La Fe es la primera que somete el alma
a Dios. Luego vienen los preceptos de buen vivir, con cuya observancia se
afirma la Esperanza, se nutre la Caridad y empieza a comprenderse
lo que antes tan sólo se creía. El conocimiento y la acción son los que
dan la felicidad al hombre; y así como en el conocimiento hay que evitar el
error, así en la conducta hay que evitar la maldad. Yerra quien piensa que
puede comprender la verdad viviendo inicuamente. Iniquidad llama a amar a este
mundo y estimar en mucho lo que nace y pasa, desearlo y trabajar para
adquirirlo, regocijarse cuando abunda, temer que perezca, entristecerse cuando
perece. Una vida tal no puede contemplar aquella mira, auténtica e inalterable
verdad, adherirse a ella y permanecer adherida para siempre. Por lo tanto,
antes de que se purifique nuestra mente, hemos de creer lo que aun no podemos
entender; porque con razón dijo el profeta: si no creyereis, no entenderéis.
En pocas palabras nos propone la Iglesia
esa Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no
pueden todavía entender, y juntamente las cosas temporales pasadas y futuras
que la eternidad de la Divina Providencia realizó o realizará. Creamos, pues,
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; son personas eternas e
inmutables, es decir, un solo Dios, Trinidad eterna en una substancia única,
Dios de quien todo, por quien todo, en quien todo. (San
Agustín. Tratado sobre Combate Cristiano. XIII, 14-15)
Esta es Semana Santa del Año de la Fe, por lo que no viene
mal recordar qué sentido tiene la Fe dentro de lo que vamos a vivir durante
estos días, sobre todo durante el Triduo Pascual.
Es interesante cómo San Agustín señala a las tres Virtudes
Teologales como fuente de equilibrio en nuestra vida cristiana y como puerta
para comprender aquello que hasta este momento estaba velado para nosotros.
También indica que la felicidad del hombre parte del
conocimiento y la acción. Al estos dos pilares de la felicidad, se une el
afecto, ya que es imprescindible para hallar la felicidad. Conocimiento, acción
y afecto no están libre error por si mismos. Es importante que el conocimiento
no esté sometido al error, que la acción la maldad y que el afecto no sea
esclavizante ni monopolizador. Nos dice San Agustín que no debemos tropezar con
la iniquidad, que no es más que el amor desordenado por aquellas cosas que sólo
son apariencias sociales. Los afectos desordenados nos conducen a la esclavitud
del pecado.
¿Cómo escapar de estos tres peligros? Error de
conocimiento, maldad de acción e iniquidad en nuestros afectos. Primeramente
deberíamos atender a nuestra vida cotidiana y fijarnos cuantas veces andamos el
camino del error. Igual que una persona con los ojos llenos de suciedad no
puede ver correctamente, una persona que vive una vida centrada en las
apariencias sociales, no puede llegar a entender todo lo que nos ha revelado
Cristo: “antes de que se purifique nuestra mente,
hemos de creer lo que aun no podemos entender; porque con razón dijo el
profeta: si no creyereis, no entenderéis”
Por esto es tan importante tener claro lo que la Iglesia
nos indica, ya que de no podemos confiar en nuestra capacidad de andar recto
por nosotros mismos. La Iglesia nos propone “esa
Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y
juntamente las cosas temporales pasadas y futuras que la eternidad de la Divina
Providencia realizó o realizará”
.
Miremos siempre a la Iglesia, ya que tiene su centro en
Cristo. Dejemos a un lado los cantos de sirena que nos llaman hacia “otra
iglesia” deseable por determinado grupo de personas. Ante estas propuestas,
hemos de reponer con la rectitud del conocimiento, con acciones adecuadas y con
el afecto que nos pide el Señor. Conocimiento iluminado por al Fe, acciones
conducidas por la Esperanza y afecto empapado de Caridad.
Dicen que la Madre de las tres virtudes Teologales es la
Sabiduría. Roguemos al Señor para que el Espíritu Santo nos llene con ese don.
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