los hombres mediante el acto simbólico de derramar perfume de nardo (muy caro y exclusivo) sobre los pies del Señor. Hay quien rechaza el culto y la sacralidad de los símbolos. Pero Cristo nos deja claro que sin este comportamiento simbólico, difílmente accederemos a una mayor consciencia del Misterio Cristiano.
  • Escuchemos el canto de la resurrección. ¿Qué es el canto de la resurrección? Es el Mensaje del Evangelio, la Buena Noticia, la profecía que se expresa y se cumple, el sentido de nuestra esperanza. Es el Kerigma que Pedro lanzo en Pentecostés. Si no escuchamos con los oídos y con el corazón, nos quedamos de nuevo en la puerta, mirando, sin entender casi nada de los que conlleva la Semana Santa.
  • Que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divinagritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¿Por qué hemos estar preparados para gritar y cantar alabanzas al Señor? Bueno, pensemos si realmente sentimos la necesidad de agradecer algo al Señor ¿Pensamos que todo lo que tenemos se lo debemos a la suerte o a nuestro esfuerzo personal? Entonces es lógico que no sintamos la necesidad de alabar al Señor. Pero ¿Quién nos ha dado la vida y la capacidad de caminar detrás del Señor? ¿Nosotros mismos? Me temo que no. Es Dios quien nos regala dones, talentos y quien nos pedirá cuentas de cómo los hemos empleado. Ahora toca ser consciente de todo lo bueno que nos ha dado el Señor. Alabémosle de corazón por ello. 
¿Cómo hemos de prepararnos para recibir al Señor: 

·     Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, yapacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad. El Obispo Proclo nos dice que desechemos todo lo que nos separa de nuestros hermanos ¿Por qué? Porque Cristo está donde dos o más se reúnen en Su Nombre. ¿Podemos unirnos cuando tenemos le corazón bloqueado por rencores, envidias, resentimientos y odios? Simplemente no. 

·   Salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. El vestíbulo de nuestros labios ¿Qué es este vestíbulo? El vestibulo en la entrada de nuestra casa. Allí donde las visitas esperan a que les antendamos. Antes de hablar, seamos conscientes si nuestras palabras, une, curan y dan esperanza. Pongamos en el vestibulo de nuestras palabras, la piedad y el amor que tanto necesitamos.

Pero ¿Para qué todo esto? Para “que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel» 
Quizás la pregunta del millón sea ¿Cómo deshacernos del dolor que tenemos en nuestro corazón? Ese dolor que produce que veamos a los demás a través de sospechas, resquemores, desconfianzas y sobre todo envidias. Para que el corazón sea sanado, necesitamos abrirlo a la acción de Cristo. Esto implica que nuestra voluntad sea tomar esta cruz e ir en detrás del Señor. 

Tan fácil de decir y no por ello deja de ser imposible por nosotros mismos. Es la Gracia de Dios la que nos mueve a abrir lo que somos a los demás y a Dios. Dejemos que actúe y nos transforme. Esta Semana Santa y sobre todo, la próxima Pascua, puede ser el momento. Tengamos esperanza. ¿Por qué no?

domingo, 17 de marzo de 2013

Misericordia Señor...


Dios decía a Santa Catalina: El pecado imperdonable, en este mundo y en el otro, es aquel que despreciando mi misericordia no quiere ser perdonado. Por esto lo tengo por el más grave, porque el desespero de Judas me entristeció más a mí mismo y fue más doloroso para mi hijo que su misma traición. Los hombres serán condenados por este falso juicio que les hace creer que su pecado es más grande que mi misericordia. Serán condenados por su injusticia cuando se lamentan de su suerte más que de la ofensa que me hacen a mí.

Porque esta es su injusticia: no me devuelven lo que me pertenece ni se conceden a ellos mismos lo que les pertenece. A mí me deben amor, el arrepentimiento de su falta y la contrición; me los han de ofrecer a causa de sus faltas, pero hacen justo lo contrario. No tiene amor y compasión más que por ellos mismos ya que no saben más que lamentarse sobre los castigos que los esperan. Ya ves, cometen una injusticia y por esto se descubren doblemente castigados por haber menospreciado mi misericordia. (Santa Catalina de Siena, Diálogo 37)

Este pasaje de los diálogos de Santa Catalina de Siena me lleva a recordar la parábola del publicano y el fariseo. Quien no reconoce que comete errores, no se deja perdonar por el Señor. Es fuerte el desprecio de la misericordia divina que tan frecuente vemos en nuestra sociedad actual.

