Ayer
hemos celebrado la Solemnidad de Todos los Santos. Hoy recordamos a los fieles
difuntos, sin perder de vista que la santidad es el objetivo final que el Señor
quiere para nosotros. La santidad es la gran desconocida para la sociedad
actual. Parece que es algo antiguo e inhumano. Es algo que nadie desea, porque
siente que ser santo no le va a traer beneficio alguno. Pero la santidad
conlleva bienes para nosotros mismos y para los que nos rodean.
Advierte que la perfección de los actos del alma que está en este
estado perfecto depende de la mayor prontitud en obedecerme y de la más
perfecta esperanza que pone en mí, su Creador, habiendo perdido ya toda
esperanza en sí misma.
Los más perfectos pescan con más abundancia. Estos dan un sonido
suavísimo, que sale de dentro de la ciudad del alma, puesto que las puertas
están a la vez cerradas y abiertas. Cerrada está la voluntad al amor propio
y abierta a mi amor y al del prójimo. (Seguir leyendo...)
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