Seguimos andando por el Adviento, camino de la Navidad.
Navidad que es el objetivo más directo, pero que contiene otros objetivos no
tan visibles a primera vista.
Celebrar el nacimiento de Cristo es celebrar la
manifestación de Dios entre nosotros, es decir algo muy cercano a un
sacramento. Los sacramentos son signos que nos unen con Cristo y nos permiten
acceder a la Gracia de Dios. Este pre-sacramento fue muy especial, ya que el
signo fue la encarnación de Dios y el efecto, la Luz que habitó y habita entre
nosotros.
La luz del amor, propia de la fe, puede
iluminar los interrogantes de nuestro tiempo en cuanto a la verdad. A menudo la
verdad queda hoy reducida a la autenticidad subjetiva del individuo, válida
sólo para la vida de cada uno. Una verdad común nos da miedo, porque la
identificamos con la imposición intransigente de los totalitarismos. Sin
embargo, si es la verdad del amor, si es la verdad que se desvela en el
encuentro personal con el Otro y con los otros, entonces se libera de su
clausura en el ámbito privado para formar parte del bien común. La verdad de
un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo
del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve
claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que
respeta al otro. El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le
hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le
posee. En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en
camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos. (Benedicto
XVI - Papa Francisco. Encíclica “Lumen fidei)
¿Qué nos puede impedir acercarnos al Belén y adorar al
niño?
- Podemos
no creer en los signos. La Estrella estuvo visible para muchos,
pero sólo los Magos de Oriente la siguieron con Esperanza.
- Podemos
encontrarnos con murallas o accidentes infranqueables. Nuestros
prejuicios actúan como murallas que nos impiden salir de nosotros mismos y
ver más allá de su fría protección.
- Podemos
temer que la Manifestación de Dios nos “esclavice”, pero sabemos
que los Magos volvieron a sus tierras con más libertad de la que tenían
antes. En el camino de ida, tuvieron que apoyarse en Herodes, en el de
vuelta, decidieron no seguir sus indicaciones.
- Podemos
temer que Dios actúe con violencia en nosotros. Quizás la
conversión pueda parecer un tipo de violencia psicológica sutil. Pero la
alegría de todos los que vieron al Niño Dios, no deja espacio para pensar
en violencias
Como dice la encíclica escrita a cuatro manos, que a quien
encuentra la Verdad le hace humilde, sabiendo
que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee.
Parece un contrasentido que la Verdad pueda poseernos sin violencia y que
nosotros la abrazamos con plena libertad. Este contrasentido es tan sólo una
manifestación de nuestros prejuicios y limitaciones. Como seres humanos, que
somos, sólo pensamos que es posible poseer y dominar a una persona actuando de
forma violenta con ella.
Por esto, este camino de Adviento debería prepararnos para
acercarnos al Portal de Belén con humildad, Esperanza y sobre todo, con toda
libertad. Dios no nos obliga a seguirle, es nuestra libertad la que nos
señala que el único camino es dejar que la Verdad nos posea.
¿Por qué hemos de temer? La Verdad, naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro
personal de cada hombre. Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino
que crece en la convivencia que respeta al otro. ¿Dejaremos que la
Verdad nos llene y se desborde en nosotros? Si no lo hacemos, las Navidades no
pasarán de ser unas bonitas, quizás familiares y consumistas vacaciones. Tenemos
un reto por delante.
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