Reconocer las debilidades propias puede resultar extraño en el mundo actual, pero es algo resulta ser maravilloso. Comunicar a nuestros hermanos que nos sabemos falibles, que nos equivocamos y que además lo hacemos muchas veces, nos sirve para establecer un vínculo de empatía que es imposible desde la presunción de perfección a la que estamos acostumbrados a ver. No podemos sentirnos cercanos a los demás si nuestras relaciones parten de la prepotencia de quien se siente perfecto. Dos personas se presenten como “seres perfectos” nunca llegarán a amararse y aceptarse.

Hoy en día es impensable ir a una entrevista de trabajo y decir que uno es tan falible como todos los demás seres humanos. ¿Quién nos querría contratar si empezamos diciendo que somos humanos llenos de errores? Vivimos en una sociedad repleta de apariencias y engaños ocultos. Una sociedad que se vende como perfecta, pero que está llena de problemas que no queremos aceptar.

Acercarse al Señor aceptando ser lo que uno es, nos permite abrir las puertas del corazón para que la Gracia del Señor nos transforme. ¿Qué sentido tiene acercamos al Señor despreciando su misericordia? Recordemos la parábola de los invitados al banquete. Los invitados rechazar la comida y esta se ofrece a quienes vagan por los caminos. Pero el Señor sabe que quien llega sin estar preparado para recibir su Gracia, no es mejor que quienes rechazan acercarse al banquete de forma directa.

A veces rechazamos la misericordia de Dios porque vemos que no nos satisface ni nos da beneficios terrenales. Es como el tarro cerrado que rechaza en agua, porque tendría que abrir el tapón y dejarse llenar. Lo que el tarro desconoce es que su dueño lo tirará a la basura por ser inservible.

El momento actual de la Iglesia es extraordinario. La elección del Papa Francisco nos ha llenado gozo, también de sorpresa. Algunas personas todavía no han salido de su asombro y se sienten incapaces de acercarse al banquete que el Señor nos está ofreciendo. Nos hace falta abrir el corazón y confiar en que el Espíritu sabe lo que hace, aunque nosotros no encontremos, a veces, coherencia.

Cuando los planes de Dios se alejan de nuestros planes personales, es fácil que nos demos cuenta que hay cosas que no cuadran dentro de nosotros. En ese momento de incertidumbre sólo podemos abrir el corazón y suplicar al Señor misericordia.

Dice Santa Catalina de Siena que a Dios le debemos “amor, el arrepentimiento de su falta y la contrición”. ¿Qué hacer si nuestro interior está vacío de estos tres elementos? ¿Qué hacer cuando sentimos la sequedad espiritual en nuestro interior? Suplicar misericordia a Dios.

jueves, 14 de marzo de 2013

Unidos a Su Santidad Francisco


El Espíritu Santo sabe lo que la Iglesia necesita, aunque para nosotros sean un misterio sus razones. Esta misma tarde ha dejado a todos los profetas con la boca abierta sin saber qué decir. Incluso a los más valientes se les pasó incluir la candidatura de Mons. Jorge Berglogio como “papable”. Pues lo que nadie se esperaba es lo que tenemos y no podemos dejar de meditar sobre lo que el Espíritu Santo nos está diciendo. 

Después de un Papa mediático y activo, como Juan Pablo II, el Espíritu nos envió a un Papa profundo y sabio, como Benedicto XVI. Ahora nos envía un Papa sencillo, cercano a los pobres y espontáneo. No podemos dudar de lo que significa que Su Santidad haya tomado como nombre, el nombre del Poverello de Assisi: Francisco. Un nombre que habla de cercanía, sencillez, compromiso fraterno y capacidad misionera. 

Sería sencillo terminar aquí esta reflexión, ya que esto es lo que el Espíritu nos señala en este momento y es lo que tenemos que hacer nuestro, pero hay más elementos sobre los que reflexionar. 

Quizás nos parezca que la labor del Papa se simplifica cuando se parte de un perfil personal y pastoral tan claro, pero no es así. Los Papas de la era de las comunicaciones y de la sociedad postmoderna se enfrentan a muchos desafíos. Algunos de ellos de gran complejidad, como pueden ser el ecumenismo y la reintegración a la unidad de la Iglesia de diferentes grupos alejados. También es complejo el objetivo de la nueva evangelización, ya que es necesario cambiar el entendimiento y la voluntad de todos los católicos. Aparte, tenemos la necesaria reestructuración de la curia, problema que los cardenales han señalado como uno de los más prioritarios. 

