Para
iniciar el Adviento, traigo un breve texto de la obra: Belleza y vida de Fe,
del P. Jesús Casás Otero.
Por lo tanto, el equívoco o malentendido, según el cual “la obra de
arte sería únicamente obra humana, debe ser eliminado. Dios actúa en el
hombre de una forma más de acuerdo con la Verdad que en el terreno de la
naturalidad pura y simple” (pseudo Dionisio, Epístola X). Porque en las
creaciones del espíritu, lo divino se manifiesta en y a través de la
conciencia y al ser la conciencia superior a la naturaleza, será también un
medio más adecuado para expresar lo divino en las creaciones artísticas.
[Al hombre] No le satisface ser un individuo separado; parte del
carácter fragmentario de su vida individual, para elevarse a una “plenitud” que
siente y exige, hacia una plenitud de vida que no puede conoce por las
limitaciones de su individualidad, hacia el mundo comprensible y más justo,
hacia un mundo con sentido.
Esto nos lleva a la conclusión de que la belleza y el arte, por
principio, además de estar perfectamente relacionados, llevan en sí el germen
religioso de la estética cristiana. Esta idea coincide con el pensamiento de la
patrística que, desde el siglo II, habla de “la semilla del logos inmersa en
la naturaleza”. (P.
Jesús Casás Otero. El arte y la fe. Capítulo IV)
Pensemos
que toda obra del ser humano puede ser una obra de arte o una simple respuesta
a una necesidad funcional. Nuestra labor profesional, espiritual o
evangelizadora, puede ser realizarse con un sentido que trascienda lo necesario
o simplemente ajustarse a las necesidades de cada momento.
Hay que
tener mucho cuidado con todo discurso que comienza por “lo mejor”, “lo
principal”, “lo que prefiero”, porque nuestra psicología y naturaleza, tienden
a quedarse con lo se destaca, olvidando todo lo que desde ese momento parece
secundario. Si decimos que lo principal de una casa es que tenga techo, no
implica que despreciemos los muros, ventanas, puertas, etc. ¿Qué sentido tiene
un techo plantado en la nada? Por ejemplo, ¿Qué sentido tiene evangelizar sin
una comunidad que recoja y de sentido a las personas que se acerquen al mensaje
de Cristo?
Nos han
educado para que aceptemos el funcionalismo minimalista como estándar de
nuestra vida, lo que contradice las palabras de Cristo.
En la parábola de los talentos, el Señor no se conforma con que se le devuelva
lo mismo que nos ha prestado. Espera de nosotros más que el mal menor que
preferimos y que está bien visto por la sociedad. Aumentar los talentos supone
colaborar con Dios y aceptar que la Gracia actúe en nosotros. Igual que el
grano de mostaza, “la semilla del logos inmersa
en la naturaleza” necesita cuidados para crecer y dar frutos.
¿Podemos devolver la semilla, tal cual, diciendo que salimos a sembrar con
buena voluntad, pero que se nos olvidó el sentido de nuestra evangelización?
Pensemos
que “en las creaciones del espíritu, lo divino se
manifiesta en y a través de la conciencia”. Quien no tiene
conciencia de lo que hace, difícilmente puede ser una herramienta de Dios.
Estamos
ya en Adviento. Es el tiempo litúrgico del despertar de lo cotidiano, para
empezar a prepararnos para la cercana Navidad. La preparación conlleva hacer
examen de conciencia de aquellos talentos que no dan todos los frutos que sería
deseable. Como los Magos de Oriente, tenemos que trabajar, observar el
cielo y trazar el camino que hemos de seguir detrás de la Estrella. Tenemos que
tener confianza en la Estrella y no desesperar en el camino. Tampoco podemos
dejarnos arrastrar por las tendencias o modas que se dan, tanto dentro como
fuera de la Iglesia. La Estrella nos guía y nos llevará hasta el Niño Dios, en
la noche de Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario