En el
evangelio de hoy domingo se ve a Cristo enfrentarse a los mercaderes del
Templo. Para muchos es un Cristo desconocido, ya que parece que no guarda
caridad alguna con los mercaderes que se ganaban la vida como podían. Los judíos, que saben interpretar la realidad
en clave simbólica le preguntaron “¿Qué signo nos
das para obrar así?” (Jn 2, 18)
En la
vida de todo cristiano existen momentos de enfrentamiento con lo establecido.
Son momentos de prueba en los que es necesario revestirse de las armas de la
Luz, las armas de Cristo. Muchos nos hablan de que tenemos que ser el
martillo de los infieles, dispuesto a machacar, con saña, a quien contradiga lo
que creemos que es verdad. Pero esto dista de ser así. No se trata de un
combate donde buscamos hacer el mal y ganar, sino todo lo contrario, es una
celebración donde compartir el bien y perder. Perdernos a nosotros mismos, para
que nos gane el Señor ¿Cómo es posible esto? Veamos lo que nos dice San Juan
Crisóstomo:
Lo que hicimos entonces, hagámoslo ahora: sacudamos la modorra,
arranquemos los sueños de la vida presente, salgamos de nuestro sueño
profundo y revistámonos con el traje de la virtud. Esto es lo que el
apóstol nos dice claramente: “Rechacemos las obras de las tinieblas y
revistámonos con las armas de la luz” (v. 12). Ya que el día nos llama a la
batalla, en el combate. (Seguir leyendo)
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