Viajes, conferencias, encuentros diplomáticos y la gestión interna del estado del Vaticano, no se pueden dejar como trabajos secundarios, ya que conllevan un esfuerzo colosal. Todo esto tiene que llevarlo adelante el nuevo Papa sin descuidar el cuidado pastoral de todo el orbe católico y su diócesis romana. 
Quizás comprendamos la razón que ha llevado a Su Santidad Francisco a solicitar que oremos por él desde el primer momento. Es importante orar por él y por la Iglesia, ya que el momento eclesial requiere un plus de unidad y de compromiso personal. No pensemos que el Papa va a hacerlo todo por si solo. Nos necesita orando y actuando en donde sea necesario. Nos necesita cercanos a él sin crear fisuras ni engendrar dudas. 

Esto es complicado de entender para quienes siguen a los líderes sociales o políticos de turno, ya que su compromiso siempre es temporal y condicionado a que los intereses de cada uno se vean atendidos. 

El compromiso de todos y cada uno de los católicos es trabajar en unidad con el Papa para bien de todos. Oremos por el Papa y por la Iglesia. ¡Viva el Papa Francisco!

domingo, 10 de marzo de 2013


Así, pues, el Apóstol (Pablo) dice que conoció por la revelación el misterio del que ha hablado hace poco; por ella podéis conocer mi inteligencia en el misterios de Cristo (Ef 3, 3s). Dijo “en el grado que es posible”, porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche. De cuatro maneras podemos también conocer la Voluntad de Dios: bien presenta un modelo, bien manifiesta un signo, bien nos manifiesta un mandato útil para la recta conducta, bien vaticina una profecía. Se bien que discernir y decir [todo] eso es propio de adultos. En efecto, comprender la Escritura en toda su extensión no es “una Mykonos”, como dicen los aficionados a los proverbios. Sin embargo, es necesario aprovecharse mucho de la dialéctica, cuanto más se pueda, si se desea alcanzar el don que permite acceder a la enseñanza divina. (Clemente de Alejandría. Stromata, I, 179, 1)

Clemente de Alejandría es uno de los Primeros Padres de la Iglesia. Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216.

De este breve texto lo más interesante es la sugerencia que nos hace para entender cual es la Voluntad de Dios expresada en las Escrituras. Nos dice que penetrar en el misterio del plan de Dios no es sencillo. En todo caso dependerá que los propios dones que el Señor nos haya regalado. Pero la Voluntad de Dios no debería ser algo tan difícil de entender para nosotros.

Hace tiempo conversaba con una persona que se sentía abatida porque no llegaba a entender cual era la Voluntad de Dios respecto de él. ¿Qué quiere Dios de mí y de los demás? es una pregunta que nos hacemos muchas veces. Tantas que a veces hasta terminamos por pensar en otras cosas al no se capaces de desentrañar que nos quiere indicar el Señor.

Clemente de Alejandría nos dice que hay tres elementos a través de los que Dios nos habla:

  1. Modelos
  2. Signos
  3. Mandamientos
  4. Profecías

Este planteamiento no es algo descabellado para quien tenga algunos conocimientos de ciencia, ya que a los seres humanos comprendemos lo que nos rodea precisamente a través de modelos, signos, leyes e hipótesis. Clemente tenía las cosas muy claras cientos de años antes de que el método científico hiciera su aparición.

Pero, vamos a lo interesante, ¿qué podemos sacar en claro de esto? Si nos fijamos en las parábolas, Cristo nos propone modelos que nos acercan a la manera en que Dios entiende el mundo y desea que el ser humano esté en sintonía con Su Voluntad. Mediante los milagros y hechos prodigiosos, nos muestra signos que señalan direcciones y entendimiento de los que somos. Dios sabe que no siempre somos capaces de entender las razones profundas de su Voluntad, por ello nos da mandamientos que señalan aquello que hemos o no hemos de hacer. Por último, en el caso de que nos hable de lo que sucederá o tenga que suceder, nos hablará mediante profecías que nos prepararán para aquello que tenemos que esperar y para lo que tenemos que estar preparados.

El Evangelio de hoy, domingo IV de Cuaresma, es la maravillosa parábola del Hijo Prodigo. ¿Qué nos quiere comunicar el Señor mediante esta parábola? Muchas cosas y seguramente podamos entender mejor todo esto si diferenciamos los modelos, signos, mandamientos y profecías contenidos en ella.

