Si el alma se aparta de Dios, no es que quede reducida a la nada, sino que queda disminuida, originándose de aquí su desgracia #SanAgustin (La Ciudad de Dios 12,6)
Apartarse de Dios es negarnos a ser herramientas en sus manos. Es evidente que una herramienta que no se deja utilizar por su dueño, no deja de existir, pero deja de tener utilidad. Su dueño la dejará a un lado, perdiendo todo sentido y utilidad en su existencia. Se oxidará e incluso podrá quedar totalmente inservible.
Para que Dios pueda volver a tomarnos en Sus Manos, tendremos que dejarnos tomar con docilidad y humildad. Entonces, Dios nos limpiará, nos afilará, nos ajustará y por último, nos utilizará en su obra maestra.
Apartarnos de Dios es aceptar la más terrible de las desgracia: quedarnos sin sentido.
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