Mirando a la actualidad, con el cónclave programado para empezar este martes, tal vez debamos prepararnos para acercarnos al Señor, solicitando perdón por nuestras dudas y temores ante la elección de un nuevo Obispo de Roma. Quizás tengamos que pensar en volver a Roma, que es signo de la Iglesia universal que nos acoge tras nuestras aventuras eclesiales personales. Quizás debamos de estar preparados para esperar a hermanos que vuelvan y estar listos a recibirlos con el corazón abierto. Pero ¿Qué podemos decir de la esperanza que hizo que el padre esperara todos los días ver a su hijo díscolo, volver el mismo camino que lo alejó?

Dios nos habla de formas diferentes, pero siempre guarda el mismo estilo que está presente en las Sagradas Escrituras. Este martes se inicia el cónclave que llevará a la elección de un nuevo Pontífice. Estemos atentos a lo que Dios nos comunicará a través de la elección y el pontificado del nuevo Papa.

domingo, 3 de marzo de 2013

Ante la espera, imitar la paciencia de Dios


Si queréis pareceros a Dios, vosotros que habéis sido creados a su imagen y semejanza, imitad vuestro modelo. Sois cristianos y este nombre significa 'amigos de los hombres': Imitad el amor de Cristo. Considerad los tesoros de su bondad. ¿Cómo acogía a los que se acercaron a él? Les concedía fácilmente el perdón de sus pecados, los libraba al instante, inmediatamente, de sus sufrimientos. Imitemos la actitud pastoral del Maestro.

Contemplo en las parábolas el pastor de las cien ovejas (Lc 15,4ss) Una de entre ella se ha descarriado y separado del rebaño. El pastor no se quedó con aquellas que estaban en el buen camino. Se fue a la busca de la descarriada, bajando a los barrancos y precipicios, escalando las cimas rocosas, afrontando intrépido los desiertos hasta que la encontró. Y habiéndola encontrado, sin golpearla ni empujarla violentamente hacia el rebaño, se la echa a los hombros lleno de alegría y la conduce entre sus compañeras, más contenta por ella que por todas las demás.

Esta oveja no significa en rigor una oveja cualquiera, ni este pastor un pastor como los demás. En estos ejemplos se contienen realidades sobrenaturales. Nos dan a entender que jamás desesperemos de los hombres ni los demos por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, ni seamos remisos en ayudarles, sino que cuando se desvían de la rectitud y yerran, tratemos de hacerles volver al camino, nos congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre de los que siguen viviendo justa y piadosamente.  (San Asterio de Amasía. Homilía nº 13, sobre la conversión)

Estamos cerca de la mitad de la Cuaresma y no podemos decir que esté siendo un tiempo sencillo. Queramos o no, las noticias eclesiales nos llevan y nos traen, de un lado hacia el otro sin dejarnos ánimo para profundizar en el tiempo litúrgico que nos toca vivir.

Miramos hacia el futuro y palpamos la incertidumbre que nos rodea. Parece que todo se haya quedado parado hasta que haya un nuevo Papa y marque las líneas a seguir. ¿Dónde podremos encontrar paciencia y confianza, cuando las hemos extraviado entre las noticias cotidianas?

El texto de San Asterio nos señala algo más que la paciencia genérica. La paciencia con nuestros hermanos. A veces nuestra relación con ellos se hace complicada, sobre todo con quienes no tenemos una afinidad clara. Es fácil desesperar y sentirnos abatidos con su traro. Pero en el fondo todos somos igual de “imposibles” e “indomables” y terminamos siempre ofendidos por lo mismo que produce que nosotros ofendamos a otras personas: la falta de paciencia y el tacto fraterno que nos debemos unos a otros.

Sin duda Cristo amaba a la oveja perdida y la encontró sin escatimar en esfuerzo. ¿Hacemos nosotros eso mismo con nuestros hermanos? A veces sí, a veces no. Nos cuesta dejar lo que tenemos entre manos y salir en su búsqueda y si lo hacemos, no es que demostremos demasiada alegría cuando los encontramos.

Quizás en estos días llenos de incertidumbres debamos ser un poco más pacientes con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Se nota cierta tensión ambiental que terminará por desaparecer en su momento. Paciencia y amor fraternal son condimentos para incluir en el menú de virtudes de nuestra Cuaresma.

Mientras esperamos el cónclave y el “Habemus Papam”, podemos dedicarnos a mil cosas más útiles que hacer apuestas papales o querer cambiar la Iglesia desde nuestros gustos. ¿Qué tal leer algo de patrística? No es mala ocupación para estos días.
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